Divorciada con hijos

Biografía no autorizada de una madre, por su hija… 

Mi mamá es como la Moni, del programa ese que pasan por la tele: casada con hijos. Es casi, casi, igualita.

Es petisa como la protagonista, es despistada como ella, (puede llegar a olvidarse de comprar papel higiénico y darse cuenta justo en el preciso momento en que está en el baño o los fósforos y maldecir frente a la hornalla de la cocina) y salvo la excepción de que no tiene marido, pero tuvo: mi papá (que, encima y para peor de males, era muy parecido a Pepe, el consorte ficcional de mamá Moni), hasta tiene dos hijos, yo y mi hermano.

Perdón, debería decir mi hermano y yo y no como lo dije; “el burro primero para que no se espante”, diría mi mamá…La diferencia radica en que: mi mamá moni es divorciada con hijos y la otra, es casada, con hijos.

Parece que ambas mujeres son una el clon de la otra y viceversa. Por algo dicen que no hay mejor ficción que la realidad; ah, ahora entiendo. Y

Ah, la otra diferencia es que en vez de tener un perro: Fatiga, mi progenitora tiene una gata, Franela, que es imposible de desalojar de la cama de todos, en especial del sommier de ella.

Y cada vez que mi mother deroga patacones en el anti pulgas y tiene que fregar todos los pisos desaromatizando los ambientes de su aroma a gata no esterilizada, le agarran unos frenéticos ataques de hacer minina asada, que ni les cuento…

Además la gata, franela, como fatiga, tiene que trabajar. Con su sola presencia y aromas, se supone que se usa de espanta ratas que un planta baja, cercano a la calle, es tentador para la roedora presencia.

Otro trabajo que, para pagar derecho de piso y que la casa no se reservara el derecho de admisión para con ella, la felina en cuestión, empezó a realizar, (pero después renegó porque le ensuciaba las uñas), fue ser cazadora oficial de cucarachas de la casa.

Porque antes de ella, mi mamá limpiaba todo, dejando un olor a lavandina infernal, más un olor a anti cucarachicida que ni les cuento.

A todo esto las vigorosas cucarachas y cucarachos parecían haberse entrenado con Schwazenegger o haber hecho gym, en su defecto, porque gozaban de una salud tan buena… que los que caíamos, patas para arriba, con el veneno éramos nosotros porque ellos parecían lo más campante y hasta parecía que nos cantaran a coro: la cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar porque no tiene porque le falta las dos patitas de atrás. 

Pero mamá se cansó de que se las dejara de trofeo, así que renunció motu proprio y ahora se dedica al ronroneo farniente. 

El objeto de adoración egipcio, misia gata, miss franela, a lo que no renunció por nada del mundo es a su búsqueda nocturna de un romeo, maúlla la que te jedi a cuatro manos, cuatro gargueros y un buen par de pulmones, los vecinos ya no saben si tirarle las ojotas por la cabeza a ella o a sus dueños, ergo: nosotros.

Mamá no se divorció, la divorciaron que es distinto.  Y eso se enteró abruptamente cuando tuvo que hacer todo un laburo para reconquistar a las amigas, que como toda mujer, cometió el error de dejar de lado por su hombre. 

Cuando volvió y sin el hombre, las amigas no estuvieron de mucho ánimo para recibirla en la cofradía amistosa,  a la cual ella perteneció hasta que se casó. 

Es decir, a partir del gancho en la libreta, dejó de pertenecer y eso se transformó en un problema cuando dejó de ser casada y quiso volver a pertenecer. 

En una bienvenida al club de las divorciadas mamá esbozó un: y bueh, me divorcié y una amiga con ánimo belicoso de desplantes no curados todavía, le espetó: ¡ah, no!, vos no te divorciaste, como nosotras, te divorciaron, que es distinto. 

Mamá tragó saliva y rabia pero aceptó la realidad con esa dignidad de pato donald que alguna vez supo conseguir.

Reconquistar a las amigas fue todo un tema aparte.  Yo fui testigo, un par de timbres y mamá recreando con las “friends” la vieja canción de Pimpinela: ringggggggggg –timbre-, voz de la amiga: ¿quién es?, voz de mamá: soy yo…, voz de la amiga/as: ¿qué vienes a buscar?, voz de mamá: a ti.

Voz de la amiga: ya es tarde.  Voz de mamá: ¿por qué?, voz de la amiga: porque ahora soy yo la que quiere estar sin ti.

Bueh, se dijo después de un tiempo de verter todas las lágrimas: “mejor sola que mal acompañada” y volvió a llorar de nuevo.  Entre nosotras creo que ni ella se lo creyó, la pobre.

Después de un tiempo se calmaron las aguas, mamá dejó de morderse con papá, separados, pero más o menos en buenos términos y se amigó con las amigas. 

Y todo volvió a la normalidad hasta que tuvo a bien buscarse una amiga más joven.  Para qué, mamita querida, ahí se volvió a armar.

Claro, comparándose con la más joven, mamá parece más veterana, y el espejo no se lo discute.  Le muestra, impertérrito cana por cana y le presenta la más nuevita haciéndole todos los honores, parece que el reflejo le hiciera luces a la cana nueva y ella oronda le planta un lagrimón a mamá. 

Una cana más vieja, resopla mi vieja, perdón mi madre, con resignación. Para colmo yo meto la pata sin querer cada dos por tres, con mi amiga, adolescente igual que yo, invité a mami: vamos a Palermo, y lo hicimos con la inocencia de quien no tiene miles de millones de cosas que hacer, con dos hijos, un trabajo, un estudio y una gata; con tremendos pares de patines, (los nuevos que están diseñados con el tema de la aerodinámica y todo, nada que ver con las aparatosas cuatro rueditas naranjas de la generación de mi vieja) , el ejercicio sobre patín es ideal para fortalecer las piernas y sacar más glúteos. 

La vieja, cariñosamente, hablando, por supuesto, que se mira el despojo de celulitis que generosamente le hemos dejado como regalito, los dos partos de mi hermano y yo, más la lucha contra la gravedad…y mira los patines, lo hace con un par de pucheros contraídos en la pupila. 

Teniendo a mano la excusa y el viejo truco de: “me entró una basurita en el ojo que me hace lagrimear”, para no andar pasando papelones a esta altura del partido.  Cuando se es veterana pero no para tanto

Las arrugas tampoco se quedan atrás y son un capítulo aparte.  También… con las que nos mandamos mi hermano y yo, que parecemos los hermanos macana; o yo, la versión femenina de Pyer No doy una, no es para menos. 

Así que, la pobre, vive con el entrecejo fruncido, una para que no se le caigan los anteojos y otra para darnos una patada visual, con una mirada furibunda que prefiere, antes de pegarnos una patada real en los tobillos, cuando metemos, mi hermano y yo, la pata hasta el cuadril y en nombre de todas las que nos mandamos al por mayor. 

Lo de las arrugas con la menor, más o menos equipara, por que la otra fuma como un escuerzo arrugado y aunque joven, a mamá le dan unos ataques una por la tentación de la fumata y otra porque no puede parar de prevenirle: que esas arruguitas tan graciosas que se le forman van a crecer como una oruga espantosa y la otra ni bolilla que le da.           

Otro tema que mamá es un desorden con patas, al cual le lucha cuerpo a cuerpo  y la otra, como no es su casa, entra, ve desparramo entonces desparrama más y todo y se va, con lo cual a mamá le da un ataque de caspa. 

Y la que gana por goleada es el tema de los hombres.  Tema que la tiene bastante sensibilizada.  A mamá la atravesó la cuarentena de los cuarenta entonces está insufrible: “nadie me mira”, es el estribillo, que me canso de contradecirle, cuando la piropean por el camino a la escuela. 

“No soy más atractiva”, dice con un snif atravesado…La otra, la amiga wanna más joven, en contrapartida, porta novio distinto todas las noches y a mamá le da un soponcio distinto todas las noches.  Eso sí, cuando sale, ella, vuelve radiante y creo que valió la pena por todas las noches que no salió           

Entonces, para hacerla corta, esta es una nota de una hija, con madre, sin padre conviviente, tampoco es cuestión de andar matándolo a él, todavía, sin novio, ni la madre ni la hija y con amigas jóvenes y no tanto por parte de una y de la otra. 

Y una cosa es contarla, otra escribirla y muy distinta vivirla; pero yo tenía que contar en la biografía no autorizada de mi mamá: que mamá es divorciada con hijos y que no tiene nada que andar envidiándole a esa Moni televisiva, casada y con hijos… ¿o sí?, el marido ¿tal vez?

Ah, y por si me olvidaba, nadie se atreva a tocar a mi vieja, porque mi vieja, es lo más grande que hay.

Por Florencia Iara Gervasoni

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