Durmiendo con Sherlock Holmes
Somos un pueblo narcisista. Por eso todo vínculo estrecho nos inspira cierto pánico a la pérdida de la identidad. Uno de los grandes desafíos que debe llevar adelante una pareja que convive es lograr el equilibrio entre los espacios comunes y los propios, respetando el intento individual de encontrarse con uno mismo fuera del somos dos. Claro que el mundo privado del otro, sin mí, produce cierto miedito.
Ahora bien, hoy en día es común que Romeos y Julietas que viven solos descubran a seis meses de empezar a noviar que no se pueden ver seguido, porque dieciséis horas diarias no les alcanzan para cumplir con sus profesiones, estudios, gimnasia, terapia, relaciones sociales, y pasear al perro.
Así es que deciden compartir uno de los dos departamentos para poder encontrarse, obviamente sin pasar por el Registro Civil, y a veces sin presentarse los padres.
Y es regla de oro respetar la intimidad del otro…hasta que llega el día en el que ella no está porque va a llegar tarde, uno anda buscando en la biblioteca un libro que le prestó, y de pronto…¡zas! : aparece su diario íntimo. O puede pasar que ella se fue al supermercado y dejó abierta la casilla de e-mails, o quizás se olvidó el celular donde guarda mensajes de texto y registro de llamadas recibidas…
Yo no debería estar leyendo esto, piensa uno, e inmediatamente comienza a meter las narices donde no debe. Pero como en el pecado se está la condena, la lectura lejos de darnos el secreto poder de la información, nos llena de dudas y ansiedades.
Por ejemplo, una mes antes de que la viéramos por primera vez ella escribió en su agenda: “hoy conocí a un muchacho genial”. Nuestra mente rápidamente se altera: ¿Cómo un muchacho genial?¿ quién es, dónde está ahora?
Los celos y un golpe a tu ego
Y vemos que en la fecha en la que fue a tomar algo con nosotros ¡no anotó nada! La investigación sigue, con resultados cada vez más inquietantes. Ella recibió un correo electrónico de un nabo que dice ser su admirador, y le chatea mensajes desde Colombia.
Ya sé, es lejos, pero ¡es un hombre!¿ Y si viaja hasta aquí? Las manos ya se mueven solas, buscando descubrir una verdad trágica que en el fondo no queremos conocer. ¡Guarda un programa de una obra de teatro vista en el 2002 con una flor disecada adentro!.
¿Por qué? ¿Quién se la habrá regalado? Hay un nombre escrito, “Raul” con tinta fresca, y un número de celular anotado, ¿quién será?..¿Y esa foto del Día del Amigo de año pasado? ¿Por qué aparece tan abrazada a un compañero de trabajo?
Finalmente llega por la noche la inocente autora de nuestros absurdos desvelos, y mientras ella asa un pollo y con toda naturalidad nos cuenta su día, comprendemos secretamente avergonzados que nuestra invasión fue al cuete, salvo por la enseñanza que nos dejó.
¿Cuál? El saber que es mejor nunca poner el ojo en el mundo privado de una mujer, porque siempre, inevitablemente, se nos mete una basurita.
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