La historia dice que Claudia, de 45 años, y Franco, de 48, llevaban seis años de
casados. Claudia tiene tres hijos y él, tiene uno del
matrimonio anterior.
El problema es que los padres de Franco no se preocupan de manera equitativa por
los regalos de sus nietos de sangre y los hijos de Claudia, y que parece no
importarles que los hijos de Claudia sientan eso como un rechazo, que no saben
como manejar…
¿Qué hacer?
Los
padres de Franco creen que cuando ellos se casaron, debieron haber explicado a
todos sus hijos que tienen abuelos diferentes y que los otros abuelos no tienen
obligaciones
para con ellos. La madre de Claudia, en cambio, no está de acuerdo y
regala a todos por igual.
El conflicto planteado va más allá del daño circunstancial a
los chicos. Las reuniones familiares
se volvían ríspidas y conflictivas, por el
hecho de que Franco y Claudia, sentían un factor de separación familiar
insalvable.
La
base del matrimonio es la igualdad en diferentes aspectos. Cuando una persona
siente que sus hijos no son tratados de manera igualitaria, experimenta ese
mismo rechazo, como si lo soportara él mismo.
Esa
sensación puede mezclarse con la impotencia de no poder explicar por qué
alguien no puede hacer un pequeño esfuerzo para satisfacer a todos los hijos
por igual y evitar la posibilidad de un conflicto de cualquier tipo.
En
general, este tipo de casos, refleja el sentimiento de un suegro por su nuera o
yerno, que se traslada a sus hijos.
En
otros casos, el motivo explícito o implícito es: “yo no elegí tener esta
familia, ni los elegí a ellos como familiares”.
Otras
veces, en cambio, el nudo del conflicto reside en la imposibilidad de los padres
de aceptar que su hijo es un adulto que decide sobre su vida.
Es importante tratar que estos conflictos no sean motivo de una separación
familiar definitiva, pero también hay que tener en cuenta que si los hijos son
aún niños, el interés primordial es protegerlos.
Muy a menudo los niños se culpan a sí mismos cuando sienten rechazo (al estilo
“algo habré hecho para merecer esto”), aún cuando nada de esto dependa de ellos.
En
la mayoría de los casos estos conflictos se resuelven favorablemente por medio
de una charla adulta, o por lo menos se consigue que los “abuelastros”
comprendan la importancia de tratar a los hijos de ambos con mayor igualdad.
También
es importante dejar en claro que esta nueva familia no es, ni puede ser, decisión
de ellos sino de su hijo (o hija), que tiene derecho a tomar sus propias
decisiones sobre su vida y a que estas sean aceptadas por sus padres.
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