Era
normal que la mujer se dedicara exclusivamente a las tareas del hogar y a la
crianza de sus hijos, aferradas a la institución del matrimonio y obligadas,
casi por convención, a abandonar sus carreras de estudio o trabajo.
Pero, con
el correr del tiempo, las
amas de casa,
tomaron un parte importante de las riendas y comenzaron a ganar territorio en el
ámbito laboral (aunque Desperate Housewives a veces parezca
desmentirlo…)
La
institución del matrimonio cambió de forma y las responsabilidades femeninas
tendieron a igualarse con las masculinas. El nivel de formación de la mujer
aumentó y con él, la importancia de sus funciones.
Tal fue
la revolución, que hoy en día el trabajo de la mujer, se ha duplicado con
respecto al del hombre. La labor de un trabajo asalariado, no ha reemplazado a
la tarea del hogar, sino que se ha sumado, aunque se ha convertido en un obstáculo
en la competencia de igualdad con el hombre.
Una mujer
que debe preocuparse casi en solitario de las tareas domesticas, ve dificultada
la misión de cumplir con la misma pericia, en un mismo empleo. Sin embargo, y
aunque no esté debidamente reconocido, nadie puede negar que el empeño de la
mujer por cumplir con todas sus responsabilidades, es digna de reconocimiento y
de valoración.
Se puede
decir entonces, que la función femenina dentro de la consideración social, ha
sido incrementada de compromisos y ha mostrado una evolución dinámica,
respecto de la tarea masculina.
Las mujeres deben cumplir con las labores hogareñas
(sin contemplaciones) pero además deben obedecer a otras funciones adicionales,
que muchas veces resultan estresantes, de por sí, para un hombre.
La
crianza de los hijos, por otra parte, no supone una ventaja en el terreno
laboral de la mujer. Es el caso de quienes abandonan temporalmente el empleo
para tener un hijo (los primeros meses después del parto) y deben sufrir
injustificadamente, para retomar su categoría profesional.
Si bien
la formación ocupa un importante rol en el terreno laboral, también es cierto
que las universidades albergan en su mayoría a mujeres, y que además, sus
calificaciones promedio, son más altas que las de los hombres.
Lo cual no se
refleja en la cantidad de mujeres en los puestos de mayor jerarquía en empresas
privadas y mucho menos en el mandato estatal.
En suma,
la mujer sigue siendo la gran desfavorecida tanto dentro como fuera de casa. Ya
de por sí el trabajo en el hogar no está remunerado pero, además, las mujeres
también se encuentran con grandes discriminaciones en el ambiente laboral.
Todavía
en la actualidad, además de observarse una clara diferenciación de retribución
con respecto a trabajos "de igual valor", puede constatarse una
tendencia a discriminar a la mujer, entre otros motivos, por razón de su
embarazo.
No por nada, una mujer
soltera
es mejor considerada, que una mujer
casada…
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