Adicciones Hoy: Acercamiento a una Problemática Actual

Me gustaría comenzar con una pregunta planteada desde el comienzo en este tema de las adicciones y su tratamiento terapéutico: ¿cómo terapeutas, vamos detrás del síntoma?

Es un buen disparador para problematizar nuestras prácticas ya que implica un posicionarse alternativamente al modelo médico.

Esto implica apuntar al proceso de subjetivación del denominado paciente adicto o consumidor. Por tanto apuntar solamente al síntoma es un error estratégico a nivel del tratamiento ya que tendremos que apuntalar hacia la etiopatogénesis de la patología instalada, darle voz situacional e historizante mediante la palabra, el síntoma es efecto entonces, es el emergente de una historia de vida así como de diversas condiciones que convergen en un complejo entramado que hace cuerpo o carne en el sujeto portavoz de su padecer. 

Por tanto, como psicólogos apuntamos a desanudar ese entramado, a entrever las condiciones de producción de subjetividad que construyeron esa realidad del adicto. 

Como camino estratégico hacia tan compleja tarea terapéutica, la empiria clínica ha develado algunas puntas de esta madeja desde donde comprender y operar dinámica y clínicamente. Como marco teórico, el psicoanálisis parece ser quien más respuestas puede dar en este sentido. Por tanto pensaré psicoanalíticamente esta temática.

¿Cómo desanudar pues este placer anudado a la sustancia?

Podemos pensar en el vínculo primario del sujeto con sus objetos primarios y para esto la lectura de la transferencia será importante para develar la modalidad de estos vínculos.

Qué papel juega entonces la sustancia, este acto de consumo, qué significación está teniendo, qué aspectos no están siendo simbolizados sino actuados?

Esta compulsión a la repetición asociada al consumo del adicto, ¿qué privación en el mundo de las relaciones objetales está significando?.

Sin duda, este vacío interno estaría siendo “remediado” por la sustancia. Dicho de paso, como la misma ambiegüedad de la etimología del término farmakón (veneno), como aquello que envenena y calma el malestar al mismo tiempo.

Esta ambigüedad o escisión pautada por los dispositivos médicos hegemónicos en el abordaje de estas problemáticas, ¿podría estar reforzando los mecanismos de desmentida, escisión y negación del paciente adicto si son validadas como única alternativa de abordaje terapéutico?

Este vacío que viene a llenar la sustancia ¿será proporcional al grado de privación primaria que tuvo el sujeto en su historia?, y por tanto, la fuerza compulsiva en el consumo, dependerá del estado psíquico a combatir y de la extensión del vacío a llenar?

Sin duda los abordajes variarán según  la estructura psíquica instalada, y por tanto, ¿será más complejo un abordaje con un adicto adulto que con un adolescente?

Lo que si podemos afirmar como en cualquier problemática es que es fundamental el trabajo en el primer nivel de atención, es decir, en la prevención y promoción de salud. Más aún en esta temática de las adicciones se tiene conocimiento de la repercusión del vínculo primario madre – niño, de la importancia del proceso de separación e independización del niño de sus objetos de amor primarios.

Deberá pues, según los estudios realizados hasta el momento, establecerse una adecuada frustración – ausencia de la madre. Una separación madre – bebé que deberá establecerse primero en el mundo interno de la madre para permitirle al niño esa individuación necesaria.

El objeto droga pues, sería un objeto transitorio y no transicional según Mc Dougall ya que asegura el mundo interno en forma transitoria. Este mundo interno dañado en el que falla la simbolización del objeto perdido y aparece el acto como forma de procesar estas pérdidas.

A estas condicionantes etiológicas deberíamos agregarle una mirada cultural del asunto.  En este punto me refiero y fundamentalmente en los adolescentes, a la influencia social en los hábitos de consumo que coadyuvan o se condensan a la estructura psicopatológica del adicto.

Aquí residiría pues una diferencia sustancial entre ciertos “consumos” y “adicciones”, primando en los primeros los ritos y costumbres culturales de una sociedad como condicionantes de ciertos hábitos.

La negación de lo prohibido como mecanismo de conformación de la identidad parecería operar en el adolescente que necesita reafirmar su yo en el proceso de cambio somato psíquico por el que atraviesa impulsándolo al hábito del consumo de sustancias y más aún como ritualización dentro del grupo de pares en el que operan fuertemente los procesos de identificación, así como también se reflejará y actualizarán los vínculos primarios al volver a perder o pasar por un nuevo duelo por el cuerpo o infancia que nunca más se vivirá en lo real.

En este punto estará la prueba de fuego para el adolescente que dependerá de haber transitado por experiencias de separación debidamente tramitadas en su momento lo que ante esta falta simbólica se actuará tal vez mediante la recurrencia ante el objeto adictivo.

Este adolescente o adulto resultante del niño desamparado, mediante un control omnipotente del objeto – sustancia tramitará cada pérdida (en forma transitoria) o frustración que la vida le depare calmando así el vacío interior vivenciado y la angustia subyacente.

“El objeto adictivo elimina sufrimientos y busca simultáneamente arreglar cuentas con los imagos parentales. El objeto adictivo realizará la función materna faltante. Desafío al padre interno que fracasó en su rol. Solución adictiva reparadora de la falla en el mundo interno” (Mc. Dougall J. 1998).

Bibliografía 

– Mc. Dougall, J. (1998). Neonecesidades y soluciones adictivas. Revista N/A. Psicoanálisis de Niños y Adolescentes. No. 6. 1998. 

– Winicott, D. W. Realidad y Juego.
 Etchegoyen, H. (2002) Los Fundamentos de la Técnica Psicoanalítica. 2ª. Edición. Ed. Amorrortu.

Por Licenciado en Psicologia Sebastián Méndez Errico
Egresado de la Universidad de la Republica Oriental del Uruguay
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