Cómo mantener la calma en situaciones de extrema presión

A menudo, la actividad laboral nos expone a situaciones críticas, en las que nuestros nervios parecen a punto de quebrarse. Sin embargo, aquellos que sepan controlarse y manejar exitosamente estas situaciones, serán los que llegarán más alto en su carrera profesional

Todos sabemos lo malo que es el estrés para el cuerpo, sin embargo, tendemos a desestimar lo nocivo que puede ser para una carrera profesional. Cuando la presión golpea en el lugar indicado, las personas suelen perder sus cabezas para dar paso a impulsos faltos de juicio.  

En ese sentido, es probable que hagan cosas de las que luego se arrepientan, especialmente cuando son descartados para un ascenso o, incluso, despedidos. 

El estrés y el trabajo son inseparables en estos días. Manejar el estrés con gracia es lo que hace a un empleado distinto y lo que lo califica como un elemento de management a tener en cuenta. 

Sobre el estrés…

En primer lugar, es importante dilucidar por qué flaqueamos ante presiones intensas. Cuando se enfrentan a una situación estresante, nuestros cerebros se pasan a funcionar bajo un sistema de defensa primitivo e instintivo. Nuestro cuerpo produce adrenalina en gran cantidad, preparándose para la lucha o el escape, dejando de lado los procesos lógicos.  

En el mundo moderno, solemos defendernos a través de ataques de ira y palabras hirientes. Sólo después de que nuestro cerebro se tranquiliza y vuelve a funcionar dentro de los protocolos normales, es cuando nos damos cuenta de nuestros errores. 

¿Y cuál es la solución? Saber cuándo se está por perder la cabeza y detener el flujo de adrenalina. Se trata de no dejar que el pánico tome el control. En lugar de ceder a la urgencia del desenfreno, tómate el tiempo para dejar que la razón vuelva a su lugar. Respira profundamente y piensa en lo que estás por decir.    

Situaciones estresantes 

Los cinco escenarios a continuación requieren tacto, razón y, sobre todo, tranquilidad. Si tú puedes mantener el equilibrio durante estos momentos caóticos, pronto serás conocido como el superhéroe de las oficinas. 

  1. Te involucras en una discusión

La jornada está terminando y todos están trabajando para terminar con un proyecto que todavía dista de estar listo. Los nervios de las personas están alterados, y lo compruebas cuando un compañero de trabajo se acerca a tu escritorio y te dice que el e-mail que habías enviado a su equipo de trabajo era demasiado rudo y autoritario. Él te dice que le has hecho sentir como si tú creyeras que eres el jefe de la empresa. Tú lo invitas a calmarse y que le dices que se deje de sensiblerías. Asimismo, le explicas que te encuentras bajo presión, en cuanto a los tiempos, y que necesitas ser rápido y eficiente con las palabras, y que no tienes tiempo para fijarte si los buenos o los malos modales de tus mensajes pueden ofender a los demás. 

Él contragolpea acusándote de haber hurtado el proyecto, de creerte el jefe, y otras tantas. La discusión escala en asperezas, algunos otros trabajadores comienzan a involucrarse y nada bueno queda como saldo. 

El problema es que tú has explotado a causa de tu propia frustración, haciendo que aquellos en tu entorno sólo resulten más estresados. Y en lugar de mantener la calma, te subiste al mismo nivel de animosidad de tu acusador. 

La clave pasa por no ponerse a la defensiva y por no tomar las criticas personalmente. En lugar optar por tu respuesta genéticamente programada, tómate el tiempo para ordenar los pensamientos y mantener la compostura. 

En el caso recién mencionado, deberías haber respondido con calma: “Entiendo por qué te sientes de ese modo. El proyecto es muy estresante y las fechas límite son inamovibles, por lo que a veces tendemos a ser un poco bruscos en la búsqueda de la máxima eficiencia. Te pido disculpas si mi e-mail te ofendió”. 

Al responder la agresión con educación, tú desarmas a la otra persona, quien, indudablemente, estaba esperando una respuesta subida de tono. Incluso si sabes que tienes razón, tratar de probarlo ante un compañero cabeza dura conducirá a nada. En otras palabras, a veces es conveniente ser inteligente que correcto. 

  1. No conoces la respuesta de una pregunta

Es a lo que más temen los políticos y los líderes de negocios: una pregunta que los tome desprevenidos durante un discurso o una presentación. Una opción es tartamudear, sudar y entrar en pánico, dado que no tienes una respuesta rápida preparada. Sin embargo, existe una forma mejor de manejarlo. Recuerda que tú tienes el control sobre tu discurso. La audiencia tiene la obligación de mostrar cortesía y mantenerse apegada al foco de la presentación. Si la pregunta es irrelevante, tienes el derecho a decir: “Ése es un punto interesante, al que haría referencia si tuviéramos más tiempo. Lamentablemente, no podemos desviarnos del asunto que nos ha convocado hoy”. 

Por otra parte, puedes decirle a la persona que estarías encantado de hablarle personalmente después del discurso. De esta manera, tendrás algún tiempo extra para intentar una respuesta apropiada. Asimismo, puedes agradecer a la otra persona por su pregunta y decirle que la atenderás más tarde, cuando otros aspectos hayan sido disertados.      

No obstante, si la pregunta es importante, puedes tomar por el camino más corto y reconocer que no conoces la respuesta. Después de todo, eres un ser humano. Y, si lo haces con confianza, no parecerá una falta de preparación, sino un asunto de agenda o temario. Por ejemplo: “Ésa es una muy buena pregunta, y debo reconocer que no tengo la respuesta en este momento. Pero le aseguro que me informaré ni bien salga de aquí y le proveeré una respuesta lo más rápido posible”. 

  1. Cometes un error

Estás reunido con tus trabajadores y superiores, discutiendo las causas del fracaso de un proyecto. De pronto, un compañero dice que es tu culpa por haber entregado un archivo incompleto que resquebrajó el proyecto. 

Una vez más, deberás contener la urgencia inmediata de reaccionar a la defensiva y, en cambio, optarás por tomarte un tiempo para pensar. No te sientas en un apuro sólo por el hecho de decir algo.    

Pídele a tu acusador una ampliación de su punto. Solicita un detalle exacto de lo que arruinaste y cuáles fueron los efectos consecuentes. Escucha sus puntos. Después de eso, tienes dos opciones: reconocer el error o rechazar los cargos. 

Si, después de todo, te das cuenta que eres el culpable, asume la responsabilidad por ello. Pero esto no significa hacer un patético lloriqueo de disculpas a la vez que te golpeas la cabeza con la mesa. En cambio, alega algo como esto: “Gracias por apuntarme eso. Veo dónde cometí el error y haré lo posible para no repetir estos yerros en el futuro”. 

Por otra parte, si no fue tu culpa entera, hazlo saber. “Sí, cometí un error y pido disculpas. Sin embargo, cada persona que recibió este archivo tiene la responsabilidad de revisarlo en busca de errores”. Esta es una buena manera de hacer críticas constructivas sobre cómo evitar que se repita el incidente en el futuro, la vez que te separas de la responsabilidad total del hecho. 

Finalmente, si nada tuviste que ver con el error, refuta los puntos del acusador uno a uno, ateniéndote sólo a los hechos. No trates al acusador como a un idiota. Una vez que pruebes que no eres culpable, el responsable será encontrado (que muy bien podría ser el acusador, que estaba tratando de deslindar responsabilidades antes de tiempo). 

  1. Un compañero habla mal de ti

Descubres que alguien está dejando caer rumores sobre tu persona. Lo peor que puedes hacer es quedarte quieto y esperar que las cosas pasen. Dejar que las cosas sucedan sólo reforzará la práctica del murmurador. 

Al mismo tiempo, tú no quieres perder la cabeza. Ofenderte es exactamente lo que el otro sujeto quiere, y tú no deseas darle esa satisfacción. Debes confrontar a este sujeto cara a cara y demostrarle lo equivocado que está. Acércate cuando esté solo y, tranquilamente, maneja la situación. “Hey, escuché que andas diciendo estas cosas de mí a los otros. ¿Hay algo que quieras explicarme?”, puedes decir. 

Cualquiera sea su respuesta (podría salir con una serie de ataques o, cobardemente, desmerecerte), tu estrategia debería ser la misma. Lo último que él espera de ti es civilidad, por lo tanto, trata de descolocarlo. Intenta encontrar un suelo común, tal como su mutuo disgusto por el jefe o un cliente, o cómo ambos quieren que un proyecto salga adelante para el beneficio de la compañía.  

Luego, concéntrate en el grupo: “Tú sabes, todos trabajamos codo a codo y cosas como éstas lastiman la moral del grupo. Si logramos poner nuestras diferencias de lado, podremos hacer cosas brillantes”. Al desviar el centro de atención hacia un bien mayor (antes estaba centrado en ti), pareces una persona desprendida y, por lo tanto, mucho mejor hombre que él. Eso debería cerrarle la boca. Si no lo consigues, hazle saber que lo reportarás a las autoridades. 

  1. Tienes fechas límite muy apretadas

Las agujas del reloj giran cada vez más rápido y los clientes están esperando por el nuevo producto, que todavía se encuentra en etapas tempranas de desarrollo. Ésta es una de esas ocasiones en las que el más pequeño contratiempo puede generar una crisis de nervios. 

Lo primero que debes hacer es dejar de mirar el reloj y concentrarte en las tareas (no en la fecha límite). Haz una lista de prioridades y trabaja en las tareas urgentes primero. Si es necesario, divide las grandes tareas en varias pequeñas, de modo que sean más manejables y puedas realizar una a la vez. Asigna un rango temporal para cada actividad. 

Trabaja primero en aquellas tareas que luego deben ser pasadas a otros para revisión y aprobación. Si es posible, delega algo de trabajo en terceros. Evita las distracciones desconectando el teléfono, cerrando los mensajeros instantáneos online, y cualquier otra cosa que, por su puesto, no sea necesaria en ese momento. 

Finalmente, controla tu respiración. Un buen suministro de oxígeno controla la ansiedad, manteniendo tu mentalidad estabilizada. En cualquier caso, no te desanimes. Mantente concentrado. Los milagros ocurren cerca de las fechas límite.   

Una de las claves del éxito

En los ámbitos laborales estresantes de hoy día, aquellos que pueden manejar las crisis y los reveses adecuadamente están destinados a puestos de liderazgo. Todo tiene que ver con relajarse y pensar un segundo de más en aquellos momentos donde los instintos empujan para salir. Mantén el juicio en los peores momentos y lograrás maravillas.

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