Comprar con él o sin él, that is the question

Cansada de ciertas variables enojosas con ellos, a la hora de comprar y de haber acudido en pos de ayuda al oráculo del libro: los hombres son de Marte y las mujeres unas venusinas sin remedio, decidí consolarme haciendo un sucinto estudio de campo, entre las mujeres conocidas...

Invocando el consuelo de los dioses ante los resultados,  amigas íntimas, de vista, compañeras de trabajo o vecinas, hijas, amigas de la hija adolescente, más grandes y más chicas; no se salvó nadie. 

Con los resultados hallados llegué a algunas conclusiones.  De todos modos, con algunos me soslayé, con otros me reí y con las excepciones, del si querida, confieso que no pude menos que frustrarme al mirar a mi lado al cuchicuchi que supe conseguir y que a veces, se conservar.  Pero a las conclusiones me remito, no importa la edad, a veces, es difícil salir con ellos de compras.

 

Nosotras que insistimos en ser compañeras, coparticipes, llevarlos de compras. 

En eso, la mayoría de ellos son lobos solitarios, les gustan hacer las cosas solos, solitos su alma; o en su defecto, con otro par, que seguramente entiende de todo lo que ellos entienden, mucho más que nosotras; así hubiéramos hecho un exhaustivo trabajo investigativo al respecto y  aunque el susodicho congénere sea un novato en el asunto en cuestión. 

Claro, habría que acordarse a tiempo o refrescar la memoria que para la visita guiada, para ellos no hay mejor cosa que llevarlos al sector de venta de artículos para autos. primero.  

Sus ojos son atraídos por diversos rubros: Automóviles siempre automóviles, qué raro; deportes, bicis fijas y de las otras, la nueva tecnología de las Cross, pesas, pelotas de futbol, etc. 

Y los miran y los vuelven a mirar  una y otro millón de veces más.   Están también los rayados por el jardín, y buscan por ejemplo el último grito en podadoras de jardín,  y nosotras, que los miramos tratando de invocar a los Dioses, para que nos salga un si querido; aunque sea por casualidad, mientras obstinadas en nuestro compañerismo ya repasamos todo  en cuanto al reglamento de los once corriendo tras una pelotita, para no confundir foul con corner y penal con tiro libre y menos con el mundial aproximándose.. 

Para que no se nos escape ningún comentario al pasar de pelota en pelota; siempre la número cinco lo más reglamentaria posible, por supuesto. 

Pasamos por el stand de los electrónicos y miramos su cara de embobado y nos sometemos a una interminable lección de electrónica para usar cuando tengamos el aparato destinatario de su mirada de embobamiento crónica en cuestión. 

De paso intentamos dilucidar la importancia de las velocidades de una  podadora,  para definir conjuntamente con él,  cual es la más TOP para comprar, a sabiendas que su entusiasmo durará un día y después miraremos a la dichosa podadora con cariño cada vez que se cruce en nuestro camino;  estorbándonos.  

Cuando están obsesionados con algo, ellos,  después de un tiempo, comprobamos que hasta nuestra mirada más hot y seductora pierde su efecto y minutos antes de que cierre el súper tironeamos de él y conseguimos arrastrarlo a nuestro objetivo. 

No sin que antes le dedique una larga mirada lánguida a lo observado y nos reparta culpas diciendo cosas como: "ves, siempre lo mismo, a lo que te gusta me llevas encantada y yo con vos no te puedo tener al lado ni medio segundo". 

Inútil es acotar que hace una hora que estamos de plantón mirando lo mismo, de frente, perfil, contorno y cintura que ya por poco lo aprendimos de memoria y que lo tendremos en cuenta para su cumpleaños, día del padre o san cono. Después de todo eso, con reticencias y a los tirones nos sigue,  ¿Semejanza con nuestros hijos o sobrinos?, olvídelo, como se le puede ocurrir eso, a UD. 

Eso en el mejor de los casos,  porque están los otros que toman el carrito del supermercado como si fuera un fórmula uno.  Arrancan, pierden medio segundo cronometrado por reloj y  hasta la línea de cajas no paran; con nosotras jadeantes a su lado. 

O si por esas casualidades nos detuvimos por el camino, hipnotizadas (he escuchado esa palabrita para describir el estado de una mujer ante algo que le gusta; como primera instancia, y prefiero olvidar las que le siguen), si una persiste en ese estado,  más de la cuenta, nos vuelven a buscar, con un repertorio que mama mía; si, mi madre, más mi suegra; porque él apela a la mía y yo apelo a la de él y hasta la reconciliación nuestras, pobres madres, se ven envuelta en los líos de su yerno y de su nuera.  

 

 
En otro grupo también están los vegetarianos que te vuelven loca con todo aquello que no tenga algo de planta.  A estas alturas te empiezas a preguntar si no es mejor deglutir planton que aguantarlo. 

Pero por las dudas te resignas y lo seguís aguantando, porque lo quieres con toda el alma, toda, y antes de hacer algún otro experimento tratas de convencerlo de que aunque estés a dieta, de vez en cuando, las carnes te pueden y que no hay nada de malo en consumir un poco de colesterol de vez en cuando.  Y ahí, nomás,  entras en las diatribas del colesterol bueno o malo.  

Tratando de explicar que también el colesterol malo se produce, no solo por lo que ingerimos sino por la mala sangre que podamos hacernos o no. 

Tratando de marcarle, matando dos pájaros de un tiro,  el palo de que podría ser muy productivo para el colesterol de ambos, dejar de discutir un poco de lo que sea, de vez en cuanto, pero a riesgo de que el colesterol malo te suba más de la cuenta en ese momento, porque no entiende tu simple explicación, suspiras y van a lo góndola siguiente, sea de lo que fuere. 

Por el contrario si es un carnívoro empedernido y vos luchas con la dieta y las tentaciones; tratará de convencerte de las bondades de un buen novillito mientras vos te imaginas la cara del pobre animalito momentos previos a faenarlo y rotundamente te niegas, diciendo: Estoy a favor de la sociedad protectora de animales, fueran quienes fueran y protejan lo que protejan. 

Disimulados o abiertamente, los hombres hacen lo posible por evitar el rubro ropa,  pero si no lograron eludirlo o eludirte, ponen cara de desesperados en la prueba del probador, haciendo malabarismos con el millón de prendas que le diste a sostener. 

Con las recomendaciones pertinentes de: cuidado que no arrastre, que no se apoye en el carrito si no es sobre una bolsita, etc. 

Y el pobre hombre a los suspiros pero medio resignado,  de vez en cuando pregunta: ¿te falta mucho?,  mientras una pobre diabla maldice el maldito momento que dejó la dieta para otro día, porque por cinco decímetros el cierre del pantalón no cierra. 

Y soltamos de golpe el aire que aguantamos para tratar de maternos en el pantalón para contestarle un agónico, frustrado y mentiroso: no querido, y arremetemos ¿por qué?  A riesgo de oír la soberana y temida respuesta: que lo estamos matando de ¡aburrimiento!

Sobre el cierre del horario del súpermercado, la cara es proporcional a los números que va sumando la cuenta.  Lo nuestro siempre es improducente, improcedente y afines. 

Y lo va descartando del carro con una impertinencia más propio de nuestro hijo que de nuestro compañero de batallas, pero en fin. 

Al llegar a casa, el reclamo, y luego siempre se va tras el diario y/o t.v., pero si no hace el sacrificio de desembolsar y guardar, OH, milagro empieza y ¿esto femenino para qué sirve?

O su variante: ¿para qué se usa?  Y una recuerda la propaganda de un afamado whisky: para qué le habrán puesto caballos pero con cara de pocker, sigue explicando y guardando.  

Repreguntándose si no era mejor desembolsar sola y no aguantarlo que a estas alturas, enredado en las bolsas, parece más el hombre de las bolsas que otra cosa". 

Mejor no recordar todo lo que olvidamos, porque ya cerró y  inútil es mandarlo a comprar al almacén de la vuelta.  Y si no empieza con el repertorio de preguntas insistente: y  para qué quieres esto y lo otro y lo de más allá para terminar escuchando nada benévolo y más bien belicoso y  preguntas como ¿qué hace falta?.  Compra lo que quieras y listo. 

Rememorando todo esto, llegó la hora comprar, voy con o sin él.  That is the questión.

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