Todos conocemos la enorme cantidad de
mitos que circulan sobre el envejecimiento. Veamos algunos de los más
importantes:
Mito
1: Ser mayor significa estar enfermo
Mito 2: El
secreto para una vejez exitosa, es tener la adecuada disposición genética
Mito
3: Los mayores representan una carga para la sociedad
Mito
4: Es imposible que los mayores adquieran y pongan en práctica nuevos
conceptos.
Mito
5: Los malos hábitos de toda una vida no se pueden cambiar.
Mito
6: Los mayores pueden llegar a tener deseo sexual, pero no mucho más que eso.
Estos mitos no vienen de la nada. De
hecho, nuestra sociedad está obsesionada con resaltar los aspectos negativos
del envejecimiento, antes que los positivos. Pero todos estos estereotipos,
mitos, y obsesiones, caen rotundamente al contrastarlos con las evidencias científicas.
Y si a todo esto le sumamos que los avances científicos de las últimas décadas
han prolongado y mejorado la calidad de vida, sería evidente afirmar que el
futuro pertenece a la madurez.
Pero… ¿A que nos referimos cuando
hablamos de evidencia científica? Concretamente
a los sorprendentes resultados de un amplio estudio científico sobre el
envejecimiento desarrollado por la MacArthur Foundation en los Estados Unidos. A
continuación, le presentamos los rotundos contrastes encontrados entre lo mitos
y las evidencias científicas:
Mito
1: Ser mayor significa estar enfermo
Uno de los hallazgos del estudio,
establece que las personas mayores tienen más posibilidades de envejecer muy
bien, antes que de llegar a ser dependientes.
De hecho, no mucho más
de 5 por ciento
de la gente mayor vivía en geriátricos (y esta cifra era mayor años atrás),
sino que además las personas de entre 65 a 74 años no manifestaron signos
de discapacidad en casi un 90 por ciento.
Por eso, en lo que respecta a esta idea,
el estudio pudo demostrar que las personas mayores son generalmente sanas. E
incluso en la vejez avanzada, la gran mayoría de la población mayor sólo
tiene pequeñas discapacidades funcionales, y esta proporción de personas con
problemas ha ido mermando con el tiempo.
Mucho de esto se debe a una gran reducción
en las enfermedades contagiosas agudas durante el siglo pasado, y a un descenso,
en las últimas décadas, de los factores predisponentes de enfermedades crónicas como las
relacionadas con la alta tensión, los altos niveles de colesterol, y el consumo
de tabaco.
Mito
2: El secreto para una vejez exitosa, es tener la adecuada disposición genética
Otros de los mitos que derribó el estudio
de la MacArthur Foundation es aquel que señala que los deterioros físicos
tienen relación directa con los genes. En efecto, sólo cerca del 30 por ciento
de los problemas físicos desarrollados en la vejez pueden ser atribuidos a los
genes.
Por eso, se puede afirmar que la herencia
no tiene una influencia tan poderosa en la decadencia física como se asume
generalmente. Esta conclusión tuvo también que ver con un estudio de gemelos
mayores e idénticos desarrollado en Suecia.
Incluso, se pudo determinar que a medida
que las personas envejecen, la herencia genética empieza a ser un factor mucho
menos importante que el ambiente y el estilo de vida. Así, cómo vivimos y dónde
vivimos tiene un impacto mucho más profundo en todas las funciones orgánicas -incluyendo el corazón, el sistema inmunológico, los pulmones, los huesos, el
cerebro y los riñones-que los genes.
Como todos sabemos, las conductas
relacionadas con el hecho de no fumar, llevar una buena dieta, hacer ejercicio
en forma regular, y comprometerse con la vida sana pueden ser en parte
heredados, pero nunca de manera total, por lo que cada persona -individualmente
y más allá de sus padres- es responsable en gran parte de su propio estado físico
y de salud durante la vejez.
Por eso, es posible decir que se puede
aumentar la habilidad física y mental incluso durante la madurez, si se tiene
el compromiso de tomar los recaudos necesarios (una vida sana) para hacerlo.
Mito
3: Los mayores representan una carga para la sociedad
Al medir el trabajo y el éxito, nuestra
sociedad simplemente no cuenta el trabajo voluntario o no pago. Se supone que
todo aquel que trabaja a cambio de una retribución económica es el único que
puede colaborar con la sociedad, y por ende, los que no lo hacen, son un carga.
Así, la actividad productiva pero no paga, no es parte de la ecuación para
medir la contribución a la sociedad.
Pero lo cierto es que el trabajo
voluntario puede ser mucho más importante que uno pago, ya que
se está prestando un servicio a organizaciones sociales no lucrativas que
posiblemente no podrían pagar por ese necesario trabajo.
Por eso, en un sentido más
amplio, la
mayor parte de la gente adulta es muy productiva, pues al tercio de los mayores
que todavía trabajan por la paga, se le debe sumar otro tercio que se ofrece de
voluntario en iglesias, templos, hospitales, comedores, u otro tipo de ONG’s,
y otro tanto que proporciona una indispensable ayuda informal a miembros de la familia, amigos y vecinos.
Pero además, el problema del trabajo en
los mayores no es por los mayores en sí mismos, sino por muchos empleadores que
les ponen todo tipo de obstáculos y no les dan las mismas oportunidades para
conseguir un puesto.
Asimismo, en las reducciones y fusiones
corporativos los primeros en ser despedidos son los trabajadores mayores, en
parte porque representan un costo mayor en salarios debido a su antigüedad.
Lo cierto es que, actualmente, son
millones los adultos mayores que están listos, dispuestos, capaces, y con ganas
de trabajar, y es muy común que aquellos empleadores que se han arriesgado a
contratarlos, más allá de los prejuicios sociales, se hayan encontrado con que
cumplen o exceden sus expectativas, y aportan una gran y valiosa
experiencia a la empresa.
Mito
4: No se le puede enseñar a un viejo lobo nuevas artimañas
Según las investigaciones científicas
llevadas a cabo por la fundación, se ha podido demostrar que la gente mayor puede, y
de hecho suele, aprender cosas nuevas. Por cierto, estas personas contaban con
tres factores claves que ayudaban a mantener intacta sus funciones mentales en
la vejez:
(1) una actividad física regular;
(2) un fuerte grupo social que servía
de apoyo; y
(3) la fe en sí mismos para hacer frente a lo que la vida tenía para
ofrecerles.
Como sabemos, los adultos mayores deben
aprender, regularmente, a utilizar aparatos y equipos que les eran totalmente
desconocidos durante su juventud, como por ejemplo los procesadores de alimentos,
hornos a microondas, o todos los botones de programación de una videograbadora.
Y por sobre todo, en la actualidad, deben conocer los secretos para manejar las
computadoras junto con todos los recursos que les provee Internet.
Entre otras cosas, se descubrió también
que las personas mayores, incluyendo aquellas que habían experimentado
algún descenso en sus capacidades cognitivas y mentales, podían, con una
instrucción apropiada, mejorar sus capacidades para suplantar la pérdida de memoria
ocurrida durante los últimos veinte años.
Mito
5: Los malos hábitos de toda una vida no se pueden cambiar
Otro de los grandes estereotipos que se
formulan en torno a la vejez, señala que cuando se es mayor, suele ser
demasiado tarde para cambiar estilos de vida y todo tipo de hábitos, incluyendo
aquellos más arriesgados y arraigados luego de toda una vida, como ser el
fumar, beber, ingerir alimentos elevados en grasas y no llevar una adecuada
rutina de ejercicios.
Incluso, pareciera como si los daños a
esa edad ya se hubieran hecho, y la gente a menudo no pudiera dejar de mantener
estos malos hábitos, ya muy arraigados y supuestamente irreversibles. Así, las
debilidades relacionadas con décadas de consumo de tabaco, uso excesivo de
alcohol, ingesta de alimentos ricos en grasas, y la falta de ejercicio físico,
parecieran ser sólo consecuencia irreversible de esos malos hábitos pasados, y por ende tampoco
tendría mucho sentido dejarlos de lado a esta altura.
Pero la verdad es que la naturaleza tiene
un gran don de perdonar. Por cierto, no existe una fórmula mágica que permita
que los adultos vuelvan a ser jóvenes, pero las investigaciones científicas han establecido que la mejor de las fórmulas con las
que se cuenta en la actualidad es mantener un estilo de vida sano, más allá de
lo que se haya hecho en el pasado.
Por eso, si se fue un gran fumador, se
debe saber que existe la posibilidad de que no se hayan provocado daños
significativos que puedan llevar a aumentar significativamente el riesgo de sufrir
enfermedades cardíacas. Sin embargo, las chances de que sí se provoquen estos
daños en la actualidad, se pueden reducir casi tan pronto como se deje de
fumar, por mucho que se haya fumado en el pasado.
De hecho, son muchos los estudios llevados
a cabo sobre gente mayor que han podido demostrar que, por ejemplo, el riesgo
de sufrir tensión arterial alta puede ser reducido mediante cambios en la
dieta y el ejercicio físico.
Es cierto que los zorros no suelen
abandonar la cueva, pero sí es posible lograr cambios cuando la persona decide desarrollar una buena actividad (y por ende capacidad) física, un estímulo
mental, modificar sus malos hábitos, y buscar apoyo emocional cuando sea
necesario.
Mito
6: Las luces pueden estar encendidas, pero el voltaje es bajo
Nuevamente, se extiende un estereotipo
sobre los hombres y mujeres mayores, en esta caso para dar cuenta de una
supuesta falta de habilidades tanto físicas como mentales, que tendrían una
repercusión determinante en la vida sexual.
En efecto, esta suposición de carencia de
las habilidades adecuadas encuentra su mayor expresión en la creencia general de que
es raro, e incluso categóricamente inadecuado, el interés y la actividad
sexual en la vida adulta.
La realidad señala que existe
efectivamente una disminución en la actividad sexual a medida que las personas
envejecen, pero que, sin embargo, existen tremendas diferencias individuales de
un caso a otro, que están determinadas por normas
culturales, de salud y disponibilidad o no de parejas para mantener sexo o
romances, mucho antes que por la edad cronológica, que de hecho no es el factor
más crítico.
Incluso, la gran demanda de Viagra
acontecida en los últimos años, debería disipar cualquier tipo de duda
respecto a la idea de que existe un descenso en el deseo y actividad sexual de
los mayores. Pero este mito ya se debería haber derribado desde hace mucho, ya
que incluso en un estudio llevado a cabo en 1953 -una época mucho más represiva en el aspecto sexual, y con muchos menos recursos de salud que en la
actualidad- demostraba que el 70 por ciento de los hombres mayores de 68 años
eran sexualmente activos.
Derribando mitos
Todas estas investigaciones, desarrolladas
durante décadas enteras, dan cuenta claramente de cuán falso es el prejuicio de
que ser viejo significa estar enfermo y frágil, pues de hecho la mayoría de
los adultos occidentales que no están inmersos en condiciones de pobreza, son
generalmente sanos.
E incluso durante la vejez avanzada, una
gran mayoría de la población mayor tiene sólo pequeñas discapacidades
funcionales, que no son determinantes para su pleno desarrollo, y, por
otro lado, han ido mermando con el correr del tiempo.
Por eso es posible ver en la actualidad
una mayor presencia y peso, dentro de la sociedad en general, de una población
adulta con sus facultades cognitivas y físicas plenas, que lleva una vida muy activa gracias a esta combinación de
vida más prolongada con menos enfermedades, que agrega vida a los años así como años a la vida.
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