El duelo, esta signado por el dolor, la aflicción. La pena que produce la pérdida de una persona amada o de una abstracción que ocupe ese mismo lugar, como puede ser: la pérdida de la libertad, un ideal, la imagen corporal, etc.
El momento del duelo suele ser considerado transitorio, dura el tiempo que cada sujeto necesite para elaborarlo, centrando todas sus energías en esta tarea.
Ese objeto, real o imaginario, sigue haciéndose oír en el psiquismo, en los recuerdos vividos que se despiertan. Pieza por pieza vamos a ir resignando esa ligazón tan aguerrida y esa energía va a volcarse en otro objeto o en algo que lo suplante.
El duelo se define como patológico cuando el proceso se prolonga sin encontrar una resolución, la persona resigna sus intereses y actividades, el mundo externo pierde belleza para él, transformándose en un “eterno dolor”.
En estos tiempos que nos toca transitar, además estamos expuestos a pérdidas de todo tipo: de capital, de trabajo, de vínculos familiares, de salud y porque no de nuestros ideales, formados en estas tierras, con miras a desarrollarse, a crecer y al desafío.
¿Qué pasa cuando un individuo deja su lugar a pesar suyo?
Escuchamos decir diariamente:” me voy porque ya no veo un futuro”,” no quiero irme”, “no tengo otra alternativa”.
Por momentos asistimos a un país de ”espíritus adormecidos”, donde el actuar se ve frenado sin tener mucho para ofrecer. Nos encontramos con efectos de confusión, de desilusión, el mundo se nos hace ajeno, hasta el uso de nuestro dinero se nos dificulta.
Aun los que dejan su lugar de origen, tomando una decisión acorde a su deseo, siguen añorando durante años ciertas cosas de su país natal, lo cotidiano, sus costumbres, su cultura.
Actitud similar observamos en los niños pequeños, cuando se les pierde un objeto muy querido, no aceptan reemplazarlo por otro.
El ser humano muestra gran renuencia a abandonar sus objetos de amor, objetos que cubren agujeros, que llenan espacios difíciles de suplantar.
Así como estas pérdidas, la aceptación de la muerte, es muy ardua para el ser humano, no tenemos registro de nuestra propia muerte en el inconsciente, cada uno de nosotros, esta convencido de su inmortalidad.
Solemos tratar a la muerte como algo contingente, no como natural, decimos: murió por edad avanzada, enfermedad, accidente, etc.
Lo que nos permite seguir es el deseo de continuar con vida , de poder realizar nuestros proyectos, anhelos y deseos más íntimos.
Poder transitar este momento y dejar nuestra huella inscripta en el tiempo. Una letra, una marca para ser leída, con el estilo singular, que es propio de cada ser hablante.
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