Muchos hombres tienen alguna vez una pareja con la que viven subidos al ring las 24 horas. Y cuando a esa unión le suena la campana del final, todos respiran aliviados (ellos, sus hijos, los vecinos, y los terapeutas).
Luego, al iniciar un nuevo vínculo, un varón que se enamora, se compromete absolutamente con el deseo de que esta vez todo perdure, y está dispuesto a descentrarse, a escuchar, a atender las necesidades su mujer, y a estar atento para que la relación funcione. Invierte energía, afecto, stress, tiempo, dinero, y todas sus ilusiones.
Sin embargo en el 2004 los machos descubrimos que hagas lo que hagas igual llega el día en que ella “no sabe que le pasa”.
Hasta ayer el flaco era su Tom Cruise, su Mesías, su Príncipe Azul, su médico del alma, y de pronto hoy se despierta, lo mira como si fuera un esquimal y piensa: “ ¿de dónde salió este tipo?”, y a partir de allí el fulano vale menos para ella que un bicho canasto que se le pegó en la ropa.
Hasta la semana pasada si a ella se le ocurría plantar rosas en un campo minado en Irak, le pedía a él que la acompañara para no sentirse sola. Hoy en cambio necesita “aire”, “espacio”, no quiere ver ni la foto de la cédula del pibe y hasta su nombre se convierte para ella en un virus contagioso.
Entonces decide hacer las valijas y partir silbando bajito, rumbo a algún lugar donde se supone que va a hallar la paz interior (que vaya a saber uno porqué extravió) y de paso a encontrarse a sí misma.
¿Y qué le hizo Romeo a Julieta para merecer esto? Nada. Pero ella no sabe qué le pasa y no piensa descubrirlo junto a él, total él es hombre y se puede quedar solo.
Sus amigas la tranquilizan: es la crisis de los (pónganle la edad que quieran), y según la logosofía, las etapas humanas previstas por el budismo congoleño, y las profecías de la ladilla de adobe (animal de algún horóscopo criollo), lo que ella hace está muy bien.
El abandonado, mientras, ahogado por la incertidumbre y la melancolía, enciende la radio y escucha a Los Pericos, la Bersuit, Maná, Cheyenne, rogarles a la mariposa traicionera que vuelva, y por fin tiene que cambiar de estación, como narra un tema, porque muchos temas lo obligan a recordarla.
¿Qué les pasa a las mujeres de hoy?
Yo les cuento: en las grandes ciudades hay demasiados espejitos de colores, y la fantasía femenina se encandila con ellos. La adolescencia interminable que las afecta les impide vivir el amor sin utopías eternas.
Un matrimonio nuevo no es sólo la taquicardia y el orgasmo múltiple: es la convivencia, la preocupación, la lucha compartida para arreglar ese caño que se rompe y resolver situaciones dilemáticas como por ejemplo que el dólar suba el trescientos por ciento y los sueldos no.
Pero tu chica, como canta Cindy Lauper, sólo quiere divertirse. Así que, ponga música maestro, que solo nos queda decir como en un tango: que Dios la perdone.
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