Nada nos es
dado gratuitamente, pagamlos un precio –y buen precio- por todas nuestras
conquistas, en pos de beneficios
tenemos
obligaciones que nos hacen privarnos de más de un placer o comodidad
Así es la vida,
nuestra vida. Aprender nuevos códigos, conseguir posicionarnos correctamente
frente a los desafíos garantizan nuestra supervivencia cada día.
La acumulación
de obligaciones y el “correr” continuo -que se transformaron en parte de nuestra
cotidianeidad- terminan por interferir
con
nuestra
intimidad.
Si antes
teníamos problemas
bien específiclos, como la impotencia, frigidez o eyaculación precoz,
hoy
tenemos
un fantasma atemorizante
y cada día más común, que ataca indiscriminadamente a hombres y mujeres: la
inapetencia sexual.
Exactamente eso, inapetencia. No está ligada a ningún problena físico, ni
amoroso. Conozco parejas absolutamente enamoradas que sufren de este mal.
Acontece en nuestra intimidad. silencilosamente, de a poco, sin síntomas
aparentes, sin señales de alarma que puedan advertir de su proximidad y suscitar
una reacción de nuestra parte.
Todos
tenemos
una agenda mucho más importante que nuestra agenda física, comprada en cada
inicio de año. Es nuestra agenda mental.
Es ella la que
nos dice lo que es
realmente importante en nuestro día a día y es ahí donde es posible percibir -si
observarmos con atención- que la
inapetencia se instaló.
Basta observar
qué grado de importancia tienen el amor y la pareja entre todos nuestros
quehaceres diarios. Haz tu análisis particular y tendrás la respuesta.
Debería ir en
primer lugar… Dije “debería”.
Porque
cuando
estamos bien y felices con nuestra vida amorosa, recibimos una carga extra de
energia que podemos
usar en todos los otros aspectos de nuestra vida. Esto
es real
y verdadero, más curiosamente (tristemente) dejamos siempre que otras
obrigaciones pasen primero que nuestro placer.
Cuando hablo de
esto, no me estoy refiriendo a un matrimonio o a un romance, aún solos
la
satisfacción amorosa debería estar en primer lugar.
¿Cómo, Regina, si estoy solo?
Si en este punto tiene deseos de preguntarme esto, créame, no estoy bromeando.
Podemos estar
solos y, al mismo tiempo, posicionados de forma abierta y receptiva a una nueva
relación, pero si estamos solos y nuestro placer
se encuentra enterrado debajo de 20 cosas más “importantes” en nuestra vida,
es como si tuviésemos siempre prendida una luz roja de “ocupado”…
Nada más eficaz
para apartar cualquier corazón que pudiera querer aventurarse…
Pero lo peor es
lo que viven las parejas afectadas por este mal, para ellos el dolor es más
intenso, porque tienden a no comunicar lo que les pasa y así cada uno termina
adoptando dos posturas negativas frente a este proceso.
O se sienten
culpables por su desinterés ante su pareja, o se sienten heridos por el
desinterés de su pareja: posición de vcítima o de culpa…
O peor aún -en
los casos extremos-: ninguno de los dos alcanza siquiera a percibir el fantasma
que se instaló entre ellos, dejan los dias correr, las estaciones sucederse y
terminan convertidos en meros conocidos que comparten la misma cama.
¿Antídoto?
¿Soluciones?
Estar atento a
su intimidad, no dejar que la velocidad de los acontecimientos le haga perder el
control interno, ni que oculte sus verdaderas prioridades.
A las parejas
que me confiesan este problema,
les aconsejo volver a enamorarse. Exactamente eso: no hablo de sexo salvaje ni
de técnicas especiales para el amor –aún reconociendo el valor que tienen para
ayudar a salir de la rutina- sino de enamorarse.
Caminar tomados
de la mano, helado en la plaza, cine, juegos y bromas, revivir las viejas
costumbres, inventar nuevas formas de seduccion…
En síntesis,
despertarse a la necesidad de valorizarse y valorizar a quien se ama, fazendo
isso, para así librarse con seguridad del fantasma que hablamos y garantizar/se
mucho, mucho más placer en su vida.
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