La familia ante el diagnostico de diabetes

Una de las situaciones más dolorosas que una familia debe enfrentar es la de saber enfermo a uno de sus miembros, más aún si se trata de un hijo...

El
mundo se derrumba, la enfermedad compromete no sólo el presente de todos, sino
principalmente su futuro. El diagnostico se vive como una sentencia y el dolor y
la confusión son características de este momento.

Otras
preocupaciones, ante importantes, el trabajo, el dinero o dificultades de
pareja, por ejemplo, pierden relevancia frente a este hecho nuevo, inesperado,
que lo inunda todo. El diagnostico de la enfermedad puede llegar a amenazar las
seguridades familiares y la frustración que implica, convertirse en un fracaso.

Así
lo señala en una comunicación personal, la Dra. Carmen Mazza, médica,
especializada en estos temas, quien alerta sobre las consecuencias que la
confirmación de un
diagnostico de diabetes infantojuvenil trae a la familia.

SHOCK INICIAL

Como
el inicio de la diabetes suele ser súbito y dramático y la confirmación
inmediata, los padres no tienen tiempo de elaborar esa situación y no es extraño
que aparezcan en ellos sentimientos de confusión o desconcierto, ¿qué es esto
que nos pasa? ¿Cómo es posible si antes estábamos tan bien?

Es
natural que ocurra así. Los seres humanos podemos soportar presiones hasta un
cierto limite – variable según las circunstancias y el temperamento de cada
uno- , sobrepasado el cual aparece la desorganización y se entra en crisis. Por
regla general, la enfermedad de un hijo "de por vida" es un shock
imposible de evitar.

ETAPAS

A
partir del shock inicial los padres comienzan un largo camino que – en el mejor
de los casos – los llevará a la aceptación de la enfermedad de su hijo y a la
asunción de conductas adecuadas. Sin embargo, hasta llegar allí, pueden
presentarse diferentes etapas.

a) Negación: este es un mecanismo normal: las personas
suelen negar circunstancias dolorosas de la vida, por ellos los padres o los
hijos pueden caer fácilmente en ella.

Dada la permanente necesidad de cuidado
que existe en la diabetes, es una exigencia difícil ubicarse en el punto
correcto: ni abrumar a los hijos con cuidados ni aliarse con ellos para
"olvidar" los que les pasa.

b) Miedo: cuando nos
referimos a este tema, hablamos de excesivo temor, pero un monto de
"miedo" razonable a las consecuencias del descuido es un estimulo para
seguir un buen tratamiento.

Sí los padres se exceden, mostrándose ansiosos
ante sus hijos, y por lo tanto sobreprotectores, estos o bien reaccionan descuidándose
por rebeldía o bien quedan sometidos a ellos.

c) Culpa: otra respuesta
posible al diagnostico, incrementada por el hecho de que se trata de una
enfermedad hereditaria, es la
culpa.

Cualquier aceptación de culpa por uno de los padres (por ejemplo, aquél
en cuya familia existan antecedentes) o la adjudicación de culpa de uno al otro
no tiene sentido, no ayuda a la aceptación y, por lo tanto, rara vez es una
forma provechosa de motivación a largo plazo.

ACEPTACIÓN

En
la medida en que estos sentimientos pueden ser hablados y entendidos por los
padres será más fácil para ellos acceder a una mejor aceptación de la
enfermedad.

Esto significa, simplemente, la admisión de un balance honesto en
que el debe y el haber – como en cualquier otra persona madura – muestran
perdidas y ganancias en una recuperación de los valores familiares que el
primer impacto de la enfermedad pareció haber destruido.

Pensar
así es bueno para los padres y también para los hijos pues están aprendiendo
así a vivir bien con su diabetes y es difícil obtener una victoria sobre un
padecimiento crónico hasta que éste no se acepte.