Más de una vez, las comedias televisivas de todo el mundo representaron la vida una familia extendida, viviendo todos en el mismo hogar. Allí, podíamos ver la ternura de los abuelos, la sana rebeldía de los hijos adolescentes, o los sinsabores que les significaban a los hijos más adultos tener que enfrentarse con el “mundo real”, todo rodeado en un clima de camaradería, alegría, y buen humor.
Sin embargo, la realidad no es exactamente la misma. Esto es lo que señalan aquellas personas de mediana edad que tienen a su cargo tanto a sus padres ancianos como a sus hijos adultos. Ninguno de ellos reniega del amor que sienten hacia los mismos, ni tampoco del fundamental apoyo que los mismos brindan a su vida, pero todos coinciden en afirmar que es muy duro y desgastante tener que soportar, tanto en el plano económico como afectivo, tanto a padres como a hijos.
Cambio de vida
Las crisis que se han vivido en Latinoamérica, no sólo se puede ver en las variables macroeconómicas y lo fríos números. De hecho, estas crisis han cambiado todas las costumbres de vida, y, entre las familiares, los expertos resaltan el gran número de parejas de mediana edad que deben hacerse cargo de mantener bajo su techo a sus padres, -cuyo magra jubilación les impide mantener una calidad de vida decente-, y a sus hijos adultos, a los cuales el desempleo, o los bajos salarios, los tiene confinados a una dependencia continua con sus progenitores.
Así, estas personas, que suelen tener entre 45 y 60 años y a la que los expertos denominan como parte de la “generación sándwich”, -por el hecho que han quedado “atrapadas” entre la necesidad de atender a sus padres e hijos-, se ha acostumbrado, no sin mucho esfuerzo, a educar a sus hijos pequeños, consolar y apoyar económicamente a sus hijos adultos desempleados, y a cuidar, llevar al médico, y asistir económicamente a sus padres adultos, intentando, en el medio, no perder de vista su relación de pareja.
El término de “generación sándwich”fue señalado por el psicólogo norteamericano Quaeshi Walker, quien, a pesar de vivir en la mayor potencia mundial, advirtió que la crisis global de los últimos años había provocado que muchos hijos retrasen su partida del hogar (o vuelvan al mismo) y que muchos padres mayores se dirijan a vivir con sus hijos, por el hecho de no poder afrontar un cuidado médico con gastos cada vez más onerosos.
Un hecho reciente
Pero… ¿Por qué se considera relativamente reciente a este fenómeno? Esto tiene relación con el empobrecimiento que ha venido sufriendo, desde hace unas tres décadas a esta parte, gran parte de las familias de clase media.
Sucede que el auge neoliberal que predominó en la mayoría de los países latinoamericanos a partir de la década del setenta, transformo un tipo de Estado, el Estado de Bienestar, a uno de “Laissez faire”, es decir uno que no regulaba.
El primero de estos tipos de Estado, se encargaba de que sus ciudadanos gocen de un servicio social mínimo, que proveía trabajo, asistencia médica, y jubilaciones con montes acordes para poder desarrollar una vida digna.
Pero una vez que las grandes corporaciones lograron sacar del centro al Estado regulador, para tomar todos estos servicios en sus manos y hacer de ellos un negocio, comenzó a verificarse un paulatino pero sostenido deterioro social que hoy en día puede ser visto, entre muchas otras cosas, con este modelo de convivencia familiar.
Además, el aumento en la expectativa de vida que tienen muchas personas de los países occidentales, provoca que los mayores vivan más años, y por ende, requieran mayores cuidados y por más tiempos, los cuales insumen en parte el tiempo que los padres les dedicarían a sus propios hijos. Así, se invierte la lógica familiar que señala que son los padres quienes deben cuidar a los hijos.
Enfrentando problemas
Si bien es cierto, como se señaló, que la mayoría de las familias gozaba en varios puntos de esta convivencia familiar, no menos real es que muchos terapeutas familiares afirman que cada vez son más las consultas que reciben a causa desavenencias entre padres, hijos, abuelos, o entre las mismas parejas, que deben tener a su cargo a toda la familia, lo cual les hace perder intimidad y tiempo para disfrutar en soledad.
Estos problemas, afirman los especialistas, tienen su correlato en el sistema inmunológico, por lo que es muy frecuente que las personas pertenecientes a la “generación sándwich”, -en especial las mujeres, que suelen involucrarse más con los cuidados de su familia, tanto por factores intrínsecos como por presiones sociales -, lleguen también a los consultorios con trastornos psicosomáticos, diversos tipos de cansancios, estrés, contracturas, fiebres, gastritis insomnio, fatiga crónica, irritabilidad, picos de hipertensión, presión en el pecho, angustia y, muchas veces, un muy mal humor.
Todas estos problemas son el producto del peso que les contrae la responsabilidad de hacerse cargo de tamaño grupo familiar; y además las mismas pueden repercutir muy negativamente sobre todos los demás integrantes del entorno familiar, que deben convivir con personas con una salud psíquica o física debilitada.
Por cierto, existe una sensación ambivalente entre los padres e hijos que conviven con la “generación sandwich”, ya que por un lado, se sienten culpables de generarle ciertos problemas como los descriptos anteriormente, pero, por otro, no pueden dejar de depender de estas personas.
Pero a pesar de los conflictos, son mayoría las personas integrantes de estos grupos familiares que afirman haber aprendido muy bien a convivir, mediante el respeto y la comprensión mutua, y que, de hecho, sienten fundamental el apoyo que cada miembro de la familia brinda a su prójimo, un apoyo del que tal vez carecerían si no tendrían este tipo de convivencia.
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