La rebeldía del adolescente con diabetes

-¡Odio a mi hermana cuando se como el dulce de leche. Se lo recome. Y yo sé que lo hace para hacerme enojar! Es una...

Y
la rabia que delatan las palabras de esta chica son totalmente normales y
esperables:

Los
jóvenes, en una edad en que están llenos de vigor y esperanza, nunca esperarían
padecer diabetes, una enfermedad asociada, por lo común, con gente de mayor
edad.

Los
adolescentes suelen suponer que los cuidados que la diabetes impone armoniza
mejor con la vida sedentaria de las personas entradas en años, para quienes,
por tanto, el tratamiento no ha de implicar tantos esfuerzos.

A
menudo la gente joven es valiente y suele enfrentar la adversidad con ánimo
sereno, especialmente cuando ésta se abate de improviso, pero no está
preparada para soportar algo "para siempre".

Para
esto conviene entender las diferentes concepciones que poseen los chicos y los
adultos acerca del tiempo y tratar de ubicarnos en la perspectiva que los
adolescentes puedan tener.

Actitud
de los padres


En el tema que nos ocupa tiene una capital importancia la atitud de los padres
del chico con diabetes y esta actitud está profundamente influida por la menor o
mayor aceptación que hayan hecho de la enfermedad de su hijo.


A ellos también suele resultarles más fácil enfrentarse al reto de una
enfermedad aguda, o aún de un accidente que superar la intrusión de una
enfermedad hereditaria para la cual no hay todavía cura.


Cuanto menos elaborada se encuentre esta situación, de menos tolerancia podrán
disponer los padres frente a su hijo y menos comprenderán a aquél a quien le
pasa exactamente lo mismo que a ellos.


Y si las complejidades de la dieta que imaginan muy dificultosa, los aplastan y
les asustan las reacciones de insulina, es muy raro que puedan actuar con calma
y serenidad en esta cuestión y que los chicos no perciban la angustia paterna.

Es
bueno aclarar que la
ansiedad
no sólo la transmiten las palabras (porque a veces los padres callan) sino y
especialmente otros mecanismos más sutiles -gestos o actitudes reveladoras- que
son fácilmente decodificadas y percibidas por los hijos. Esto último no debe
acentuar la habitual
autoexigencia paterna.

Bueno
es recordarlo: ningún padre o madre se siente Superman o la Mujer Maravilla.
Son personas a veces tironeadas por las demandas de la adultez y trabajar sobre
el tema les permitirá estar mejor, y estar mejor significará entender y
tolerar reacciones de sus hijos.

Los jóvenes

Veamos, sumariamente, que les pasa a los jóvenes.
Como a todas las personas de su edad se sienten golpeados por los cambios que se
presentan desde la pubertad en adelante y por la desubicación que se expresa en
el área corporal, afectiva y social, característica de este periodo.


Antes que diabéticos, estos chicos son adolescentes,
vale decir, seres cambiantes, cuyo mundo repentinamente complejizado los
desorienta y ante el cual reaccionan, paradójicamente, con una falsa seguridad
despectiva o mordaz, en ocasiones que no hace más que ocultar profundo miedo e
inseguridad.

Dado
que el mundo de los adolescente se tambalea permanentemente sus actitudes son el
reflejo de ese constante vaivén: hoy es sociable y no se queda un segundo en
casa,
mañana no sale de su cuarto ni atiende el teléfono,
a períodos de dieta rigurosa siguen momentos en que se lo comen todo, de
repente la amiga del alma se vuelve detestable… y podríamos seguir acumulando
ejemplos.

Ahora bien, ¿Cómo armonizar con esta inestabilidad
los cuidados esmerados y continuos que un enfermo de diabetes debe cumplir?, y
¿cómo no afligirse o preocuparse si los chicos transgreden?

De lo que veíamos
del mundo adolescente resulta casi obvio pensar que transgresiones ha de haber y
que de la conducta de los padres ante ellas dependerá que ellas se conviertan
en la expresión de la rebeldía ante la autoridad paterna.

La situación se
acentúa cuando los padres suponen que esto es algo que los chicos les hacen a
ellos (algo así como el "nene no me come" o "no me
estudia")


En realidad el joven con diabetes debe aprender desde
muy temprano, a cuidarse no para agradar a nadie, sus padres o su médico, por
ejemplo sino para él, para cuidar por sí mismo de su propia salud.

Si las cosas no se encaran bien
dentro de la familia, la diabetes puede convertirse en un gran resonador de la
adolescencia y en la excusa adecuada para sintetizar dificultades que no tienen
que ver con ella.

Importancia del grupo

Otro fenómeno característico de este período
evolutivo es la importancia que adquieren otras personas y grupos -fuera de los
familiares- para el adolescente.

El lugar privilegiado que antes tuvieron los
padres en el espíritu del chico, ahora es ocupado por los amigos a quienes hay
que parecerse lo más posible.

Para ser estimado y valorado es preciso ser y
hacer lo que el grupo es y hace, esto explica la búsqueda de la aprobación del
grupo y la huida del individualismo.

Cualquier elemento extraño al estilo de
vida usual (la dieta o las pruebas de sangre, por ejemplo) pueden ser muy
odiosas y exponer a los jóvenes al sentimiento de estar "fuera de
onda". Por ello suelen aparecer o intensificarse depresiones más o menos
intensas bajo las cuales anidan sentimientos de invalidez o de auto agresión.

Es muy común así que algunos adolescentes se cuiden a los doce, trece, o
catorce años y a los quince, repentinamente, tiren la toalla y esperen que otro
la recoja.

Los
padres suelen tomar las cosas como definitivas (si no se cuida hoy no lo hará
ya nunca más) y "se enganchan" en peleas -ignorando que los hijos tienen
más interés en el propio cuidado que el que dejan traslucir- que llevan a
fijar la situación convirtiendo a la diabetes en el campo de batalla de otra
cuestión: los intentos crecientes, dificultosos y a menudo equivocados de los
adolescentes por adquirir independencia y desprenderse de la tutela paterna.

No
olvidemos que a todos los padres les asusta "soltar" a sus hijos y que
la enfermedad pueda constituir también una excusa para ellos.

No
se pueden dar reglas generales ni sugerir conductas apropiadas: cada ser humano
es único e irrepetible, cada familia tiene características que le son
exclusivas: pero sí debemos decir que la diabetes es una contingencia más en
la vida de un individuo, no la causa que lo explica todo.

Suponer esto último
entraña el riesgo de llegar a la paradoja de que la enfermedad se vuelva
indispensable a nivel psicológico.

A
todo padre le cuesta ver crecer a sus hijos y aceptar que éstos aprendan a
cuidarse por sí mismos; el peligro aquí es muy grande, bajo el pretexto del
cuidado anidan la dependencia.

La tendencia creciente de los médicos a que los
niños -desde muy pequeños-, se cuiden es una sabia medida de futuro valor
preventivo. Confiemos más en los jóvenes y en la fuerza innegable de la vida.

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