Quiero empezar, contando la respuesta de un sacerdote budista de 70 años, en una entrevista que le hicieron, en su visita a una ciudad.
Le preguntaron, ¿cuántos años tiene Ud.?. 15 años dijo. Sorprendidos por la respuesta, por lo que veían, le dijeron: ¿cómo así ?, les explicó:
Tengo 15 años porque son los que “espero” vivir más, los 70 que han pasado no cuentan, porque ya los viví, bien o mal, y no puedo retroceder en el tiempo para volver a contar con ellos, los únicos años de vida que me quedan son los que yo “siento” que voy a vivir. Amigo lector, ¿cuántos años tiene usted?.
A Juan Pablo II, cuando tenía 69 años, una reportera alemana le hizo la misma pregunta, a lo que respondió, ¿usted, cuántos años me ve?, ella le habló de unos 58 años, esa es la edad que tengo le dijo el Papa, la que usted me ve.
Reflexionemos un poco sobre estas anécdotas. Generalmente el consenso de la sociedad, incluida la familia, es el encargado de determinar lo que tiene que “sentir” y cómo debe “comportarse” una persona de 20, 40, 60…o más años, el problema para la persona es que se someta a ese consenso, independientemente de lo que ella sienta.
Los años vividos son muy útiles cuando hemos adquirido experiencias y aprendizajes de todo tipo que nos permitan vivir, los que nos quedan, más racionalmente, sin cometer los mismos errores, desde el momento en que hacemos esta reflexión, en adelante.
Porque los años cronológicos no nos cambian por el solo hecho de irlos cumpliendo, nos cambia es nuestra preocupación constante por mejorarnos. Nunca terminamos de aprender si tenemos esa mentalidad abierta.
Para un reinado de belleza, una candidata que pase de 25 años es “muy vieja”, en el campo laboral alguien que pasa de 35 años ya lo consideran viejo, pero para la presidencia de un país o la gerencia de una compañía, está muy joven.
Normalmente para una presidencia se elige a una persona que pase de los 50, porque por su experiencia brinda más garantías que una de menor edad.
Para elegir a un Papa, normalmente lo buscan de más de 70 años, por las mismas razones anteriores. Se imaginan el trajín y la responsabilidad que encierran estos cargos?.
Esa variedad en los conceptos empieza desde muy temprana edad, al niño le decimos: usted está ya muy viejo para que siga con el tetero, pero está muy niño para que salga a la calle, usted todavía no puede hacer esto o aquello porque está muy niño, ¿por qué no se viste solo, si ya usted está muy viejo?.
Como vemos la confusión empieza desde muy temprana edad dentro de la familia.
En ese caos de conceptos es como vamos creciendo en los diferentes escenarios en que nos desarrollamos: la familia, el colegio, el trabajo y la sociedad en general.
Toda la vida seguiremos confundidos si no logramos superar estos conceptos que nos imponen los demás, recibidos a su vez por sus “formadores” o, mejor, “deformadores.
A eso le agregamos las etiquetas que nosotros mismos nos colocamos, yo ya estoy muy viejo para…, soy un inútil, ya no tengo fuerzas para…, yo ya trabajé lo que iba a trabajar, para qué me afano si ya me voy a morir, hágalo usted que está joven porque yo ya no puedo, así con esta programación, él mismo se va aniquilando desde los 40 años, ayudado por las etiquetas de los familiares, la pareja y los hijos, terminando sentado en un parque convencido de que es un estorbo.
Yo asocio “la edad” con “la salud”. Una persona, a la edad que tenga, si está enferma, no puede desenvolverse en sus actividades, si está sana y ha aprendido a hacer cosas, las puede desarrollar a la edad que tenga, independientemente de que le digan que “puede o no”, según el consenso.
Ahora, ¿de qué depende el que en realidad lo pueda hacer o no?, de su salud, por eso, al niño, desde su temprana edad hay que empezar a repetirle sobre la importancia del ejercicio y el deporte, para permanecer activo toda la vida, sin tener en cuenta la edad cronológica.
Lo que sí es una constante es que la persona que adquiere el hábito desde niño de no hacer nada o hacerlo mal, así continúa en la juventud, la adultez y la vejez. Una campesina decía: “buen niño, buen viejo”, creo que ahí está todo explicado.
Por consiguiente, el que determina cuántos años tiene usted, es usted mismo. Para que se sienta joven practique el ejercicio toda la vida, si no lo ha hecho, empiécelo, a la edad que tenga.
Se han hecho experimentos con personas de todas las edades, hasta de 80 años, inactivos toda la vida, por consiguiente llenos de dolencias, se les empieza un régimen vigilado y progresivo de ejercicios tanto mentales para desmontarle todas las etiquetas impuestas por la sociedad, como físicos y ya, a los ocho días, empieza ese organismo a reaccionar favorablemente en cuanto a sanación y para una mayor actividad.
Le recomiendo estos ejercicios, muy fáciles de realizar (primero hable con su médico):
- Si vive en la ciudad, busque un lugar con vegetación (un parque), en el sitio donde vive, donde sea pero que pueda caminar un cuarto de hora, respirando profundamente para que se oxigene su cerebro, pensando en el efecto que está teniendo el ejercicio en su organismo, no en deudas, inculpaciones o conflictos, vaya aumentando diariamente el tiempo de caminada, hasta que lo estandarice en siquiera 30 minutos o una hora diaria. Si puede buscar el campo para hacerlo, mejor. Muchos tienen fincas y no saben qué hacer con ellas.
- Tienda un plástico o lo que le sirva y acuéstese boca arriba bien extendido:
a). Levante ambas piernas hasta formar un ángulo recto, vuelva a bajarlas.
b). Siéntese y vuelva a acostarse.
c). Sentado, con las piernas abiertas, tóquese la punta del pie izquierdo con la punta de la mano derecha y gire la cabeza hacia la izquierda, luego haga lo contrario (todo, 5 veces el 1er día y vaya aumentando diariamente a lo que más pueda).Con estos ejercicios se van mejorando su apariencia abdominal, los dolores de espalda, los otros y, lo más importante, empieza usted a cambiar interiormente.
- Acostado boca arriba mueva los ojos de abajo hacia arriba, del lado izquierdo al lado derecho, gírelos en dirección de las manecillas del reloj y viceversa, empiece con unas 30 veces cada movimiento y vaya aumentando día a día y verá cómo mejora su visión y prevé enfermedades de los ojos.
Todo este régimen de ejercicios debe ir respaldado por una alimentación balanceada, baja en grasas, muchas frutas y ensaladas.
Recuerde que el hombre es esclavo de sus hábitos, ¿por qué no esclavizarse de los buenos hábitos?
Por Eduardo Victoria
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