La sabiduría de los cuarenta

O será que a los cuarenta se entienden algunas cosas


Será que al 4 y al 0 le suceden cosas, como por ejemplo que ya tiene conciencia,
ya sabe que ha vivido y que colecciona una sucesión de recuerdos. Como los
caracoles que el mar, arroja a la orilla.


Hay algunos bonitos, otros modestos, otros son grandes, algunos concentran su
belleza en lo pequeño.

Algunos en sus colores, otros en sus formas pero se
constituyen caracoles, como mis recuerdos, pasa más o menos lo mismo: se
constituyen y se reconocen a si mismos, recuerdos.


Será por eso, que a veces, solo a veces, se me da por la nostalgia. Y le pongo
una flor en su ojal o en el florero en el que a veces se le da la loca por
estacionar.

Y anda por ahí, el recuerdo del yo-yo, el tin tin, una lámpara de
Ali baba que guarda los cuentos y el secreto de que la primavera duraba un
segundo.


Será, entonces, también por eso, que empieza a gustarme el tango. O a lo mejor
será por eso que te entiendo Joaquín, (Sabina, por supuesto) cuando decís a mi
cuarenta y diez. O cuando decís, trovas y cantas: Resumiendo.


Porque el tiempo, no es el mismo de los veinte y una ya anda con ganas, de
hacerla más corta. Como decirlo, anda con ganas de ir resumiendo unas cuantas
cosas.

Cuando coincido en que crecí cuando había que crecer. Pero también
comprendo que si me cita la luna esquina Callao, puedo ir.


Y que si no me gusta una película en el cine soy libre de irme. Que ya hemos
sido señores y señoras, y somos dueñas de andar mandando palomas mensajeras, si
se nos place.

Porque sabemos que cuando estalle la guerra, estamos preparadas
para estar en la trinchera con los que amamos.


Porque hemos transitado campos minados y hemos sobrevivido para contarla.

Porque nos hemos hecho heridas, sabemos que el tiempo alguna cura, otras se toma
su tiempo para hacerlo y de vez en cuando supuran, pero también hemos sabido
seguir. Porque, el show, el show, siempre debe seguir.


Que todavía tenemos la galantería y la seducción para citarte: cuando se ponga
el sol. Porque todavía hay resto, entre las canas, para ver cuando se ponga el
sol.

Y también sabemos que puede llover sobre mojado. Sabemos de amores
civilizados y de los otros. Y sabemos morirnos contigo si te matan. Y matar
contigo si te mueres. Sabemos del contigo pan y
cebolla.


De calores de invernadero y besar cicatrices. Y sabemos lo que decimos cuando
decimos: no queremos contigo, sin ti.

Y pedimos que mueran por nosotros porque
podemos morirnos contigo si te matan porque el amor que no muere mata y porque
amores que matan nunca mueren.


Porque desistimos de los recibos, las facturas y los ticketes para saber de lo
verdadero. Porque lo olemos a flor de piel.

Porque a la par, nosotras las
mujeres, queremos 14 de febreros y
cumpleaños feliz, porque a veces queremos
elegir y que nos elijan el shampoo y brindar a tu salud.


Domingos por la tarde pero también sábados por la noche y también columpios en
el jardín. Porque ya sabemos morirnos contigo si te matan y matarme contigo si
te mueres.

Porque sabemos pero olvidamos llegar a fin de mes. ¿Y qué? Porque
ya supimos de volver a empezar.


Porque fabricamos cabriolas y payasadas para que te puedas reír y sabemos que no
siempre la hora de dormir, es la hora de dormir. Y no queremos revolver ninguna
cajita de las cenizas que el placer alguna vez procuró.

Y sabemos escribir una
canción de cuna, como también una canción de amor. Porque aún hoy sabemos
atracarnos con la flor de la pasión.


Y que los años no pueden apagar ningún ardor si nosotras no lo permitimos.
Porque yo aprendo a ser yo y vos aprendes a ser vos y juntos hacemos nosotros.

Porque fuimos carne de cañón y de temporal pero eso, aunque dolió nos hizo más
fuertes. Porque nos hemos roto pero nos hemos remendado, también.


Porque el agua de la lluvia no puede apagar lo que tampoco pueden apagar los
años, si no los dejamos.

Porque sabemos que antes o después hemos de
enfrentarnos al delicado momento de dejar un testamento que no siempre tiene que
ver con lo material que legamos.


A veces son solo son huellas, los derechos de amor, una carta en la manga, y los
resúmenes de vida desde la edad del pavo hasta la fatal hora.

Los besos dados,
los regateados. Mis aficiones, mis risas, que de mis aflicciones yo me encargo,
y tal vez deban hacerse cargo, de algunas de mis desafecciones que han andado
desafinando por ahí.


También será loable avisar que no busquen en mis secretos. Estos antes de
confesar se han exiliado al olvido prescindiendo del indulto que Dios les de,
como abogado de oficio.

Pero mientras tanto, ignorante de saber si el traje de
madera que luzca esté plantado, y quien me de la extremaunción no sé, como
diría, el gran Joaquín, estuviera recibido.


Le canto piedra libre y le doy la bienvenida a eso, que llaman, la experiencia y
sigo pensando y apostando, a pesar de los porrazos, que hoy y mañana pueden ser
un gran día.

Porque recuerdo los veinte cocidos a retazos y obligaciones
cumplidos con la carne con la piel de gallina.


Y con príncipes azules desteñidos a verde sin desesperar. De rimas y
consonantes y fuimos aliadas de la rutina sin forma, hasta que aprendimos y nos
hicimos enemigas acérrimas de la rutina sin creatividad.

Porque probamos los
cócteles de un buen chamuyo y las consecuencias también.


Adictas sin remedio de los delirios del amor. Usurera del azar. Festejamos los
barras libres de todos los hits y jugarle por jugarle a vivir. Y más fuerte que
nunca levantamos el cartel: prohibido prohibir.


Y porque todavía hay cuerda en este reloj, te escribo, te canto y sigo creyendo
en el amor, con caracolas que te dejan oír el ruido del mar y con vueltas de
calesitas, al por mayor.


Y dado que tengo experiencia puedo darme el consejo en voz alta, dejaré que de
vez en cuando los carruseles me mareen y los caireles me canten susurrándome su
canción en el oído.


Por Mónica Beatriz Gervasoni.

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