La vida después de ser víctimas de un delito

Pasada la dura experiencia, es probable que surjan nuevos trastornos, que se encuadran dentro de lo que los especialistas denominan “estrés postraumático”. En esta nota, las claves para enfrentarlos y superarlos.

Al día siguiente, su vida
ya no fue la misma. Temía salir sola a la calle. Temía volver a acercarse al
lugar del episodio. Temía asistir a cualquier tipo de lugar público. Y, durante
todo el día, experimentó jaquecas, trastornos gastrointestinales, y fobia a
ciertas prácticas, para, durante la noche, tener dificultades en conciliar el
sueño, y atravesar luego por abrumadoras pesadillas.

 Este puede ser el día
siguiente de cualquier persona que haya atravesado la experiencia de ser
víctima de un delito, desde un asalto hasta un secuestro. Es que, desde quienes
fueron ultrajados en su propiedad hasta quienes corrieron el riesgo de perder la
vida, todas aquellas personas que sufrieron un hecho delictivo saben muy bien
que el padecimiento no finaliza al momento de haber terminado el robo o
secuestro.

 Muy probablemente, horas,
días o meses más tarde, estas personas vuelvan a sufrir experiencias similares a
las que debió enfrentar al momento del delito, por más que se encuentren en la
seguridad de su hogar. Este trastorno, es definido por los especialistas como
“estrés postraumático”, y tiene que ver, justamente, con la tensión que le sigue
a la traumática situación vivida.

 Posiblemente, no faltaran
tampoco los auto-reproches por haber sido víctimas de un delincuente, muy
especialmente en quienes hayan perdido un familiar querido en el proceso del
robo o secuestro, lo que hace aún más complejo el cuadro.

 Según los expertos,
siempre quedan secuelas por atravesar este tipo de experiencias. Dependiendo de
la situación vivida y de la personalidad de la víctima, las mismas pueden ser
pequeñas y en algún punto pasajeras, o bien profundas y duraderas.


 Iniciando la recuperación

 En cualquiera de los
casos, una atención terapéutica es fundamental para superar en el menor tiempo
posible los trastornos experimentados, puesto que, en muchos de los casos, no
alcanza con intentar “olvidarse” de la situación, para que la tensión
desparezca.

 Sin embargo, es
justamente la posibilidad de tener que recordar y enfrentarse nuevamente a la
situación, lo que provoca que muchos pacientes se resistan a iniciar algún tipo
de tratamientos. Y es que en efecto, muchas personas, al regresar mentalmente al
momento del asalto o secuestro, sienten que vuelven a ser víctimas de los
delincuentes, y, en muchas oportunidades, que no tienen la fuerza necesaria como
para seguir con su tratamiento.

 Pero según los
especialistas, aquellas personas que hayan quedado con secuelas muy profundas de
su experiencia, deben intentar cruzar la barrera de sus resistencias, para poder
superar definitivamente y de una vez por todas el estrés pos-traumático.

 Para esto, algunos
profesionales se inclinan por el clásico psicoanálisis de diván, donde por medio
de la palabra el paciente podrá liberarse de las culpas, angustias, y síntomas,
mientras que otros prefieren las terapias cognitivo-comportamentales y los
psicofármacos de última generación, que, aseguran, han demostrado una gran
eficacia.  

 De lo que se trata, en
definitiva, es de aceptar que cualquier proceso de recuperación puede llevar
tiempo y ser doloroso, pero que es imposible llevar una vida de miedos, fobias,
y constante malestar.

 Sobre todo, si se tiene
conciencia que, a partir de la recuperación, un nuevo sentido y significado de
vida puede emerger, el cual puede permitir a las personas experimentar un nuevo
tipo de libertad y proyecto de vida.