Comentario: El artículo que sigue parece un chiste, pero la realidad es que
la mayoría de las mujeres no saben lo que quieren, y entonces, lo quieren
todo.
Lo hombres están sufriendo las consecuencias de esta crisis y no saben como
comportarse.
Los roles están cambiando y estamos en el medio de ello.
La mujer tiene la necesidad interna de ser independiente y autosuficiente,
pero muchas veces esta necesidad choca con sus estructuras sociales y
familiares, que hacen que quieran ser independientes -pero no tanto-,
comprometerse, -pero no tanto-, tener hijos pero no renunciar a nada… y así
vamos dando tumbos.
Por otro lado los hombres tampoco están seguros de nada. Quieren una mujer
independiente, pero no tanto que no se pueda controlar.
Se asustan si ven que van a tener que hacerse cargo de todo y de todos (cosa que me parece lógica ya que yo también me asustaría si me tiran toda
una familia sobre mis espaldas), considerando que en otras épocas esto era lo
recomendable e ineludible, así como para la mujer era recomendable e
ineludible dedicarse a la cocina, los hijos y la limpieza.
Si tanto los hombres como las mujeres estuvieran decididos a compartir los
roles, la vida sería un paraíso de parejas felices.
Las mujeres tenemos que definir nuestros objetivos y no cargarle con la
culpa a nadie si no los podemos cumplir, y los hombres deberían tener también
sus propios objetivos, visualizando la relación con una mujer olvidándose de
su viejo rol de “todolopuede” para transformarse en un compañero de viaje
por la vida.
Por lo que yo veo esto es bastante difícil si cada uno por su lado no se
hace cargo de sus propias inseguridades y no está decidido a aceptar el
cambio, dejar atrás las viejas estructuras y transformarse, no en un hombre
o una mujer, sino en dos seres humanos con las mismas capacidades, los
mismos derechos y aceptando por otra parte, las limitaciones o beneficios o
diferencias relacionadas con su propio sexo.
En el fondo es una cuestión de evolución , mirándolo desde objetivos
espirituales o simplemente madurez para hablar desde lo práctico y terrenal.
Las Mujeres de hoy no se Quieren Casar
Se la pasan exclamando que “no hay hombres”, buscan tipos maduros porque,
según dicen, los menores de treinta y cinco todavía están en la adolescencia
y no quieren relaciones serias, pero cuando un varón de verdad (de cualquier
edad) les dice ” te amo, vivamos juntos, casémonos”, se escapan levantando polvo
como el correcaminos.
Los síntomas de fobia al compromiso de la mujer de hoy son claros e
innegables. A simple vista se presentan los siguientes tipos de novias
fugitivas:
UNO: la que espera al hombre ideal, modelo inexistente porque tiene que ser:
a) físicamente agradable pero tampoco un modelito;
b) protector pero que no asfixie;
c) compañero pero no demasiado comprensivo;
d) trabajador pero no adicto al trabajo;
e) romántico pero no pegajoso;
f) intenso sexualmente pero no insistente;
g) paternal pero no autoritario;
h) cuidadoso de su aspecto pero no “producido” ;
i) atento a los estados de ánimo femeninos pero que no haga preguntas;
j) generoso pero no reclamante;
k) inteligente pero que no venga con planteos;
l) con modales pero que las deje lamer la salsa del cuchillo o del plato;
ll) familiero pero sólo con la parentela política;
m) levemente celoso pero inmutable como un helecho ante los chistes eróticos
que otros le hacen a ella ;
n) con mucho dinero pero que no la trate como parte de su hacienda “ni que
le sobre para gastárselo con otra”,
o) que no tenga amigas pero que soporte sus amigos varones que siempre la
invitan a salir solo a ella;
p) que sea celoso pero que la deje ir a bailar sola con sus amigas…
Y así sucesivamente. Si sigo no me alcanza el abecedario.
DOS: la que le tiene miedo a la “completud”.
Es aquella mujer que piensa que unirse al hombre soñado la va a llevar a un
estado de plenitud biológica y psicológica existencial…..pero del cual no
hay retorno.
Ya no va a poder gritar: “¡estoy tan contenta de no ser
feliz!”.
Y la verdad verdadera es que cuando una mujer no tiene de qué
quejarse siente que se le acabó la vida.
El ejemplo ideal de esto es la
relación que se da entre Woody Allen y Julia Roberts en el film “Todos Dicen
Te Quiero”.
TRES: la que construye su propio pedestal, se lo pega en los pies y lo lleva
a todos lados.
Actúa permanentemente mostrándose como la mejor, la super-woman. Se sabe que
cría ocho hijos sin niñera, conduce dos empresas, seduce a Richard Gere por
teléfono y comulga siempre en el Vaticano.
Sus novios anteriores fueron
Napoleón, Freud y Lando Buzzanca, y se los dice a todos los candidatos para
que piensen: “demasiada arena para este camión”.
CUATRO: la fantasiosa que escribe el guión de su romance antes de que el
tipo se le siente delante por primera vez.
Vive interrogándose maliciosamente: “¿y si no la paso bien y después no me
lo puedo sacar de encima?” “¿Y si me enamoro y él resulta ser casado o con
novia?”; “¿ y si se da cuenta que no soy perfecta?”.
Entonces decide que es
mejor primero terminar la carrera de dentista, luego de farmacéutica,
después hacer el posgrado en litotricia y entonces, ya será el momento de
buscar un novio.
CINCO: la chica estilo “no hay historia que me venga bien”, abandona a un
pelirrojo color ketchup porque vive deseando conocer un rubio lampiño
descendiente de holandeses y vikingos, y cuando lo encuentra declara que en
realidad le gustaría toparse con un jíbaro africano oriundo de Uganda, bien
peludo.
Y cuando regresa del continente negro afirma suspirando: “Ya no
quedan tipos de verdad”. Es la típica mujer que termina saliendo con dos o
tres al mismo tiempo, porque cada uno le da un porcentaje de contención,
placer o dinero que el resto no puede cumplir. Así llega al 100 % masculino
deseado, sin tener de veras a ninguno.
SEIS: la mujer que odia las ataduras. Nunca vio “El Amor Tiene Cara de
Mujer” ni tampoco las telenovelas, entonces no se emociona cuando
le proponen casamiento.
Al contrario, se siente una mulata antes de la abolición de la esclavitud.
Aunque viviera en una tribu de Amazonas sería
feminista. Es la típica dama que no se conforma con haber conocido el voto y
el orgasmo en el siglo XX.
Vive reclamando autonomía, independencia,
buscando un novio versión “monolito inerte” que no se incomode si ella le
manifiesta su deseo de pasar la noche comiendo apio y nueces en la mansión
secreta del Marques de Sade (con el Marqués y Tom Cruise en celo por
supuesto), porque su filosofía es: “quiero que me den libertad para
ansiarlo todo, aunque después no haga nada”.
SIETE: la que traduce casamiento como “planchar camisas y cuidar enfermos”.
Y un hombre con camisas arrugadas y estornudos ruidosos, le quita siempre el
lugar de demandante que ella necesita conservar. También es la que considera
que el matrimonio la obliga a tener que responder preguntas personales como
“¿ de dónde venís? ¿quién es ese tipo que te llama siempre? ¿no te parece
que ese supuesto amigo te está tirando los galgos?”.
Ella se mira al espejo
y grita: “¡Yo soy una chica que no nació para dar explicaciones!”. Y se sale
con la suya, al silencio sepulcral que la rodea siempre no tiene que darle
explicaciones.
OCHO: la que cuando estaba sola vivía enclaustrada rogando que un tipo la
invite a tomar un café y lo único interesante que hacía era pasearse con los
brazos cruzados por algún mall elegante mirando ropa dos talles
más chicos.
Y ahora que tiene novio de golpe se le ocurre ir a jugar al
paddle con su amigo Walter, tomarse vacaciones en Brasil con su compañera de
trabajo Flopi, cenar ravioles en el departamento de su primo segundo
Sebastián, salir a bailar con las compañeras del secundario, y todo sin su
novio, el cual no entiende que ella buscaba al hombre de su vida para
después salir con el resto del planeta y dejarlo en el placard.
Y lo peor es
que va a terapia y su psicóloga la alienta: “¡tienes que realizar todos
tus deseos, pase lo que pase y caiga quien caiga!” actitud que las lleva a
recuperar su autoestima…….y la soledad.
NUEVE: la misma anterior pero que además ahora que no está sola se siente
feliz entonces comienza a estudiar maquillaje los lunes, practica gimnasia
los martes, realiza actos de caridad los miércoles, hace teatro los jueves,
cocina para toda la semana los viernes, y se va a descansar al campito que
tiene su familia los sábados y domingos.
“¡Pero así no nos
vemos nunca!” grita el muchacho y ella se queja imitando a una ex presidente
argentina: “no me atosiguéis”.
DIEZ: la que tiene todas las variantes del Edipo (el temprano según Melanie
Klein, el de la etapa fálica al decir de Freud, el metabolizado o digerido y
enfocado hacia los otros hombres si le hacemos caso a Lacan) .
No hay novio que sea más importante que el “papu” y si el “papu” la llama para que le
rasque la espalda ella los deja plantados a todos hasta en la puerta del
Registro Civil.
Las restantes: son las que no se escapan de la boda, tal vez porque el
mandato familiar las atraviesa culturalmente y deben casarse y tener hijos, sí o
sí. Van al psicólogo para seguir amándose cada día más a si mismas pero
no al prójimo cercano, es decir, al hombre, porque quererlo demasiado
significaría decir gracias, perdón, ser humildes, es decir, en el 2005,
tener baja autoestima.
Estas son las que asumen su condición de esposas y
reducen el pánico blasfemando al pobre consorte, que a partir de ese
instante dejará de llevar la cuenta de sus defectos, miserias y debilidades,
ya que no tiene sentido que dos personas que comparten el mismo techo vivan
recordando lo mismo, en voz alta, todos los días.
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