Los apegos en nuestro andar cotidiano

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Los apegos son falsas necesidades que creemos nos resultan imprescindibles para nuestra felicidad. Pero ¿qué hay detrás de ellos?

Constantemente
estamos recibiendo información de la realidad a través de todos nuestros
sentidos. Es tal la cantidad de datos que recibimos diariamente que no podríamos
incorporarlos en su totalidad y menos comprenderlos.

Recurrimos
automática e inadvertidamente a un procedimiento de selección que nos permite
adecuar ese volumen de información a nuestra
capacidad de percepción.

Este
sistema de filtro de datos está provisto por nuestra programación, o sea la
forma que nos enseñaron a ver las cosas y experimentarlas y es diferente para
cada persona según su condicionamiento cultural. Cada dato que nos llega será
comprendido, rechazado o distorsionado según nuestro filtro personal.

Esto nos
muestra que sólo vemos lo que queremos ver y oímos lo que queremos oír. La
realidad se vuelve inexistente dado que consiste en un reflejo en espejo de la
proyección masiva de nuestros pensamientos y
emociones.

Tal como pensemos las
cosas, así serán para nosotros. Basta
con ver cómo, una persona con temple paranoide, que vive permanentemente
amenazada, ve lo que es real sólo para su mente. Incluso las palabras actúan
como filtro.

Cuando
adherimos un significante a un objeto de la realidad, dejamos de ver ese objeto,
vemos el nombre que le dimos. Veremos una mesa o un árbol y dejaremos de ver esa mesa y ese árbol, el
sujeto estará mediatizado por el lenguaje.

Los
apegos también son un elemento de filtro que polarizan y distorsionan lo que
sentimos y vemos. Son falsas necesidades de las cuales estamos convencidos que
son imprescindibles para nuestra felicidad.

Cada vez que ponemos
condicionamientos, expectativas o exigencias a lo que debe suceder, a lo que
otra persona debe hacer o a lo que debemos poseer para poder experimentar la
felicidad, estamos creando un apego.

Cuando nos preguntamos con honestidad: ¿a
qué estoy apegado?. Nos daremos cuenta que la mayoría de nosotros tenemos
varios apegos.

La descripción puede ser muy extensa e incluir cosas tales como
el dinero, éxito, coches, chocolate, persona o personas, silueta, etcétera.
Pero también podemos tener apegos con el dolor, la ira, la culpa, la depresión,
drogas y el sufrimiento entre muchos más.

La
mayor parte del tiempo nuestros apegos tienen objetivos definidos y cuando estos
no se satisfacen, nos sentimos desilusionados o intranquilos.

Si nos apegamos a
una persona, esta atadura es muy importante para nosotros. Cuando esta persona
“no cumpla y entregue” exactamente lo que pretendemos, nos sentiremos víctimas
e incapaces de controlar nuestras vidas.

De esta manera los apegos se convierten
en nuestros carceleros y nos vemos apresados en las cadenas de nuestras
expectativas.

Aprendimos
que si no conseguíamos esas cosas, no seríamos felices. Si no llega lo que
esperamos nos sentimos desdichados.

La
raíz de la tristeza es el deseo, el apego, y éste es la necesidad de las
personas de satisfacción personal y poco tiene que ver con el amor verdadero.
Si nos mantenemos sólo en la necesidad del prójimo es que estamos programados
para la desdicha.

Nuestros
apegos nos impiden reconocer nuestra esencia espiritual y descubrir que la
verdadera felicidad se encuentra solamente en nuestro interior.

Los apegos
convertidos en ídolos nos mantienen separados unos de otros y en realidad, nos
alejan cada vez más del amor y la intimidad que buscamos en la vida.

Casi
todos nosotros vemos que nuestras relaciones se extinguen cuando queremos
dominar a otra persona y hacerla cumplir nuestras condiciones y expectativas.

No
caemos en cuenta que le estamos dando a esa persona la llave de nuestra
felicidad o desdicha según se comporte o no de acuerdo con lo que esperamos de
ella.

¿Cómo
se sale de esto? ¿Cómo se hace? Sólo hay una manera de escapar y es
desprogramarse. Usted no puede cambiar por un esfuerzo de la voluntad.

Sí puede
cambiar su comportamiento, pero no Usted. Sólo se cambia por medio de la
conciencia y la comprensión y ya no hay violencia en el intento de cambiar.

No
cambie de lugar los muebles y siga con lo mismo, cambie Usted. Pero, ¿qué
quiere decir comprender?. Es comprender de qué manera desesperada estamos
aferrados a nuestros apegos que la realidad amenaza constantemente.

Por ejemplo,
temo que un amigo/amiga deje de quererme, que pueda preferir a otra persona.
Alguien me lavó el cerebro para creer que necesito su amor.

Pero nadie necesita
el amor de nadie, sólo escapar de mis deseos, mi programación y mi fantasía
sobre esas personas, situaciones o cosas.

 La necesidad no es real, es como si
Usted dijera: yo puedo ser perfectamente feliz sin ti. Y al decirte esto
encuentro que puedo disfrutar plenamente de tu compañía, sin depender, sin
aferrarme, queriéndote más que nunca.


eres libre y yo también y esto nos une. La felicidad es un estado en el cual no
hay ilusiones, en donde se descarta la ilusión, sólo se ve lo real.

Solamente
me estoy engañando si creo que sin un afecto, empleo, profesión, amigo,
dinero, etcétera, no seré feliz. Todos somos libres y tenemos miedo de serlo.

No
siempre cambiaremos el mundo pero siempre podemos cambiar nuestras mentes.
Podemos aferrarnos a nuestros apegos o abandonarlos. Cuando los abandonamos,
rompemos las cadenas, nos liberamos de nuestro papel de víctimas y nos abrimos
a la capacidad de elegir y amar verdaderamente.

Para tener relaciones amorosas
es útil reconocer nuestros apegos y no hacer de ellos la condición en que se
basen nuestro amor, felicidad y bienestar.

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