Un estudio reciente efectuado en la Universidad de Toronto demostró que
los niños brillantes, es decir los que tienen excelente resultado académico
habían comenzado a mentir desde los dos o tres años obteniendo como conclusión
que la mentira se relaciona con el desarrollo de la función ejecutiva del
cerebro.
El que tiene mejor desarrollo cognitivo tiene capacidad para ocultar pistas, por
ende el pequeño que miente, debe saber cual es la verdad, o
sea debe ser lo suficientemente inteligente
como para poder “vender” una
realidad alternativa y ser lo suficientemente convincente para que el otro
adopte esta realidad.
El estudio consistió en realizar una prueba de honestidad, analizaron la
conducta de adolescentes
entre diecisiete y dos años, a quienes, les pidieron
que no se fijen en el juguete que tenían a sus espaldas,
los dejaron solos, y cuando volvieron a la habitación se les interrogo si
habían visto el juquete, las respuestas fueron grabadas en un video.
Para elaborar una mentira se necesita varios procesos cerebrales,
manipular datos, ingreso de fuentes de información, todo lo relacionado con el
uso del pensamiento superior y el razonamiento.
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