En la actualidad, es difícil encontrar a alguien que no conozca a algún afectado por ataques de pánico. Asimismo, muchos restan importancia al tema, tratando de locos o débiles a quienes lo padecen. No obstante, esta apreciación sólo refleja la falta de conocimiento ante una patología que, en sus casos más severos, puede transformar en un infierno la vida de los afectados.
Se llama crisis o ataque de pánico a la aparición repentina de un miedo intenso seguido de una serie de síntomas entre los que se cuentan:
- Palpitaciones o taquicardia
- Sudoración
- Temblores o sacudidas
- Sensación de ahogo
- Sensación de atragantamiento
- Opresión o malestar torácico
- Náuseas o molestias estomacales
- Inestabilidad, mareo o sensación de desmayo
- Desrealización o despersonalización
- Miedo a volverse loco o a descontrolarse
- Miedo a morir
- Parestesias (hormigueos o entumecimientos)
- Escalofríos o sofocaciones
Durante estas crisis, la reacción física es similar a la que ocurre en una respuesta de alarma ante un peligro real, con la diferencia de que en este caso, es desencadenada en ausencia de una amenaza concreta.
Consecuencias de la crisis de pánico
Los seres humanos estamos constantemente tratando de comprender lo que ocurre a nuestro alrededor y en el mundo. Cuando ignoramos qué es lo que nos está pasando, tendemos a permanecer hiperalertas y a interpretar las sensaciones de nuestro cuerpo como indicadoras de una enfermedad o de pérdida del funcionamiento normal.
Durante las crisis, la persona que padece un trastorno de pánico, siente que se va a morir, desmayar, descontrolar o enloquecer, dado que el ataque es realmente dramático y no le encuentra una explicación valedera a su aparición. Es entonces cuando el afectado comienza a generar pensamientos e interpretaciones negativas o catastróficas.
El componente comportamental se manifiesta mediante cambios en su conducta habitual, la persona trata de evitar las situaciones o lugares en los cuales ocurrieron los primeros ataques y adonde se pueda sentir atrapado o desamparado.
Comienza a consultar repetidamente a salas de guardia y emergencias, a cardiólogos o clínicos, en busca de una explicación. Asimismo, empieza a estar preocupado por las consecuencias de estas crisis: “puedo morir de un ataque al corazón”, “puedo enloquecer”, “puedo descontrolarme o desmayarme”.
Es habitual que no se anime a contarle a los demás lo que le ocurre, por temor a ser juzgado como loco y porque su aspecto exterior no evidencia ningún cambio. Además, cuando consulta a un médico clínico, muchas veces éste lo examina en detalle y le dice que todo está normal, señalando que los nervios o el estrés pueden ser la causa de la sintomatología.
Esto se debe al desconocimiento acerca de los trastornos de pánico que aún existe en algunos profesionales y que, afortunadamente, es cada vez menor.
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