Es una experiencia vivencial donde las personas aprenden a descubrir que pueden
cambiar la forma en que se observan a si mismos y a su cuerpo, como un paso
previo a cambiar el accionar.
Habitualmente estamos acostumbrados a reflexionar sobre nosotros mismos desde el
pensamiento, pero es totalmente diferente hacerlo desde la corporalidad.
Esto
significa que, en vez de considerar al cuerpo como un molde, que nos impide
realizar nuevos aprendizajes, podemos distinguir la posibilidad de ser y tener
un cuerpo como una oportunidad de cambio.
Es cierto que no podemos modificar aspectos “fácticos” de nuestro cuerpo, como
por ejemplo la altura, pero sí podemos vernos a nosotros mismos de otra manera,
y pararnos, caminar y mirar de una forma diferente, además de variar nuestros
hábitos posturales, por ejemplo. Hasta podemos modificar la forma de estar en
quietud.
Cuerpo, mente, derecho e izquierdo
Lo cierto es que en la historia de nuestra cultura occidental, el cuerpo no tuvo
un lugar de atención, más bien “fue objeto de olvido”, relegado hasta incluso
acusarlo de contaminar al alma con indecencias.
Dándole privilegio a la razón,
al conocimiento intelectual y a la ciencia, se fue menoscabando la importancia
de la sensibilidad proveniente del cuerpo y de las emociones, que también se
expresan a través de reacciones corporales.
Cuando la única preocupación es saber y tener las respuestas para todo,
utilizamos la funcionalidad del hemisferio izquierdo, el cual procesa la
información analítica y secuencial, paso a paso, de forma lógica y lineal.
El
hemisferio izquierdo analiza, cuenta, mide el tiempo, verbaliza,
piensa en
palabras y en números, contiene la capacidad para leer y escribir.
Pero la propuesta del Coaching Corporal es aprender también a potenciar las
funciones del hemisferio derecho, como la percepción global. Con él vemos las
cosas en el espacio, y cómo se combinan las partes para formar el todo.
Entendemos las metáforas, soñamos, creamos nuevas combinaciones de ideas,
pensamos en imágenes, símbolos y sentimientos,
a
este hemisferio relacional, no
le preocupan las partes en sí,
sino saber cómo encajan y se relacionan unas con
otras.
Los tres dominios
Desde la Ontología del lenguaje interpretamos al ser humano como una interacción
de tres dominios básicos. Son las áreas en las
que la persona es
y
“va siendo”.
Planteamos que es imposible ser humano
sin el dominio del cuerpo, de las emociones y sin la posibilidad del
lenguaje.
Teniendo en cuenta la coherencia estructural básica que se genera entre estas 3
áreas, al intervenir en alguna generamos un cambio en las otros dos.
Para lograrlo,
se trabaja a partir de ejercicios grupales, en pareja o
individuales, además de visualizaciones, juegos y muchas otras técnicas.
Pero de
una manera diferente a lo que sucede con otras disciplinas corporales, porque lo
que proponemos no es copiar movimientos, sino que cada persona elija lo que
siente o le impacta más.
En alguna etapa de nuestra historia, después de haber vivido diferentes
situaciones, podemos sentir una falta de integración de dominios, y el cuerpo
nos va a tratar de comunicar lo que está necesitando.
A través del Coaching
podemos transitar el cuerpo como un lenguaje, permitiendo que nos hable a través
de las sensaciones, de cómo ha vivido y de cómo está viviendo hoy.
Como ejemplo podemos comentar el caso de una mujer joven, ejecutiva y
competente, que enfrentaba continuas situaciones laborales de alta demanda y “no
podía parar”, hasta que una seria enfermedad la retuvo en cama por 40 días.
Así, su cuerpo la obligó a descansar, y a aprender a delegar como nunca había
hecho.
Cuando el cuerpo habla
Muchos estudios sostienen que el 93 % de la comunicación humana es no verbal, y
que todo el tiempo estamos comunicando, más allá de que no hablemos.
Por ejemplo, si una persona tiene la cabeza gacha podemos interpretar que
posiblemente está preocupada, cansada o resignada, y que con esa predisposición
difícilmente pueda accionar y conseguir las metas que se propone para su vida.
Así, los brazos cruzados sobre el pecho demuestran una actitud de “cierre” y
defensa; o caminar con los hombros hacia atrás, “sacando pecho”, puede
identificarse como una forma de “llevarse al mundo por delante”.
Cuando tenemos una escucha generosa de esas sensaciones y sabemos como
intervenir en nuestro sistema nervioso, logramos transformar las sensaciones en
actos de movimiento para poder conseguir un tono corporal diferente, una postura
distinta, una conversación y una emoción que nos amplíe las posibilidades de
acción,
todo
eso se logra desde el cuerpo hacia los otros dominios.
Eso no quiere decir que no podamos hacer modificaciones desde otros ámbitos: si
generamos pensamientos diferentes también tendremos otra emoción, pero si en
esa intervención no está presente el cuerpo, ese pensamiento y esa emoción van
a durar poco. En cambio, si el cambio está asentado en el cuerpo, la persona va
a poder sostenerlo por el resto de su vida.
Resumiendo, el coaching corporal se basa en que a través de un cambio en el
cuerpo,
se pueden obtener cambios en las
emociones, estados de ánimo, creencias y
vínculos, tanto en nosotros como con los otros. Sostenemos que el cuerpo habla y
comunica el ser que somos, y a eso lo llamamos “lenguaje corporal”.
Habitar y tomar conciencia de la corporalidad es un recurso muy efectivo para
realizar cambios favorables,
si una persona realiza cambios en su corporalidad,
se producirán cambios en sus pensamientos y en su estado emocional, y esto
impactará en su predisposición para la acción.
Por Melisa Corrales, ELAC/ Escuela Latinoamericana de Coaching
www.elacoaching.com.ar
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