Todos sabemos
que lo que atrae de nosotras es aquello qué estamos proyectando. Si proyectamos
miedo y debilidad, recibiremos exactamente lo mismo.
Si por el contrario
irradiamos amor y plenitud, gozaremos obteniendo lo mismo del mundo que nos
rodea. Aquí le presentamos un ejercicio fácil para que usted vuelva a amarse,
y renueve su conexión con el universo.
Este ejercicio
puede ser realizado con su pareja o en soledad, por lo que no hay excusas para
dejar de hacerlo. En una tarde o mañana fresca, encienda el fuego en su estufa
de leños o chimenea.
Si no posee estos instrumentos, encienda unas velas, para
logra un clima de calidez. Luego, recolecte sus almohadillas, mantas, y
colchones, y póngalas en el piso, cerca del fuego.
Después de un
baño, vístase con algo suave y atractivo. Siéntase igual que si fuera diosa
griega. Agregue plantas o arreglos florales, para mantener su conexión con la
tierra.
Luego, desenchufe el teléfono y consiga un vino o un té, y tómelo con
sorbos delicados, en una posición cómoda. Relájese, deje que toda su tensión
se aleje de su cuerpo, y su energía se centre en algún área de su corazón.
Verá como
comienza a sentir poder dentro de su pecho. Visualícela, e intente llevarla
hasta lo más alto, recordando los momentos más agradables de su vida. ¡Ese es
el amor divino!
En esos momentos
usted estará sintiendo el resplandor de la luz del amor. A continuación,
comience la exploración de su cuerpo o de su pareja.
Acaríciese, tóquelo, y
explórelo, dejando de lado todos sus prejuicios. Utilice sus fantasías
amorosas para despertar y atraer el placer a su propio cuerpo y alma, recordando
que en ese instante usted es un recipiente sagrado del amor y nada ni nadie lo
pueden interrumpir.
Al hacer esto,
la carga sexual de su cuerpo atraerá a todas las que se encuentran alrededor,
sean metafísicas o de su pareja. Usted no podrá amar a los demás hasta que
consiga hacerlo con si misma. Un recipiente vacío no tiene nada dar.
Así, cuando la
energía vuelve a penetrar en nuestro cuerpo, podemos ofrecerla a todo el mundo
que nos rodea, es decir amantes, hijos, y amigos, y toda ella regresará hacia
nosotros con un brillo de vitalidad.