En el libro se cuentan historias de “olmos” con los que convivimos a diario, y se explica porqué necesitamos que cambien, porqué ellos no pueden o no quieren cambiar y por último: ¿qué hacer con el “olmo”?
“EL PEGAJOSO”
(Como agua para el engrudo)
Del libro “No le pidas peras al olmo”
De Hilda Levy
-“¿ A qué se dedica tu marido?”- le preguntó Alicia a Irene.
Irene hubiera querido responderle:
-“Néstor se jubiló. Se retiró de la vida laboral pero se adosó a la mía.
Desparramó su ocio sobre mi agenda. Se me acopló como un tándem, como un side-car, como una mochila, como un chicle a la suela del zapato.
Me vigila, me llama, me pregunta con quién estoy, a qué hora regreso, cuánto gasté. Para qué compré una bombacha rosa si ya tengo otra de ese color. Porqué abrí un frasco de dulce si había uno empezado.
Se preocupa por las cosas más insignificantes. Indaga cuánto cuesta el perejil, porqué le pongo tres cucharitas de azúcar a mi café, si con dos es suficiente.
Escucha y participa de todas mis conversaciones telefónicas. Interrumpe, opina, critica.
Si atiende el teléfono se queda conversando con mis amigas, a tal punto que cuando me toca el turno, ya quedan pocos temas tiempo y ganas de conversar.
¿Otra vez a la peluquería? ¿Para qué depilarte? ¿Es manera de pelar una papa, dejando la mitad en la cáscara? ¡El dentífrico se aprieta desde abajo!
Me acompaña al ginecólogo, al pedicuro, a la cosmetóloga. Comparte mis clases de gimnasia, el té con mis amigas, las compras en el supermercado.
Pendiente y alerta de cada uno de mis movimientos.
No es celos ni amor, es intrusión y pegoteo.
Me ahoga, me cansa, me harta, me acorrala.
¡Basta! ¡Quiero recuperar mi soberanía, mi visa para ingresar de nuevo a mi vida, mi permiso de libre circulación, mi green-card para ejercer mi oficio de individuo autónomo”!.
Alicia volvió a preguntar: -¿”A qué se dedica tu marido” ?
Irene le contestó: -“Se dedica a mí.”
COMENTARIO
En “El pegajoso”: él y su esposa (como en este caso) o su socio, su empleado, su hijo o su padre, son considerados como parte de él.
No discrimina el yo del no yo.
No respeta la privacidad, ni la individualidad ni la libertad del otro. Se yuxtapone, se impone, se adhiere.
Su conducta suele ser viscosa y reiterativa. Su entrometimiento no deja espacios libres. Existe una vigilancia constante.
El calladito ignora por omisión. El pegajoso ahoga por intrusión.
Aquel por poco, éste por mucho.
Estas conductas dependientes, pueden aparecer o acrecentar y potenciar las preexistentes, cuando el individuo se enfrenta a situaciones nuevas o desconocidas que no se incorporan a la conducta con la que se ha manejado hasta ese momento, como ser enfermedades, pérdida de trabajo, jubilación o duelo.
De la tolerancia, comprensión o posibilidad de brindarle ayuda dependerá la convivencia.
La autora, Hilda Levy, es psicóloga, especializada en la problemática femenina y el desarrollo de la autoestima. Otros libros de su autoría: “Mujeres de 50” y “Suegras, nueras y cuñadas”
Su email: [email protected]
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