Enmundialadas
Pensé que me había salvado, después de diez años de separación, sin ningún hombre casa adentro y habiendo sobrevivido ya a un mundial, pensé que los astros estaban de mi lado.
Ver el mundial entre mujeres, o en su defecto en casa vecina y con mayoría de mujeres, y un hijo de tres años, no es lo mismo que verlo con el marido, cuchicuchi que hubiéramos sabido conseguir, o en su defecto con el hijo, ahora más entendido de siete años. Y/o compañeros de trabajo. Ahí la cosa cambia.
Por ejemplo, y esto no es de manual, sino lo que dicta la experiencia y la observación, hasta los que se dicen bien machos, se emocionan y se les pianta un lagrimón.
Que lógicamente desmienten adjudicándole la causa al polvillo que acumulan los muebles, que justamente en ese preciso momento nos olvidamos de limpiar y/o repasar, o al polen que ya pasó de moda desde la primavera.
El índice de susceptibilidad será proporcional al resultado de los partidos o a la transmisión de los mismos y/o los desperfectos técnicos de San Televisor y/o su elemental Watson, infaltable, encarnado en el control teledirigido o remoto.
Prepárese para encontrarse con que, el que calmaba su ansiedad con la comida, encontró la excusa justa para quintuplicar los efectos ansiosos sufridos y por lo tanto, se sentirá ampliamente justificado consumiendo las dosis ingeridas, sin hacer ningún mea culpa, y, el que, por el contrario se le cierra el estómago por los mismos efectos, en treinta días visceralmente exactos, será reemplazado por el cuerpo de un faquir hecho y derecho.
Los venideros días mundialistas, me hacen pensar en un estudio de mercado, en el que tomo nota de que la mayoría de almaceneros, son hombres, por supuesto enmundialados hasta el fanatismo.
Con lo cual, como medida de prevención, me digo, sería previsor de mi parte ir a comprar lo que tenga que comprar fuera del horario de los partidos, o en el entretiempo, porque una de dos, o me linchan o puedo terminar, entre mi despiste habitual y el de ellos, gravemente afectado por el mundial, llevándome seguramente la antítesis de lo que fui a comprar.
Deberé estar dispuesta a aprenderme temas futboleros antes, durante y después, porque salvo raras, exóticas y marcianas, excepciones el mundo masculino estará embebido y embutido en el mundial y hasta sus más íntimos pormenores. Por lo cuál sino quiero sentir una soledad al estilo hongo, más me vale aprender.
Juro sobre todos los evangelios, jamás confundir un penal con un tiro libre, so pena que los pocos hombres, que a esas alturas del partido, (nunca mejor dicho) me linchen del todo o bien, me dejen de hablar del todo hasta el fin de mis días.
Deberé contar con que todos los televisores, que habiten el mismo habitat que comparta un hombre, será manejado exclusivamente y excluyentemente por él, ellos, o en su defecto por el benjamín de la casa de sexo xy. Olvídese de ningún acuerdo, petición, suplica, ruego, o cualquier otra alternativa.
Durante un mes, ellos y solo ellos serán los dueños por hecho y derecho del aparato y su extensión: el control remoto.
Jamás se olvide de mantenérselo cerca y trate en lo posible de que nunca le falten ni las pilas que actualmente usa, ni una de repuesto; nunca se sabe.
Arderá Troya, Roma y toda la Acrópolis junta si el dúo dinámico de los rayos catódicos y el mágico aparatejo, que cambia de canales, se les da por hacer piquete, renuncian a andar o algo similar. ¡Dios, nos libre y nos guarde!
Acostúmbrese a la idea de que en vez de marido y/o hijo/s, su presencia sea sustituida por un zombie futbolero, que no se saque la camiseta, hasta que se le pegue a la piel.
Ni intente lavársela al menos por un mes. Recuerde antes de hacer cualquier tipo de petitorio, de parte suya, hacia un hombre, que en primer lugar: las mujeres somos de Venus y ellos son de Marte. Pero sobre todo en este período mundialero.
Porque ellos parecerán abducidos por la tele. Ni se inmute si la cara se les transforma como la máscara. O séase que se ponga verde o que se le desorbiten los ojos, cuando un técnico no cobre un penal a favor, de la selección de sus amores.
Y ni que hablar si lo otorga a favor del equipo contrario. Ahí téngase a mano el botiquín de primeros auxilios, el teléfono de su psicólogo y psiquiatra particularmente privado, porque de seguro lo necesitará. Y ya que estamos en un combo tenga a bien, tener los datos del suyo propio, por las dudas.
Porque un mes así, no hay psiquis ni cuerpo que aguante ni femenina ni masculina. Por lo tanto estos escuetos consejos sirven tanto para la dama o para el caballero, para estos tiempos venideros y mundialeros por la módica suma de una sonrisa o sonrisas a la gorra, un detallado informe de las cosas que puede arrojar este mundial, además de una pelota por la cabeza.
Por su salud mental, espiritual y su integridad física lea esta nota. Se autodestruirá 31 días de su posterior lectura. No olvide memorizar su contenido para el próximo mundial.
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