Botón de bebedero
En la década de 1970,
la microbiología nos ádvirtió
sobre las bacterias en los baños, especialmente las nubes de agua
contaminada que llenan nuestros baños cada vez que apretamos el botón del
inodoro.
Unos años más tarde, reveló las colonias de microbios que están al
acecho en nuestras cocinas, en las esponjas, las tablas de cortar, las encimeras
y la pileta.
Y después nos abrió los ojos al mundo de los invisibles portadores
de enfermedades que se encuentra en los controles remotos de las habitaciones de
hotel.
Recientemente,
los especialistas concentraron
su atención en el lugar
de trabajo.
En un estudio en particular,
los
especialistas
tomaron
muestras de cerca de 5.000 superficies en varios edificios de oficinas con al
menos 3.000 empleados.
De vuelta en el laboratorio, testearon los hisopos en
busca de trifosfato de adenosina (ATP), una sustancia química que se encuentra
en todas las células vivas y, por lo tanto, un indicador de que resultaba
altamente probable que hubiera bacterias, hongos y moho en el elemento
analizado.
Un índice de ATP de 100 indica un objeto sucio; uno de 300 o más
indica un objeto extremadamente sucio.
De los botones de bebederos analizados por los
investigadores, el 23 por ciento presentó índices de ATP de 300 o más. Un poco
más de la mitad presentó índices de 100.
Y si esto ocurre en los bebederos de oficina, imagínate la situación en los de
plazas y parques.
Sacapuntas
En otro estudios, los investigadores quisieron
ver si las toallitas desinfectantes podían ayudar a controlar la propagación de
enfermedades infecciosas en las aulas de las escuelas primarias. Su estudio se
centró en seis aulas
de una escuela.
Tres de esas aulas eran parte del grupo de control y no recibieron ninguna
intervención. Las otras tres fueron limpiadas completamente cada día, por padres
voluntarios que fregaron 12 superficies de prueba con toallitas desinfectantes
con amonio cuaternario, un compuesto químico de uso frecuente en los
desinfectantes, suavizantes, productos antiestáticos y protectores para madera.
Durante siete semanas del invierno, los científicos tomaron muestras de las
superficies de prueba varias veces, tanto en los grupos de control como en las
aulas experimentales.
Enviaron las muestras a un laboratorio, donde fueron
analizadas para detectar la presencia de bacterias y virus.
Los resultados
confirmaron lo que ya sabemos desde el primer elemento de la lista: los botones
de los bebederos eran focos de actividad microbiana.
Por sorprendente que
parezca, el siguiente objeto con mayor contaminación por cada centímetro
cuadrado era el sacapuntas.
Aunque parezca raro, los
objetos menos contaminados fueron los pomos de
las puertas de las aulas.
Simplemente porque
las puertas de las aulas solían quedar abiertas, por lo que no solían ser
tocadas durante todo el día.
Los sacapuntas no tuvieron tanta suerte. Los niños
los usan constantemente y, como resultado, dejan más que restos de la punta del
lápiz.
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