Los
circuitos cerrados de televisión, o CCTV, están conformados por una cámara y
una pantalla de televisión, interconectadas entre sí por un cable coaxil. De
esta forma, se puede vigilar desde cualquier lugar cerrado lo que está pasando
en otro sitio. Las cámaras suelen ser muy pequeñas, y se encuentran ocultas
detrás de luces o camufladas en el techo.
Se pueden
observar hasta cuatro lugares en simultáneo, mediante un sistema por el cual
las imágenes de cada uno de esos espacios, se muestran en el monitor o pantalla
durante sólo diez segundos, para luego cambiar al otro lugar.
Durante
los últimos tiempos, su uso creció de manera significativa en casas
particulares, departamentos, y hall de edificios de propiedad horizontal, así
como en pequeños comercios, depósitos, oficinas comerciales y estudios
profesionales.
Si bien
en un principio el costo y la complejidad de este servicio restringía su
utilización a los grandes comercios, fábricas, o countries, durante los últimos
años hubo una gran reducción de sus precios (que no obstante se han
incrementado a partir de la salida de la convertibilidad) y una simplificación
de su tecnología (cualquier persona los puede instalar con su manual de
instrucciones, sin necesidad de tener algún conocimiento específico) por lo
que su uso se masifico notablemente.
Además,
junto con el crecimiento de internet, las empresas empezaron a comercializar
estos sistema con la posibilidad de “subir” la señal a este medio, lo que
permite que, por ejemplo, un comerciante pueda ver lo que esta sucediendo en su
negocios desde su propio hogar.
El costo
de los equipos domésticos de observación es de 750 dólares, lo cual incluye
todos los elementos necesarios para instalarlos. Cada cámara adicional, tiene
un costo de 200 dólares, mientras que los circuitos más complejos pueden
costar hasta 15.000 dólares.