Sexo y romance en la oficina, ¿sí o no?

Ultimamente, han crecido en forma exponencial los casos de amoríos entre colegas de trabajo. Conozca los motivos, y cuán beneficioso o perjudicial podría ser para sus protagonistas

El actual mundo competitivo, requiere que la
mayoría de los empleados pasen largas horas en sus trabajos, intentando llevar
a su empresa al tope dentro de la escala corporativa, o cuanto menos evitar que
la misma se hunda a causa de los rivales.

Por supuesto, esto tiene sus repercusiones en el
estilo de vida que llevarán estos mismos empleados, quienes tendrán menos
tiempo -y posiblemente energías, luego de un arduo día o una extenuante semana
laboral-, como para desarrollar actividades sociales extralaborales que los pongan en
contacto con otras personas.

Por lo tanto, podemos encontrar empleados que no
tienen ocasiones para insertarse en otros ámbitos por fuera del laboral, y que
deben pasar de 8 a 14 horas en sus puestos de trabajo, lapso en el cual
entrarán en un fluido contacto con personas del sexo opuesto, quienes podrán
amenizarles en muchos momentos los largos tiempos que allí se viven, y
viceversa.

La
formula tiene un resultado predecible, casi
inexorable: romance en el trabajo. Y con él, todo un mundo de nuevas
experiencias, tanto profesionales como sentimentales.

Cada vez más común

El hecho de que los empleados pasen cada vez más
tiempo en sus trabajos y, por lo tanto, menos en otros ámbitos públicos, hace que sea cada vez más común que los romances comiencen en estos sitios.

Tan extendida se encuentra esta práctica, que
muchas empresas comenzaron a abandonar las directivas de desalentar el amor en
sus lugares de trabajo, e incluso algunas lo creen conveniente, pues piensan
que esto mejora el clima laboral y hace al empleado más productivo.

Claro que esto no significa que las empresas den
vía libre a las relaciones sentimentales entre compañeros de trabajo. En
efecto, la mayoría de las corporaciones no ven con malos ojos que se
produzcan, pero tienen reglas al respecto.

En este sentido, es muy común que si la relación es
entre un superior y su subordinado, alguno de los dos sea trasladado de sector,
pues en caso contrario podría existir favoritismos hacia ese
subordinado, relegando a otros compañeros de trabajo que se encuentran en un
mismo nivel.

En el caso de que los empleados sean de un mismo
nivel, las aguas están divididas. En algunos casos, como se señaló, no existen
mayores problemas al respecto, pues de hecho se cree que eso puede ser un buen
incentivo, pero sin embargo, para otras empresas, esto no está tan claro,
con lo que también pueden inclinarse por un traslado de alguno de ellos a otro
sector de la empresa.

Los responsables de estas compañías, aducen que
dichos romances generan distracción y
chismorreo entre los compañeros de trabajo, así como también distracción por
parte de los miembros de la pareja, que sea por demostrarse su amor, o por
ocultarlo de sus compañeros, pierden tiempo de trabajo y productividad.

Un camino casi inexorable

De todas formas, parece ser muy difícil que las
empresas puedan seguir teniendo esta política, pues como se puede observar, el
creciente hábito de tener “tiempo extra” a sus empleados en la
empresa, está provocando que muchos de
ellos sólo puedan relacionarse dentro de sus ámbitos laborales.

Además, como es evidente, hubo
una decadencia de
los clubes, asociaciones vecinales, grupos religiosos, y demás espacios
comunitarios, lo cual hace que ya no existan muchos de los canales por los que
antaño se conseguía pareja.

Pero por supuesto, no es únicamente la falta de
alternativas externas lo que induce al amor dentro de la oficina, pues el
tiempo que se pasa junto al otro también cuenta. Y mucho.

Sucede que el enamoramiento tiene también que ver
con la cercanía, por lo que no es extraño que, luego de tantas horas
y situaciones vividas en conjunto, pueda llegar a nacer el amor.

Según los especialistas, esto se potencia en el
trabajo por una serie de factores, que tienen que ver con la carga y energía
que allí se pone, como con el apoyo que se requiere para soportar las horas de
tedio y/o presión.

Sigmund Freud sostiene que lo que define a un
hombre sano, es su capacidad de amar y trabajar. Por ello, no es extraño que el
vínculo laboral que se tiene con un compañero de trabajo derive también en uno
afectivo, que bien podrá ser amoroso.

Por otro lado, la compañía que puede brindar la
otra parte cuando uno de los empleados está haciendo frente a las dificultades
del trabajo, puede significar un apoyo emocional que va mucho más allá de la
asistencia profesional.

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