Para la mayoría de los animales, el órgano nasal es un medio de obtener
información del mundo decisivo para la supervivencia, así como en la actividad y
atracción sexual.
En
el hombre, aunque desde 1703 el cirujano alemán Albert Ruysch descubrió que
ambas fosas nasales tienen una diminuta depresión que se prolonga por un tubo de
unos 2-7 milímetros de longitud, posteriormente se pensó que esa estructura
existente en el feto se atrofiaba en el adulto.
El
asunto cayó en el olvido por los anatomistas, hasta que en 1990 David Moran, de
la universidad norteamericana de Colorado, comprobó después de examinar con
microscopio a más de 200 pacientes, que todos tenían ese conducto, denominado
OVN – Organo Vomeronasal.
Actualmente, el estudio del OVN abre las puertas a una nueva percepción, la de
unas pequeñas moléculas llamadas “feromonas”, que desde tiempos inmemoriales
gobiernan y despiertan la pasión en la mayoría de los machos del reino animal.
La
llamada al apareamiento, por ejemplo, es tan poderosa e irresistible
precisamente por las feromonas que emite la hembra en celo.
Algunos de estos mensajeros químicos del amor, como el de la mariposa Atlas, son
detectados por el macho ocho kilómetros a la redonda.
¿Existe algún mecanismo similar en el hombre, o lo hemos perdido con la
civilización que nos lleva a relegar los instintos a un segundo plano?
Los científicos dicen que probablemente, todavía tenemos restos de esa antigua
facultad, que vendría a ser como el “sexo sentido” de la especie.
Se
apuntan como indicios de la tesis varios hechos conocidos: Cuando dos o más
mujeres viven bajo el mismo techo, existe una tendencia a que sus fechas
menstruales se sincronicen involuntariamente.
La
doctora Astrid Jutte, del Instituto de Etología Urbana de Viena, afirma que los
niveles de la hormona testosterona suben cuando el hombre huele ciertas
sustancias vaginales llamadas “copulinas”, producidas durante la ovulación.
Según David Berliner, otro de los grandes estudiosos del tema, la comunicación
química entre las personas existe, aunque a distancias mucho más cortas que en
los animales, con intercambio de feromonas producidas por la piel y llevadas al
ambiente por medio del sudor.
Otro de los expertos en el asunto, el doctor Charles Wysocki, del Centro Monell
de Sentidos Químicos de Filadelfia, EE.UU., logró sincronizar el ciclo menstrual
de varias mujeres que no convivían juntas, exponiéndolas a un extracto del sudor
de las demás.
Animales como las ratas utilizan hasta 35 tipos de
feromonas diferentes, y aunque se desconoce aún cuantas posee el ser humano, se
estima que debe tener un número mayor, con efectos no sólo sobre la atracción
sexual, sino también sobre las emociones, el estado de ánimo y otros rasgos del
comportamiento humano.
Tales tesis vienen en abono de la antiquísima “aromaterapia” o terapia floral
oriental, utilizada por los médicos asiáticos durante milenios para curar con
aromas, y que hoy día está finalmente siendo aceptada por la medicina
occidental.
Esta especie de sexto sentido del hombre posiblemente no haya sufrido una
atrofia natural, sino que se ha ido atenuando a medida que el uso de cosméticos,
perfumes y el aseo diario van sustituyendo su estela por la de otras adquiridas
artificialmente. Sin embargo, los científicos piensan que podrán devolverle su
significado pleno, que brindaría una explicación biológica a muchos sucesos
enigmáticos como el amor a primera vista y el primer beso, por no hablar de sus
posibilidades terapéuticas.
Las investigaciones continúan en diversas instituciones de varios continentes, y
quien sabe, pudiera ser que en el futuro, un piropo muy corriente sería decir:
“Te quiero con toda mi nariz.”