Hombres que no llaman después del sexo

Los hombres no me llaman después de acostarse conmigo. ¿Por qué me pasa siempre lo mismo?

Lo hicimos y nunca más llamó…

¿Por qué me quedo “atrapada” después del sexo y él no? Nos conocimos y nos gustamos. Decidimos concretar un encuentro sexual. Me quedé pensando en él y con ganas de más. Yo creía que había sido bueno lo que sucedió, pero él no volvió a aparecer.

Motivo frecuente de queja entre las mujeres: ellos desaparecen después del sexo, mientras nosotras nos quedamos esperando que la historia continúe.

Una de las causas de esta dolorosa (para las mujeres) realidad es que con la liberación sexual se ha perdido una parte importante e íntima que solía reservarse al sexo.

La posibilidad más abierta y libre de sexo “gratis” para los hombres ha hecho perder una de sus facetas sagradas, de encuentro íntimo y cercano.

La exterioridad de la genitalidad masculina y su tendencia “animal” de distribuir su semilla en la mayor cantidad posible de hembras la convierte en una conducta poco consciente.

La naturaleza interior de la genitalidad femenina induce a que la selectividad sea un poco mayor. La sensación femenina suele ser que para dejarse penetrar por la energía sexual de un hombre, es necesario algún criterio de selección más fino.

Esto significa, en términos generales, que cuando una mujer decide acostarse con un hombre es porque suele haber algo más de él que le gusta, además de su cuerpo.

Tiene que haber alguna energía, alguna sensación de que lo que entra (y se queda adentro) puede ser bueno. Entonces, si le gusta, después quiere más.

Esto, por supuesto, es una generalización burda, pero tiene algo de raíces en una realidad energética, cultural y biológica.

Sexualidad femenina, más compleja que la masculina

Podríamos decir que el hecho de que a los hombres “no les cueste nada” acceder a la sexualidad de una mujer, ha jugado en contra de estas últimas, porque así el intercambio sexual ha perdido sentido como intercambio.

La sexualidad femenina no responde exclusivamente a la genitalidad; en general es más completa y suele incluir también el aspecto emocional. Los hombres no suelen tener conciencia de la importancia de esta integración para su propia satisfacción.

Si consideramos el sexo como un espacio de “descarga” solamente, entonces un encuentro casual puede servir a ambos. Pero la cualidad femenina de conexión con la energía amorosa y emocional de su naturaleza requiere una integración que solamente es posible cuando la conexión es más completa.

El ciclo de respuesta sexual, coincidiendo con el de la energía, tiene 4 fases: estímulo (correspondiente al deseo), carga (que coincide con la excitación), descarga (asociada con el orgasmo) y recuperación (que se vincula con la fase de bienestar en el encuentro sexual).

Los hombres suelen terminar sus encuentros antes de cerrar verdaderamente el circuito (es decir, en la fase de descarga; después del orgasmo, muchas veces les gustaría que la mujer con la que están desapareciera).

Por eso suelen necesitar una y otra vez diferentes encuentros, porque no quedan realmente satisfechos. Hasta que se conectan con el amor. Y ahí quieren quedarse.

Como decíamos antes, para que una mujer decida acostarse con un hombre en general tiene que gustarle algo más que sólo su cuerpo (aunque actualmente hay muchas mujeres que han perdido su conexión profunda con esta importancia del encuentro íntimo; se han “masculinizado”, en la peor acepción del término). Pero hay otro factor a tomar en cuenta.

Una "nueva" adicción femenina

En muchos casos, lo que en realidad sucede es lo que podemos denominar un proceso de adicción. La mujer se vuelve adicta a sentirse querida, tocada o acariciada.

Necesita ese contacto para sentir que existe (y aquí está la adicción, en la cual la persona cree, vanamente, que el objeto de su deseo satisfará su necesidad profunda, que en realidad sigue quedando insatisfecha).

Se produce una compulsión ante lo ilusorio del vínculo, porque en realidad ese hombre, que luego desaparece, no la consideró en sí misma, a ella, como valiosa, importante, sino como un objeto para satisfacer una parte de su necesidad también adictiva.

Porque (si tiene suerte y atractivo) irá como un picaflor buscando la satisfacción de eso que aparentemente necesita: descargar su tensión sexual. Entonces se produce el desencuentro.

Él no quiere más que ese encuentro de “descarga”, de placer efímero y ella quiere que la sigan “queriendo” y ambos quedan profundamente insatisfechos. Ella, dolida. Él, buscando en otro lado.

¿Por qué no me llamó más? Muy probablemente, porque te apuraste a compartir con un desconocido (al que no le costó nada el intercambio) una parte muy profunda de tu intimidad, sin saber si él realmente quería sexo contigo.

Quería sexo y tú estabas allí para dárselo, como podría haber estado cualquier otro cuerpo.

Si lo que quieres es un encuentro casual (una vez y nunca más te he visto), vale.

Pero si la intención es un encuentro, date tiempo a saber qué quieren ambos, sin adicciones, eligiendo desde la abundancia y la plenitud, sin quedarse “atrapados”, sino decidiendo mutua y conscientemente el encuentro.

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