La química detrás del enamoramiento

¿Su sola presencia te estremece? ¿Te parece que no podrías vivir sin él o ella? ¿No concibes la vida sino a su lado? Si sientes esto, el culpables es el amor... y también las hormonas en tu cerebro



La química detrás del enamoramiento

¿Su
sola presencia te estremece? ¿Te parece que no podrías vivir sin él o ella? ¿No
concibes la vida sino a su lado? Si sientes esto, el culpables es el amor… y
también las hormonas en tu cerebro


Ojos que se miran casi sin parpadear, respiraciones acompasadas, corazones
latiendo en rápida frecuencia, un leve contacto con las puntas de los dedos que
produce impactos sensoriales infinitos, la certeza de disfrutar de un bienestar
perfecto y la sensación de estar suspendidos en otra dimensión, muy lejos del
entorno; querer continuar así para siempre.


Quienes no experimentaron esto, con algunas variantes en intensidad, es porque
nunca estuvieron
enamorados. El enamoramiento es magia, es energía pura y
transformadora tanto para el hombre como para la mujer. 


Pero también es el resultado de una serie de combinaciones de sustancias
químicas que se producen en el cerebro y que se distribuyen a través del sistema
circulatorio y nervioso produciendo respuestas biopsicoespirituales.


El enamoramiento puede producirse a cualquier edad y es como la combinación
sofisticada de una caja fuerte; se produce por mensajes sutiles que envían y
reciben todas las  personas pero que solamente captan muy pocas, produciéndose
de repente el click que abrirá las compuertas y dará comienzo a la maravilla de
una conexión intensa pero también fugaz.


“Los neurofisiólogos han descubierto que las sustancias productoras de la
borrachera del enamoramiento, como la Oxitocina, la Testosterona y la Dopamina,
entre otras, necesitan de nuevos estímulos sensoriales para poder permanecer
circulando en la sangre; de otro modo se disuelven en el torrente sanguíneo y
desaparecen a los pocos meses”, refiere a En Plenitud la doctora en sexología
clínica y ginecología Beatriz Literat.


De acuerdo a estos hallazgos, las personas que tienen el privilegio de sentirse
enamoradas, deben continuar produciendo y recibiendo durante todo el tiempo
posible, aquellos mensajes e incentivos que lograron el primer impacto del
enamoramiento; no deberían pensar que las sensaciones continuarán por siempre en
forma automática porque, sin estímulos, las mismas se agotarán.


“Una persona puede enamorarse casi sin conocer verdaderamente a la otra persona,
ya que ha querido prendarse solamente de lo que la otra le quiso mostrar,
independientemente del resto de los aspectos que conforman su compleja
humanidad.


Por eso el enamoramiento puede compararse a la combinación de una caja fuerte,
porque si bien es necesaria para  abrir la puerta misteriosa cuando el deseo y
la curiosidad se imponen, se utiliza durante un tiempo muy breve y cuando la
puerta se abrió y se descubre lo que hay adentro, solamente continuará siendo
útil si el tesoro interior nos alienta a volver a cerrar la puerta una y otra
vez, por el puro placer de volver a  descubrirlo y disfrutarlo ad infinitum”,
explica Literat, también miembro colaboradora del Instituto Halitus.


Cuando logramos apreciar y apegarnos a la mayor parte de los aspectos del otro
ser y obtenemos una gratificante reciprocidad, cuando ambas partes pueden lograr
un funcionamiento fluido, flexibilizando las conductas y los egos y, cuando
estas actitudes compartidas siguen impactando sensorialmente a ambos, se logra
que el enamoramiento inicial, puesto a prueba por las acciones en el tiempo,
vaya adquiriendo mayor fuerza.


“La química neurohormonal sumará entonces sensaciones de seguridad,
tranquilidad, confianza, autoestima, gracia y entusiasmo entre otras y las
endorfinas sexuales de la pasión y de la ternura lograrán que el apego aumente,
conduciendo a los enamorados a un círculo virtuoso de reiteración de conductas
que lo nutrirán y reforzarán una y otra vez.


Cuando a esto se agregan componentes racionales, estamos en presencia del amor
maduro”, indica la médica y agrega que el amor “no es una borrachera hormonal
que promueve la autogratificación; por el contrario, impulsa a priorizar el
bienestar del otro, a cuidar al ser amado, a protegerlo y a realizar acciones
concretas que contribuyan a ello. Cuando estas acciones son recíprocas, es
cuando dos enamorados individuales comienzan a formar una pareja”.


Por Clarisa Ercolano

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