El matrimonio no asegura la felicidad eterna. Al contrario, ésta debe
construirse diariamente y ambos miembros deben poner lo mejor de sí para lograr
un lazo sólido y basado en el respeto y la sinceridad.
Sin embargo, no siempre se tiene una
convivencia tranquila y apacible sino que
surgen imprevistos o transformaciones que van alternado la relación a punto tal
de ya no sentirse a gusto con la otra persona.
Llegado este momento, hay que poder establecer cuáles son realmente las
prioridades y los límites que se deben instaurar para llegar a la mejor solución
posible.
“Es muy difícil tanto para el hombre como para la mujer, entender que todo ha
llegado a un final. Sobre todo si llevan muchos años juntos.
La transición es muy compleja y en muchos casos, nunca se llega a hacer y por
diferentes motivos, la mujer sobre todo prefiere “tolerar” la relación, sufrirla
y no vivirla”, considera el sociólogo español Raúl González Ibáñez.
Es importante determinar qué clase de vida se desea llevar y trabajar para
conseguir los objetivos propuestos. Una vez que se logra lo cometido hay que
valorar lo que se tiene y cuidarlo.
“Merecemos lo que tenemos hasta cierto punto. A veces pasan injusticias que
están fuera de nuestro alcance y control, pero si tenemos la oportunidad de
cambiar una situación y no lo hacemos, estaremos incursionando en un fallo muy
evidente por nuestra parte ya que las quejas o las consecuencias serán solamente
responsabilidad nuestra.
Si perpetuamos una realidad infeliz de por vida, mereceremos la inconformidad
que nos genera el vínculo amoroso. Por eso, hay que actuar para poner fin a lo
que sea necesario y poder comenzar una nueva historia”, aconseja el
especialista.
Hay que poder tomar el control de la propia vida si no se está satisfecho con
ella. Nadie lo va a hacer por uno y siempre es mejor que sea cuanto antes.
“Muchas mujeres se acobardan, sobre todo si hay hijos de por medio y deciden
vivir a la sombra de un marido que las somete en todos los aspectos.
Socialmente han dejado de pertenecer a un grupo ya que es bastante habitual que
estas mujeres se aíslen no por voluntad propia sino porque la misma sociedad las
mantiene fuera de su alcance.
Son marginadas constantemente y paradójicamente sólo encuentran refugio en su
hogar, sitio inapropiado para relacionarse sanamente con el otro.
La valoración del otro es un factor clave para medir el grado de amor y
compromiso que hay en una relación. “Si el otro no valora lo que uno es, no
merecemos estar a su lado.
Lo que toda mujer debe entender es que para que la respeten primero es
fundamental que ella misma lo haga.
Darse cuenta de esto es clave en la vida de una persona para que pueda comenzar
a efectuar un cambio desde dentro para fuera”, explica el especialista.
La pareja debe tener un equilibrio. Cuando es siempre el mismo el que da y no
recibe nada a cambio, algo está comenzando a funcionar mal. Las señales están a
la vista.
Solamente hay que tener el coraje suficiente para enfrentar la situación lo
antes posible.
Conductas habituales y negativas por parte de la pareja:
– La crítica es constante. Un día puede ser aquella relacionada con la limpieza,
la vestimenta, el cuidado de los hijos o comentarios que se realizan en sociedad
o en privado.
– Nada de lo que se hace es correcto, por más esfuerzo que se coloque en las
actividades. Él siempre lo haría mejor, aunque no tenga idea de cómo desempeñar
la tarea.
– Controla todos los aspectos de la vida e intenta de a poco alejar las
amistades de su mujer.
Elias Berntsson es autor de "15
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