Debajo de la
sábana, caliente y
confortable, sentía el roce de su cuerpo, con tal placer que el hecho de estar
dormida y la luz de los rayos, activó la excitación de mi organismo.
Con
suavidad empezó a acariciar el lado asequible de mis muslos y fue profundizando
en el interior de mi entrepierna, suave como la caricia de un gato que se
ronronea, y sin darnos cuenta el placer consumió nuestros sentidos, con suaves
caricias sin planearlo, se fueron fundiendo los fluidos de éxtasis, en nuestros
cuerpos, con goce, dormitando justo en la línea de la conciencia, para darnos
cuenta de que el duerme vela y el placer se funden.
Entremezcla sus manos con
mis pechos, y agranda su volumen, endureciendo así mis pezones que se suponían
dormidos, se despierta mi piel con un estremecimiento casi al mismo tiempo que
fluyen las aguas de la lluvia y resuenan los truenos, con rayos tan potentes
que su luz se acopla a nuestro placer e ilumina sus besos, suaves y tiernos
como fruta ya a punto de ser comida.
Siento las partes de su cuerpo que normalmente no tienes a tu alcance, y ahora con gran libertad todas y cada una
de sus fibras se funden con las mías que se hacen una, en esta noche de
tormenta, siento el agua que se funde con los líquidos del placer que fluyen
dentro de las sabanas sin vernos las caras.
Mojados por el éxtasis seguimos
durmiendo entre las sábanas calientes sin dejar de sentir el placer de nuestro
roce, entre rayos y truenos.
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