Imaginarse allí dentro de
esa escena disfrutando de ese bello “recreo” que es nuestro paso por esta
tierra… Que distinto seria no habría tantos problemas en tantas guerras en el
mundo en nuestros hogares en las calles. Pasamos la vida con lamentos, nos
quejamos de todo, si hay calor si hay frío, si llueve sino llueve., creo que
nunca estamos conformes.
La mayor parte de las veces
nos olvidamos de lo mas bello que Dios nos da, los pájaros los árboles las
flores tantos paisajes tan lindos amaneceres hermosos quedan en el olvido.
Y nos complicamos la vida de
tal forma, que pareciera que lo que Dios crió para que todos disfrutemos, nos
pertenece solo a nosotros, sin acordarnos que el día que El quiera llevarnos,
todo se queda aquí, donde ya estaba cuando llegamos (porque todo es de El… el
hombre no es dueño de nada material).
En ese momento, nos daremos
cuenta de que de nada valieron todas las riñas y luchas que tuvimos… y si nos
ponemos a ver… ¡a cambio de nada!
En vez de haber disfrutado
felizmente nuestra corta estadía en esta tierra, notamos que pasamos por este
mundo sin darnos cuenta que estuvimos, y que ya nos vamos sin haber cumplido
nuestra misión que Dios nos encomendó a cada uno de nosotros, por haber gastado
el poquito tiempo en cosas sin importancia.
Vamos todos a contribuir un
poquito, para que cada uno de nosotros hagamos la vida de alguien que necesite
más que nosotros, un poquito mas feliz, ayudando a alguien de alguna forma, con
lo que no nos sobre… ni que sea solo con una sonrisa o un consejo! pero
hagamos algo positivo, porque lo estamos necesitando de verdad.
Podemos inclinarnos hacia un
mundo menos egoísta (el mal) o por el contrario al dar y compartir (el bien).
Estamos acostumbrados a
pensar que las cosas que nos pasan son por causas externas: la mala suerte, el
destino, los gobiernos, etc.
El responsable de las cosas
que nos ocurren en la vida es el propio ser humano. No hay mala suerte, no hay
“el otro es el responsable de lo que nos sucede”. Somos nosotros nuestras
acciones.
Hay dos fuerzas que están en
pugna constantemente: la fuerza de la luz, de Dios y la fuerza del mal. La
fuerza del bien es la esencia del dar y compartir. Es recibir para compartir, es
respetar y tolerar al otro, aunque sea distinto.
Las grandes luchas que
sostenemos en nuestras vidas suceden porque “la persona no es como yo quiero que
sea, no piensa como yo quiero que piense”. Entonces, nos fragmentamos,
discutimos, etc. Nadie tiene una verdad absoluta, todos somos diferentes, todos
tenemos derechos a ser diferentes, y tenemos que respetarnos.
Dios es la esencia del dar.
Uno tiene que ser afín a esa esencia. Pero dar no solamente se refiere a lo
material, sino se refiere a todo el comportamiento, cómo estoy abierto hacia los
demás, cómo los escucho, cómo me preocupo, como los respeto.
Tenemos que pensar en los
demás. La conciencia de Dios es simple y en la simpleza se da, nosotros nos
complicamos la vida.
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