Estaba en una sala de espera para el
examen médico prelaboral en abril de 1962, era para mi primer trabajo, en
Capital Federal; séptimo en el listado. Los primeros seis eran del sexo
masculino, todos a simple vista muy humildes, jóvenes y llegados del interior
del país.
Asoma el médico y con el listado
en mano nos va llamando uno a uno, cuando iba a atravesar la puerta del
consultorio me toma del brazo y me dice que si no quiero ingresar con el grupo
él me llamaba con la próxima tanda, me salió el "no".
Al retirarme
me di enteramente cuenta de la actitud segregadora del profesional, no lo había
percibido en el primer momento.
Muchos años después, noviembre de
1997, descendí del colectivo en Retiro para ingresar al hall del ex ferrocarril
San Martín. Iba vestido de traje gris con corbata y un portafolio con
documentación.
Adelante mío iba un grupo de 3 personas con el mismo destino,
con signos evidentes de haber salido de su trabajo, se los veía pulcros
llevando cada uno su bolso y haciéndose bromas entre ellos, nada fuera de lo
común, pero…
Una comisión policial requisaba a
los que iban ingresando a la estación. Mucho antes de llegar adiviné quienes
iban a ser los retenidos para verificación de documentos y quien iba a
pasar sin ser detenido. Evidentemente mi perfil occidental y caucásico los debe
haber amedrentado. Las tres personas perdieron el tren, yo no.