A mi hija Marinella Botello Ramírez
Cuando creías
que yo no miraba, te vi pintar,
A hurtadillas,
afanosa,
Aquella tarjeta
del día de la madre,
Que tímida y
amorosa me extendiste
Esperando ver
mi reacción.
Lo mínimo que
podía hacer,
Después de
fingir asombro,
Era darte un
beso y un abrazo,
Colgarlo en mi
peinadora y, días después,
Para que no se
dañara,
Guardarla entre
mis tesoros más queridos.
Cuando creías
que yo no miraba, te vi conversar
Con tu mascota
temerosa,
Y entonces
comprendí que sabías lo que era el miedo
Y que debía ser
amable
Y darte valor
para enfrentar los retos.
Cuando creías
que yo no miraba, te vi disfrutar
De tu sopa
favorita
Y aprendí que
las cosas pequeñas pueden ser
Algo especial
en la vida
Y que ellas
también eran medios
Para expresarte
mi amor.
Cuando creías
que yo no miraba,
Te vi rezongar
y protestar,
O botar contra
el suelo la blusa del uniforme
Que te mandaba
a guardar.
Pero hice que
no miraba
Porque también
tenías derecho a refunfuñar
Y a expresar tu
descontento,
Aunque sólo
fuera al oso de peluche
Que desde tu
cama te miraba con asombro.
Cuando creías
que yo no miraba, aprendí la mayoría
De las
lecciones de la vida que necesitaba saber
Para dar
respuesta a tus preguntas
E inspirarte,
con el ejemplo,
A no dar nada
por sentado,
A buscar
siempre una verdad más satisfactoria
Y a ser una
buena y productiva persona cuando crecieras.
Cuando creías
que yo no miraba,
Encontré un
catecismo escondido bajo tu almohada,
Y supe de tu
necesidad de creer en Dios
Y demandé, ante
tu padre alejado de la fe,
Respeto por tus
necesidades espirituales
Y encontré el
valor para defender las mías.
Entonces
tuvieron un nuevo sentido
Nuestras
oraciones compartidas.
Cuando creías
que yo no miraba, vi que hacías lo imposible
Para ayudar al
hijo de mi amigo enfermo,
Llevándole en
mi nombre
Las Flores de
Bach hasta la clínica,
Y entendí que
no habían sido en vano
Mis mensajes de
solidaridad y ayuda.
Cuando creías
que yo no miraba, te vi dar tu tiempo y trabajo
Para ayudar a
los niños huérfanos por el deslave
Y -una vez más-
confirmé lo grande de tu corazón.
Cuando creías
que yo no miraba, sentí tu beso
Recostada, por
la fiebre, y me sentí amada y acompañada.
Y supe cómo te
sentiste tantas veces cuando niña
Y yo cuidaba de
ti y te abrigaba.
Cuando creías
que yo no miraba, vi salir lágrimas de tus ojos
Y aprendí que a
veces las cosas duelen, pero está bien llorar.
Entonces
aprendimos a llorar juntas
Y el dolor fue
menor.
Por aquellos
tiempos difíciles
“¿Qué habría
sido de nosotras sin nosotras?”
(Como bromeamos
a veces…)
Y es que, como
“crecimos juntas”,
Nunca estuvimos
solas.
Cuando creías
que yo no miraba, vi cómo cumplías
Tus
responsabilidades,
En la
universidad, en el trabajo
Y cuidando de
tu papá enfermo,
A aún cuando tú
misma no te sentías bien.
Y hasta llegué
a regañarte un poco
Por exponer tu
salud.
Pero sentí un
gran orgullo al ver cómo
A estas alturas
de la vida, él podía contar contigo.
Cuando creías
que yo no miraba,
Te vi
procurando la excelencia en cuanto haces,
Cuidar de tu
casa y dar ayuda solidaria a tus amigos.
Y comprobé el
gran amor que puedes dar
A todos cuantos
te rodean.
Cuando creías
que yo no miraba, te miré
Y quería decir
“¡Gracias!”
Por todas las
cosas que vi cuando tu creías
Que yo no
miraba.
Gracias por
todo el bien que veo
Cuando te veo.
Gracias por tu
vida sana y sabia.
Gracias por tu
alegría de vivir,
Por compartir
con todos como su fuera el mejor día.
Por buscar tu
realización, sin conformarte.
Gracias por ser
la hija que todos quisieran tener.
Pero, ante
todo, gracias por ser mi amiga…
Porque esa
sí fue tu elección
Y espero
siempre merecerla”
Tu “mami”:
Marinela Ramírez
25/2/2005
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