México me abrió las puertas
Cual tulipán adormecido,
Humedeció mis iris, y
Hecha tierra,
eché raíces entre la
casa azul de Frida Kahlo y
la inmovilidad del tiempo.
Escribo a rabiar
entre ardillas y pájaros negros.
Me sumerjo en cafés de ábaco,
Entre dulces y nueces.
Vuelvo a ver a Frida,
camino entre sus cejas,
Danzo al compás de sus dibujos.
El patio se cubre de orquídeas,
Y lentamente, espero.
Me adormezco entre patios
y enredaderas azulinas,
mármoles de Carrara.
Desnuda entre flores,
rozando mis codos, mi nuca.
La imagen de Frida inmóvil,
tibia, quebrada, rojiza.
La noche dormía mientras
mi espejo se reflejaba en las dos Fridas.
Doce estaciones de esperanza,
Doce lunas que caen,
Rozando al ras la tierra.
El rostro de Diego,
Un deseo sumergido en la luna negra
mientras mi cuerpo inerte escapa
a la casa azul.
Estábamos dormidos
entre nuestros huesos desnudos
roídos por el payaso y putas viejas.
Dormíamos entre violetas
entre corazones de cera
y algarrobos de glicinas.
Mientras dormíamos,
el olor a los cafés de buenos aires
el olor a la boca,
La vieja barca que avanzaba
Y la muerte negra bailando
Al ritmo del año 2012.
El iris azul de mis pupilas
Esperaban la liberación.
Estoy empalizada de rojos,
Libre, desnuda.
Encantada entre murales
Y despliegues de tumbas,
Entre desnudos tibios
Y una paz que inunda el alma.
Un titiritero despojado de sus hilos,
una máscara de marfil, entre hilos
dorados y un niño dormido.
El esqueleto de mis huesos,
roído por un espíritu negro.
En la calzad, una flor muerta
un barco astillado,
Un puñado de muerte
Y quede atrapada,
entre la vida y la muerte
que no logra abandonarme.
La larga cabellera color iris,
se enreda en un sencillo abanico de manzanas.
Sus uñas escondidas juegan en el
tumulto de la orilla.
Mis rulos se empapan de tu amor,
Sentarse a esperar al pescador…
Beber hasta la locura
Pensar en tu cabellera, en mis pupilas dilatadas
en un gin,
En un corazón que para de latir
mientras la vida sigue
caminando por el mundo.
Walt Whitman y sus hojas enredadas
confusión entre ladrones y prostitutas.
Payasos de algodón,
un bikini de dolce gabana negro,
Un corpiño que llora,
una silueta desnuda, al ras
del arco iris.
Margaritas que se embriagan
en mi lecho,
En mis pechos silenciosos
en un castillo sin dueño
En un silencio sin irrupciones
en un grito sin alaridos
en un puñado de muerte
ruidosa, que hace eco
de mi presencia
En la tierra.
El atril verde musgo
y un mechón de pelo negro
El olor a tu pelo,
mi mirada, tu recuero.
Desenterrarte humedecida
en recuerdos de brisas nocturnas.
Las oscuras mariposas
el polvo del azulejo agrietado,
el hombrecito del azulejo,
los jardines de los senderos que se
bifurcan, mientras Borges
desaparece en el infinito.
Un sótano mal oliente,
despertarse en ríos rojos,
Los lentes se me caen
en la brisa de los suburbios
en un colectivo perdido
en la nada.
Tu juego es mi juego
entre soles y pergaminos
el marfil.
Azulejos de murmullos
entre sobres y alcobas
mi amada desapareció
El olor a su presencia
mi ausencia y el boulevard lejano.
Estoy sola, como un hueco
que se agita
como un canto y un muro
entre mares agitados,
Las estrellas desaparecen
la noche cae
la luna se va
El cenit se esfuma.
El crimen era enloquecer.
Los ángeles deambularían
en carruajes de papel celofán.
Un mendigo que nada en
sus propias heces.
Un aliento perdido,
la negrura de la calle,
el bao de las profecías.
Enloquecer o escapar
entre árboles azules
y permanecer quieto
mientras el cielo durmiera
la noche eterna del entierro.
Un niño muerto
un tren que vendado huye
De la vida.
esperar, algo
Nada.
Esperar sentado
todo, nada
Esperar llorando
un cordón ilusorio .
Que no estoy solo
en este mundo raro
mientras espero el beso
De un extraño.
Las sabanas empapadas en flores
escapan de los gemidos.
El ábaco se abre.
Los puentes silenciosos se abren
al cenit de la vida.
y los pájaros negros
esparcen su aroma a rosas
mientras los amantes
gimen y se desgarran
en sueños
de papel
Azul.
El peine de mi abuela
conserva sus pelos.
El peine de nácar
guarda secretos de alcoba.
No la dejaron ser,
se encamino con su
mochila de piel de pájaro
Entre el cenit y la nada.
Se humedeció los pies,
espero y escapo
hasta el final
del corredizo
donde una ardilla
esperaba que Alicia
saliera de su país de maravillas.
Guarde una mosca
en un papel amarillo
Para tu encuentro.
mil grillas de papel
soñaron con tu amor.
Aguante la caída,
volé como una mariposa
Entre girasoles y tiernas
hojas de laureles.
Busque hormigas
y atrape un ciempiés
que me abraza
en la oscuridad de la noche.
Los cerezos se amaron
mientras el reloj se detuvo
en el vacío,
en el ocho invertido
en un infinito
bosque de luciérnagas.
Los escarabajos de oro
se cayeron del pétalo de azucenas
y los cerezos gemían
y lloraban de placer.
Tu carilla de papel hace eco
En tus manitas de algodón.
Puras y santas. Tus pestañas rollizas,
desconciertan mis deseos.
Ahora pienso en vos,
más que ayer, más que mañana.
Te sueño despierto hasta encontrarnos
en carruajes de papel.
Pensé toda la noche en vos,
en tus ojos de arlequín.
Tu boca rosada y suave.
En el dulce embriagándose en tu cuerpo.
En tus leves uñas de papel.
dormimos hasta el alba,
te acurruqué en mi corazón,
que latía junto al tuyo,
al encanto de la noche.
Santi cruzó su pecho entre mis manos.
Sus manos sucias, globos rojos, chupetines
de inocencias, cuerpos rollizos.
Nos bañamos en el fondo de su alma,
Reposamos entre risas y sonrisas,
llantos, quejidos, tiernos,
Hasta enloquecer.
Solcitos asomaron a mi corazón.
Mis ojitos se cruzaron con los suyos,
tras el canto del ratoncito que comía quesito,
Mi cuerpo estremeció.
Ya los extraño, pero en mis pensamientos
siempre estarán los solcitos,
De arlequín.
Entre el payaso
plin, plin, que se soñó la nariz
Y con un estornudo hizo ACHIS…
La bruja Cachabacha, salió de la escarcha.
Se ató el pelo con el broche, sin reproches.
Sacó su escoba de la alcoba.
Su botón saltó y su vestido descosió.
Esta bruja Cachabacha se hace amigas
sin problemas, y la historia llega al fin.
Ya que la escoba a dormir se quiere ir
Mientras la bruja Cachabacha
ata parches en la escarcha.
Lucia la bailarina, esos ojos lucían chispitas.
Esa sonrisa, esos cachetes, esas
mejillas ruborizadas.
Esos pantalones con la flor bordada,
sus zapatillas rosas con sus cordones desatados,
Lucia, lucia hermosa,
Sus ojos danzarines, su cuerpo,
danzaba entre la inocencia y la felicidad.
Por qué la gente no es feliz, preguntó Santi?,
Con sus ojos chispeantes a los cuatro años.
Porque la gente no se conforma con nada,
Si fuéramos orugas,
querríamos ser mariposas,
Y si fuéramos mariposas,
querríamos ser las mas lindas,
Y querríamos volar al lugar mas lindo de la tierra,
Y no dejarnos atrapar por la muerte.
Desmayarnos en la lapida,
de nuestro propio inconformismo.
Una vaquita de San Antonio
Paseaba por las zapatillas de puppi.
Hacía la vuelta carnero entre sus cordones.
Se reía entre chispitas y pucheros.
Hoy la vaquita de San Antonio
Jugaba en el Jardín de Infantes,
Entre angelitos y diablillos.
Luciérnagas de cristal
Iluminan sus ojitos de papel.
Una mariposa roja revoloteaba sobre mi sombra.
Santi se ríe, sus hoyuelos se marcan.
Soñamos que no estamos en este mundo.
Jugamos que atrapamos hormigas,
Las linternas iluminan nuestras caras.
Sentimos mariposas en la panza,
Sentimos girasoles en los labios.
Olemos perfumes a chocolates ,
Nuestros ojitos de papel se cierran,
Mientras nos dormimos
Mas allá de este mundo,
Y las linternas se apagan,
Y no soñamos mas…
El jardín japonés con sus peces,
Cruzamos el puente rojo,
Y le damos de comer a los peces.
Un pez con un ojo hinchado,
Santi se ríe, yo también.
Y nos reímos a borbotones.
Mientras el pez desaparece
Mas allá del puente rojo.
Soy una princesa desnuda,
en un castillo sin vértebras.
El príncipe huyo de la historia.
Soy una princesa sin brillos.
El espejo de la vida,
se quebró a pedazos.
El libro se cerró y yo me escapé.
No encuentro mi destino.
Sigo buscando,
Alguien sabe donde está mi historia?
Tus manitas de alelí
se abrazaron a
mis uñas de papel.
Una mosca deambula por tu cuna,
un zumbido penetrante.
Tus ojos buscan mis pechos blancos.
Hoy te quiero más que ayer,
más que hoy,
mas que mañana.
Hoy tu corazón late
junto al mío,
en un canto de vida.
Y los pájaros durmieron para siempre,
Santi cruzó mi pecho entre mis manos.
Sus manitas sucias, globos rojos, chupetines
de inocencias, cuerpos rollizos.
Nos bañamos en el fondo de su alma,
Reposamos entre risas y sonrisas,
llantos, quejidos, tiernos,
Hasta enloquecer.
Solo necesitaba acurrucarme
en tus rodillas olvidadas.
Solo necesitaba respirar el hollín
a viejas corbatas verdes.
Mezcla de quejidos y olvidos.
Crepúsculo de huesos,
Entre mi alma agrietada.
Solo necesitaba acurrucarme
en tus rodillas olvidadas.
Quisiera desmembrar cada sonido del molino.
Observar las nocturnos mariposas.
Mientras el silencio cómplice,
caería débilmente entre tus lentes.
Mis pechos dormitaron entre calas.
Esfumarse entre el molino y el partir.
No partas sin mis aspas, no partas todavía.
Sino caería cual débil gota entre tus manos,
perdiéndome en el infinito de tu rostro.
Te espero como siempre mas allá de los sonidos del molino.
Aguantando la caída,
frente a cada rama del cerezo.
Mientras las alondras danzan
a la luz de los junquillos.
El marfil me abraza, cada pedazo de mi ser
cayendo entre el negro precipicio.
Otra caída, no aguantar más.
Tirarse al fondo de la nada, es tarde,
tengo frío, no me dejen sola.
Me vi cayéndome lentamente,
entre el cielo y el infierno.
Y alguien esperándome,
en el fondo de la nada.
Aquel verano, sueño de remanso,
despertar de fuego, de vida, de risa.
Poco a poco se ha dormido,
o quizás se ha perdido.
Sueño eterno en la mente de su dueño.
Se llevó mi vida, mi fuego, mi risa.
sueño eterno en la mente de su dueño.
Hoy deseaba más que nunca internarme
como Alicia, en el país de las maravillas.
Irme con Kafka al castillo más alto de la esfera.
Con Borges a la calle de los senderos que se bifurcan.
Con Sábato al túnel más oscuro de la tierra.
Conmigo misma a los entrañables deseos
de encontrar esa razón tan buscada,
ser la tigresa más lejana,
la flor más bella,
que el viento acaricie mi piel,
el aire me abrace,
el cielo me eleve,
descansar por la eternidad
al compás de las palabras.
Una rama de almendro
despertó conmigo.
Mi rodilla se mezcló
con tu rodilla.
Rasgué tus besos en mi boca.
Una endibia recorre tu cuerpo
Una rama de almendro
despertó conmigo.
Mis tetas turgentes hoy lloran tu cuerpo.
Todos están muertos, vos estás muerto.
Tan muerto como un cenit quebrado.
Mis tetas turgentes hoy lloran tu espalda,
Tu rostro, tus piernas, tus partes, tus hombros
Tu pelo, tus muslos.
Tu herida, tu silencio, tus lágrimas.
Mis tetas turgentes hoy lloran tu cuerpo.
Todos están muertos, vos estás muerto.
Yo también.
Te extraño como un alambre
extraña a otro alambre,
como la luna
aullando a medianoche.
Como un brazo
extraña al otro.
Y te pienso.
Y te extraño.
Tu silueta desnuda acurrucó mi cuerpo.
Que yacía muerto entre tu espalda.
Tus manos adormecieron para siempre
entre mis pechos tibios, rodeados de magnolias.
Mi sexo embriagado,
deambula,
entre siluetas muertas
y carros de papel
que despedazados por la lluvia
se pierden en la nada.
Impregno mi vida de magnolias amarillas.
Mitigo las horas a la muerte.
Soy hambriento de los despertares furtivos
y sueño con el amor cual niño de regreso a su casa.
Mis tersas uñas amontonaban un puñado de lilas
que mezcladas con las nueces, toman el té
en el banquillo del pensamiento.
Las letras se bañan.
Las seco en el balcón a medialuz,
cuando la luna esparce su perfume ameno.
Cuando la gente duerme, mece, ronca,
late, se suicida o simplemente sueña.
Solo basta recostarse en la hierba fresca
entre Whitman y hojas secas.
Entre un atardecer francés,
a la orilla de un brazalete,
o un rincón perdido
en el medio del mundo.
Jugar al ajedrez en smoking,
derrotar al enemigo.
Los abadejos descansaron silenciosamente
en los paramos desiertos del alma.
Y, cuando los mutilados recuerdos afloraron,
las mesetas de las añoranzas partieron.
Unas tetas prominentes vertieron ruidos
y gemidos, hasta el amanecer.
Zambullirse en una teta débil,
caminar entre sus zuecos.
Respirar el olor a madre.
Tender la teta entre rampas de algodón.
Y dormitar por siempre en ese lecho
de muerte blanca.
Un payaso deambuló mi vida,
acarició mis tristezas.
Rozó débilmente mi cuerpo
extasiado en vida.
Recordó mis formas,
memorizó mis mejillas,
rozó mis pestañas de abedules.
Se extasió hasta el amanecer.
Y lloró, hasta quebrarse en mi pestaña
enredada en tristezas.
Te vi jugar desde la rampa del dulce.
Tus uñitas jugaban a los barcos,
que prófugos recorrían aguas desconocidas.
Y a pesar del cansancio,
dormité en tu espalda
y navegué océanos desconocidos.
Las astas esparcían caramelos,
mientras nadábamos al son de la sirena.
Y tus muslos se enredaron con los míos
y tus pómulos bailaban de alegría.
Y salté la rampa del juego,
mientras los dulces empapaban
nuestra llegada al puerto.
Escribo para no volverme loca,
para desmenuzar el cerebro con cerezas
y plantarlo en racimos de alelíes.
Escribo para no despertar más,
para perderme en alguna letra,
tomar la valija con ella y
cruzar el horizonte del papel blanco.
Escribo hasta que el dedo sangre
entre heces y desperdicios humanos,
entre cuerpos enloquecidos
por salir de si mismos,
entre dedos que penetran fronteras
que nos separan de los muertos,
mientras dibujo flores entre mis letras.
Mientras las margaritas y las calas
me albergan mas allá del paraíso.
Y trepé los albergues de la sinrazón.
Deambule entre el miedo cobarde,
que me invade, que me mata.
Miedos que rozan nuestro cuerpo,
hielan la sangre, miradas
que mutilan mis ojos y
rompen mis pestañas.
Hielos que se desprenden
de mi vida,
miedos que no atrapo,
porque están mas allá
de mi alcance.
Hoy escribo para un escarabajo negro
que habita en mi pieza.
Guardamos una mosca en un papel amarillo
entre mi sobrino y yo.
Y las difuntas moscas pasearon
por la ventana de mi pieza.
Y el negro invadió mi cortina,
y mi alma se apeno,
como un niño que se apena
por su juego disímil,
y las palabras morían
como mueren los abedules en verano,
como mueren los escarabajos negros,
como mueren los asiáticos,
como el hielo,
como el alba.
Y si el encanto de permanecer inerte,
Cual mariposa azul, danzando entre la luna.
Mi bruma se aquieta, mi llanto dilema.
Si Santi besara mi mejilla cual príncipe
Deambulando por la oscuridad de la vida.
Anido un paraíso más allá de las mejillas olvidadas,
Más allá del perfume de sus manos con olor.
A galletas, chupetones, a marcadores.
A inventarse un mundo de juguete mientras
El pájaro azul cruza la vida.
Un niño débil cae cual papel de mariposas,
Entre despojos de guerras y adoquines.
Un rostro mutilado, cegado por corneas
que prefieren no ver la oscuridad.
Sombras y sollozos de almendros,
la locura, la desesperación, la muerte verde.
Una madre arrodillada ante sus hijos,
que cobija mansamente, entre abedules
e iconos tornasolados de mascaras.
Y volver a levantarse, mustio, entre la arena pegadiza,
entre el recuerdo, el sonido, el temblor del miedo y la soledad.
Pero recordar que no estamos solos,
que basta levantar la mirada,
ver la noche, el día, las estrellas.
La sencillez de la vida, y cerrar los ojos,
Respirar unas magnolias y tenderse en la hierba fresca
mientras la luna acaricia nuestra piel de acá a la eternidad.
Navegar por esta vida en un barco de papel,
arrastrarse entre arenas movedizas,
recoger los huesos desmenuzados por el polvo de la vida.
Elevar la cabeza al cielo, deslizar una pestaña
entre lágrimas de amor, entre un cuerpo pesado,
sentir su perfume a rosas frescas, recién cortadas.
Dibujar su cuerpo en el mar, navegar,
desplegar las alas, abrirse a la vida.
A pesar de los naufragios, de los pesares,
esperar al hada madrina, a la varita mágica,
al número cabalístico y luego soñar entre las
estrellas de la noche, que forman un barco
elegante y luminoso en la noche eterna
De la vida
Hoy el mar me abraza, me acaricia,
Con sus leves susurros al oído.
Me adormece embriagándose de recuerdos.
Su delicada espuma,
Juguetea con mis pies.
Mi oreja busca el sonido de su canto,
Sus susurros, su piel,
Sus pies penetran en lo hondo de la vida.
Hoy el mar me abraza, me acaricia,
Hasta que la luna
Me envuelve en su blancura.
Una pestaña negra
Quedo enganchada en mi taza.
Intentaba despegarse, pero no podía.
El ojo, eterno amante nocturno,
La alcanzo con su mirada, se enamoro.
Los labios sonrieron, se besaron confundiéndose
En la noche blanca,
Con un barco azulado encallado
En perlas escarlata.
Perdiéndose entre mis pechos, embriagados
En mi vida.
Si el naranjo susurrara al fresno,
el fresco aroma del naranjo
Si el zumo del limón cayera lentamente
Como acariciándolo, impregnándolo de vida.
Tus pupilas embrujadas invernaran en mis ojos,
Adormecieran mi llanto,
Cobijaran mi aliento,
No me dejaran, no partas,
no me dejes vacía
Cual ultima lagrima muerta
A lo largo de la vida.
Por María Beatriz Burroni
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