Dice Zaid que el The New Yorker publica tres poemas nuevos por semana, elegidos
entre los que recibe como colaboraciones. Para escoger estos tres poemas se
gasta una fortuna, pues necesita tener una persona a tiempo completo que lea los
800 poemas que en realidad recibe cada ocho días, la bobadita de ¡40 mil al año!
En 1976 el Book of the Month Club dedicó una página completa del folleto que
envía mensualmente a su millón doscientos cincuenta mil suscriptores, al libro
de poemas de la renombrada Denise Levertov, que venía con el pie de imprenta de
la no menos famosa editorial New Directions.
La razón de haber escogido este libro y dedicarle tanto espacio a su difusión,
fue debido a que Denise había ganado el premio Lenore Marshall. Por estadísticas
se sabe que, un libro que aparezca en el Book of the Month Club, vende cuando
menos 300 mil ejemplares; ahora, si se le dedica una página se espera casi
duplicar esta cifra.
Pues bien, el libro de poemas de Denise Levertov vendió… ¡750 ejemplares!
¿A qué se debe que NO se lea la poesía o que, si se lee, se lea tan poco? Las
razones pueden ser variadas y dependen de quien las emita.
Un poeta amigo mío torna desorbitados los ojos tratando de explicarme que la
gente actual ha perdido la ternura, que no percibe la vibración del universo,
que la globalización y los mercados le marchitaron el amor. ¿Será cierto?
Una tarde sabatina montó en cólera cuando le recité la sarcástica sentencia del
poeta Jud Jerome, que también cita Zaid: "Si uno fuera realmente considerado con
sus lectores y amigos, debería insertar un billete de cinco dólares en cada uno
de los libros que pone en circulación, para reconocer simbólicamente el abuso de
quitarles el tiempo".
La sentencia de Jud apuntaba a que se puede probar que son muchos más los que
aspiramos a ser leídos, que los que en verdad leemos.
Y conste que NO estamos
hablando del MERCADO -ese concepto etéreo, tan peyorativo y apaleado por
quienes escriben, editan o venden libros- sino que hablamos de quienes alzan la
voz pidiendo que se LEA más, es decir, los escritores. Observemos esto:
"Plougshares, revista trimestral fundada en 1971, que tiene una circulación de
tres mil ejemplares, y una de las revistas literarias de más prestigio en los
Estados Unidos, recibe 16 mil textos al año de unas seis mil personas, de las
cuales NI siquiera doscientas están suscritas a la revista.
Han formado un
equipo de quince voluntarios para leer y escoger, pero no dan abasto. Cada vez
que publican un
aviso para promover suscripciones, por cada suscripción que consiguen les llegan
de diez a quince colaboraciones".
Sin embargo, se niegan a adoptar la nueva modalidad que ya tienen como norma
revistas serias y respetadas como New Letters, Nimrod y Querterly Review of
literature: ni siquiera leer las cartas de los presuntos colaboradores que no
estén suscritos.
La conclusión entonces es sencilla: si todos los que escribimos, si todos los
que pedimos que nos lean, compráramos libros y leyéramos, quizás las cifras
mejorarían, y tendríamos aforismos por doquier como: "No te pido que me des tu
tiempo, yo te doy el mío". "No te pido que me leas, te ruego me dejes leerte".
"Tus necesidades de afecto y reconocimiento yo te las doy, y allá tú si algún
día me compensas" y otras por el estilo.
Téngalo por seguro: jamás en la historia de la humanidad tantos millones de
personas deseamos con tanto fervor publicar nuestros libros. Y si esos millones
nos convirtiéramos en lectores de otros, habría un auge jamás visto de ventas de
libros.
Una propuesta sencilla que se la tomo también a Zaid: "Toda persona que pretenda
ser leída, tendría que demostrar lo que ha leído. Y por cada mil poemas
(cuentos, artículos, libros) leídos, tendría derecho a publicar un poema
(cuento, artículo, libro)".
¿Quién se apunta de primero?