La triste y
desdeñada Z, alcanzo a asomarse apenas para alcanzar a ver fuera del viejo
depósito donde yacía desechada desde tiempo atrás, solo para percatarse que la
desesperada A hacia infructuosos esfuerzos por ordenar a las demás vocales, todo
inútil aquellas habían caído hasta el fondo de la bolsa de basura, al igual que
algunas de las dispersas consonantes, mientras que la fuerte y siempre socorrida
M se concretaba a lamentarse de su actual condición y sollozaba por el virtual
fallecimiento de la Ñ y la H que junto con la X y la Y se abandonaron a su
suerte.
Adonde te
llevan grito la Z y la sollozante A le respondió, a donde mas, adonde llevan
todo aquello que ya no sirve, a todo aquello que ya no es necesario y se
desecha; a algo que mi vecina la B, encabeza pero que nunca le gusto: al
basurero.
La antes
orgullosa Z, cabeza del nombre de Zeus, Dios máximo de la madre de todas las
culturas, la griega, raíz de los alfabetos y de las ciencias hoy desdeñadas y
destinadas al olvido, recordó cuando era materia de polémica por como debía de
ser pronunciada adecuadamente; hoy día los irreverentes e incultos jóvenes la
pronuncian con una especie de anglófono fonema escupiéndola mas o menos así (pfshss)
La antes
socorrida G de gato, siempre utilizada como obligado ejemplo de corrección de
escritura, ahora es confundida con la B, en el irrespetuoso “Guey”
La C del
ilustre Cervantes sollozando le dijo a la B de Borges, ¿recuerdas cuando El
Quijote era considerado una de las joyas de la cultura universal?
Claro que lo
recuerdo y tanto que su consagrado autor dio nombre al máximo reconocimiento por
meritos literarios de la lengua española, cuatro siglos después Jorge, Luis
Borges fue galardonado con el Premio Cervantes por su prolífica obra.
Desde el fondo
del bote de basura la S a gritos les recordó, no se olviden de mi Shakespeare,
el que en la literatura inglesa comparte con Cervantes un prominente lugar en la
cultura universal, sus obras por siglos llenaron los máximos foros teatrales.
Pero a quien le
interesa actualmente Hamlet o Romeo y Julieta, nos califican como “fresas”, se
lamento la T de Tennesee Williams, aquel cuyo Un Tranvía Llamado Deseo batió
records de presentaciones en las carteleras
Neoyorquinas de los años 50.
Así una a una
las letras recordaban a los grandes hombres de las que presumían ser las
iniciales de sus ilustres nombres, hombres que dedicaron años de su vida a
convertir en sabiduría las letras que eran trasformadas en prosa, en verso, en
ensayo, en guión para teatro y otras representaciones que sirvieron de base para
los grandes oradores, artistas, lideres, filósofos y los sabios que difundían
con estas fabulosas herramientas la base de la cultura universal y el
esparcimiento.
La heráldica para los principios de la comunicación publica y por que no nombrar
a los que con el astuto pregón sentaron las bases del comercio. Como poder
discutir los
grandes temas
sin tener las bases de la Retórica para el discurso, recordemos las animadas
charlas del inspirado García Lorca con los modernos ensayistas y filósofos de
las nuevas tendencias políticas.
Y los grandes maestros antiguos, creadores del arte de hablar en todas sus
facetas como
es: la
conversación, la dialéctica, la prosa, el verso, la oratoria, el fervorín, la
disertación, el debate, la exhortación, el canto, la recitación, la sátira, la
lírica, la heráldica, la arenga, el pregón.
El discurso de
Cicerón; Las historias de Homero; Las fábulas de Esopo; La pedagogía
Filosófica de Sócrates y Platón, La retórica de Virgilio y Séneca, Las
encendidas arengas de Demóstenes contra la tiranía y las de Robespierre
incitando al pueblo francés a levantarse en armas.
Pero también la dulce poesía de Gabriela Mistral y el conmovedor verso de Sor
Juana,
¿Como podrían
haberse manifestado en todo su esplendor sin la correcta manera de expresarla?
Sin la, hoy, decadente prosodia.
¿Para que
servirían la gramática con sus innumerables reglas, las figuras retóricas como
la metáfora y el tropo y todas las permitidas flores gramaticales que engalanan
nuestros lenguajes?; si los grandes comunicadores no se hubiesen apoyado en la
necesaria Prosodia; el riquísimo español, el práctico ingles y el romántico
francés, solo hubiesen sido un sonido inentendible o galimatías que hubiesen
confundido más que ilustrar.
Todo este
triste episodio lo narra un ejemplar de una especie en extinción “Un Lector de
Libros”, según el lo escucho en una prestigiada librería cuyos anaqueles que
antes estaban repletos de libros, en la actualidad es una miscelánea con
infinidad de artículos electrónicos, ropa, regalos y discos compactos.
Sus antiguas mesas de lectura ahora están ocupadas por equipos de Internet.
Cuenta ahora con cafetería y área de juegos para niños, donde una de las
actividades de las modernamente llamadas interactivas es jugar con viejos libros
que ya nadie compra.
Unos niños se daban a la tarea, bajo la mirada complaciente y satisfecha de sus
padres, de deshojar un ejemplar de LA CELESTINA, aquella obra maestra de
Fernando de Rojas escrita en Castellano Antiguo.
Un idioma que
mutó y dio paso al castellano moderno, el que esta condenado a sucumbir y ser
substituido por un VIRTUAL CLICK.
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