La ropa gaucha con señales de caminos cenicientos, no desmejora su estampa varonil, de tez curtida y amarronada por soles tórridos y pólvora de batallas.
No es un soldado más. El quepis, y algunas insignias que luce en su corralera, hablan por lo menos de un comandante.
Lo sigue una columna de hombres desarrapados; montados, a pie; otros en carretas, mordiendo lamentos, suspirando finales entre jirones sangrantes y esperanzas escasas de llegar a sus ranchos.
Final de otra contienda. Llegada…la mujer, los gurises crecidos, o la tapera que se disculpa por que ha pasado el tiempo, ¡y ni hablar de la miseria ladina que siempre hace estragos!
La senda se ensancha, y en el recodo, aparece el caserío, de adobe y paja; la frescura de los algarrobos, el pozo de agua, pollos y gallinas criados en el entre patio, y perros, ¡muchos perros! que salen al encuentro anticipándose a la gente…y a las preguntas.
-¿Y el Ramón…viene el Ramón?
Y los silencios que no dejan conforme ni consuelan pero señalan el paso para el llanto, o para buscar el pañuelo negro (dejado a la mano), que cubrirá por un tiempo el duelo amargo que hasta parece injusto pero que se resigna por “esa causa” que no entienden las mujeres, y enorgullece al hombre.
No hay más preguntas ¿Para qué…? Las palabras sobran, o suenan como alguna vez lo hicieron en un aula de la lejana Salamanca, y por ese misterio insondable de la herencia, retoman el ayer suspendido indefinidamente del horcón más fuerte que sostiene el rancho.
Se ensilla el mate y se calman zozobras en miradas silentes, besos que lastiman y el desenfreno momentáneo de pasiones contenidas. Afuera, los gurises malician un “entrevero”, y con el cuento de la cigüeña, la traza de otro hermano para lidiar con su crianza y compartir la pobreza.
Por Félix Natalio Solís. Presidente de A.V.E. (Asociación Villaguayense de Escritores). Autor de "Se la llevó del camino y otros cuentos"
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