Leyendo horóscopos

Estoy cansada, sin ánimos, estresada. Pueden ser rezagos del crucero, pero nunca me he quedado así después de ir a uno, ¿tendré colesterol o algo así? Me pareció lo mejor venirme para acá, al consultorio del doctor Lainez, de fijo me recetará un tónico con vitaminas o revigorizantes, como escuché que los llaman ahora y sanseacabó...

El doctor será bueno, pero no es de los que
atienden con cita, sino por orden de llegada, y antes que yo está una gorda de
pelo amarillo, húmedo todavía. Les comento que yo, la verdad, no resisto a esa
gente que no se lo seca bien antes de salir, se ve les tan desarreglado.

Encima la gorda, no debe darse cuenta de su pesadez y se ha plantado un traje
floreado haciendo ineludible verla en toda su amplitud. También esperan una
circunspecta señora de moño bien tirante y un calvito con un par de zapatillas
Adidas preciosas, de bamba nada, y con una casaca de cuero negra que no va con
la peladita que luce.

No es que yo suela fijarme en estas cosas, ni hablar, pero
qué más se puede hacer en la sala de espera de un médico con las paredes
pintadas color cremita y luces indirectas, acompañada de una música insípida,
posiblemente para que no incomode, aunque yo apostaría que tampoco le agrada a
nadie.

Y por supuesto, las revistas en la mesita de centro son tan anticuadas
que, aunque no me lo van a creer, veo en la portada de una de ellas la boda de
la princesa Carolina.

Ni me acordé de traer la novela que estoy leyendo, quizá porque bostezo
solamente con cogerla, a pesar que todos dicen encontrarla buenísima.

Miro a
través del cristal de la ventana por donde asoma una divina buganvilla rosa, me
gustaría tener una así, pero nunca me prenden y estos jardineros cada vez son
más inútiles. Vuelvo la mirada varias veces hacia ella, es lo único placentero
de este lugar; porque, indiscutiblemente, el cuadro del panel central, parece
comprado en la feria del Parque Central . Este doctor Lainez no tiene el menor
gusto.

Menos mal que el calvito abandona en este momento su periódico encima de la
mesita. Es uno de esos chicha, pero comprenderán: cualquier cosa es mejor que
ver las flores del traje de la gorda. Nada interesante: politiquería y calatas.
De puro aburrimiento caigo en la columna de los horóscopos.

Yo nunca he confiado en esto de la astrología ni nada que se le parezca, y
aunque mis amigas tratan de iniciarme, ni modo que vaya a hacerles caso, son
chicas encantadoras a las que quiero mucho pero sin mayor sensatez.

De todas
maneras, recuerdo cuál es mi signo y lo encuentro casi al final de todos:
Sagitario. Me siento tontísima, mas de pronto quedo estupefacta, dice: Una
persona de tu familia sufre una caída que hará que cambies tu vida.

Mamá acaba
de caerse y esto demanda que vaya a verla a casi a diario. Sigo leyendo: Parece
que últimamente estas descuidando tu relación de pareja. Te empeñas en tener
razón a ultranza y te olvidas de la suya. También descuidas tu salud. Ya decía
yo: el asunto del colesterol. Lo pienso mejor y me supongo que todo esto sólo es
coincidencia.

Distraída, no me he dado cuenta que salió el paciente que se estaba atendiendo y
llaman a la gorda. La veo desplazarse con un contoneo que me hace,
perversamente, imaginármela bailando tango con el calvito.

En eso me doy cuenta
de que no me falta demasiado para estar casi tan corpulenta como ella. Me
desaliento un poquito, sin embargo, inmediatamente planeo estar más presentable
para cuando festeje mi cumpleaños.

Retorno al horóscopo. Es una necedad… pero miro el de Enrique. Me cuesta
trabajo recordar que es Aries: Tu orgullo podría ejercer una potente barrera a
la hora de relacionarte con la pareja a quien amas. Dispondrás de la energía
necesaria para tomar iniciativas importantes. Esta semana será el momento
apropiado.

¡Ay! Ni que los hubieran elaborado a la medida. Repaso otros para ver si se
aplican a nosotros, mas no, ninguno se adapta, solamente estos dos. Observo que
la impasible enfermera acaba de colocar sobre su escritorio un Vanidades, parece
reciente.

Se lo pido y me lo ofrece con una sonrisita impersonal. Lo hojeo
buscando el horóscopo. Al fin lo encuentro, después de haber echado un buen
vistazo al vestido más fabuloso que puedan imaginarse, puedo copiármelo para fin
de año y también ver algo sobre la mansión de Bill Gates, ¡qué tal suerte la de
su mujer!

Estoy en eso cuando advierto que el calvito se está quejando porque la gorda se
demora mucho dentro. Ni le presto atención, estoy animada enterándome lo que
señala Sagitario sobre este mes de setiembre del 2001: En tu hogar la situación
está tensa por problemas que se van acumulando, no salgas corriendo, cálmate,
tómalos uno a uno y ve solucionándolos poco a poco.

Preciso, por supuesto, eso
es el modo de encaminar todo, qué simple. Cómo no lo he visto yo sola y tienen
que indicármelo. Aunque a todos nos pasa, no van a decirme lo contrario

La enfermera mientras tanto, para aplacar la impaciencia del calvito, ha sacado
una tetera, que parece que fuera de porcelana, aunque no lo creo, ¡qué va! y nos
ofrece una taza de té con galletitas de soda. No la acepto, no tengo manos para
recibirla estando tan interesada con la revista. Al contestarle veo que por la
ventana ya está plasmándose el crepúsculo.

Leo Aries: Muchos cambios ocurren a tu alrededor, todo es un torbellino. Utiliza
esta oportunidad para darle un nuevo giro a tu vida. Realiza ese cambio que
tanto deseas desde hace tiempo. Esta semana es el momento. Haz limpieza interna,
esas cargas emocionales reprimidas sólo afectan tu salud.

Caigo en la cuenta que
Enrique también ha estado pasando por lo mismo que yo. ¿Cómo puedo ser así de
mezquina? Pensar solamente en mí.

No requiero tónicos ni ningún revigorizante.
Necesito prestar atención a mi pareja, volver a sentirme enamorada. Él por lo
visto también está dispuesto para ello. Estamos en un momento decisivo, depende
de nosotros dos. ¡Qué maravilla!… ¡Esto realmente es impresionante!

En este momento emerge la gordita con cara feliz y veo ingresar a las Adidas.
Arranco entonces y me escabullo. Ni me despido de la enfermera, que, por lo
menos, debería tener la obligación de actualizar las revistas de la mesa. El
Vanidades aparentemente es suyo.

Desisto de ver al doctor, con lo que iba a
pagarle puedo comprarme la chompita celeste que vi el otro día y que me retraje
por mi depre. Aunque, la verdad, también porque me gasté demasiado en trapos en
el viajecito.

Preciso ver a Enrique, volver a sentirme a su lado, salir los fines de semana,
pasear por la orilla del mar, yo haciendo footing mientras él se asolea tomando
ese color bronceado que le va tan bien con el verde sus ojos, ir a cenar a
sitios lindos comiendo cosas deliciosas, marcharnos otra vez al Caribe, y
comprender que no ambicionamos más.

Ya en la calle, veo que empiezan su desfile mujeres ajadas, con falsas sonrisas,
esperando quién sabe a quien. Por lo visto ahora, están en todas partes, hasta
en barrios como este. Es bueno saber que yo sí tengo mi hogar y mi marido.

Tomo un taxi para ir a casa, al cerrar la portezuela me pareció que me estaba
separando de ese mundo exterior, tengo tanto que emprender ahora, recuesto la
cabeza en el respaldar y me siento exquisitamente. Estoy ansiosa por llegar y
poner la mesa yo, quizás hasta iluminarla con los candelabros.

Estoy poniéndome
sentimental, no lo puedo creer, yo que me sentía tan hastiada, de pronto unas
líneas de un diario chicha hacen que varíe. ¿Estaré reblandeciéndome… ?

Llego a casa. Me arreglo y perfumo, me fumo dos cigarrillos, realmente los
necesito; luego bajo y preparo todo como sé que le agrada y me siento a esperar
a que llegue.

Lo veo entrar indiferente, tal como está viniendo todos los días.
Decido, entonces tomarlo con calma. Me saluda desde lejos mientras se afloja la
corbata y tira el saco sobre la silla más cercana. De pronto me mira y pregunta
desganado

-¿Y ese olor… ?

-Tenemos champiñones a la… –

-No, no. Me recuerda al perfume que usabas…

Ni espera a que le conteste. Sólo se acerca y me mira fijamente; claro, ha
notado mi nuevo conjunto azul, su color favorito. Ay, qué bien hice en
ponérmelo…

-Quisiera hablarte, he estado pensando sobre nosotros y ¿sabes? he llegado a lo
que creo es la solución.

-Perfecto. – le admito con desenvoltura, -Ya era tiempo de que conversáramos
largo los dos.- El corazón me late tan aprisa que pueden creerme cuando les digo
que lo siento brincar.

Me acuerdo de su horóscopo, todo va desenvolviéndose de
manera increíble. El asunto este de los vaticinios era cierto… Por qué no lo
habré aceptado antes… Posiblemente me habrían ayudado mucho.

-Ven Enrique, vamos a sentarnos, así estaremos más cómodos mientras hablamos, –
le digo, mientras señalo nuestro sofá favorito, con una sonrisa que me brota
desde adentro.

-Vaya, no me digas ¿tú también has estado reflexionando?

-Sí, yo también. Bastante.

-No sabes cuánto me alegro. Creo que así todo será más fácil.

-Por supuesto que sí, querido. Y puedo asegurarte que acataré y estaré de
acuerdo con todo lo que tú desees y hayas decidido.

-Bien, bien. Cuánto me tranquilizas.. te lo diré entonces más sosegado: Quiero
el divorcio.