Marte, Planeta Hermano y Maestro

No sólo de filosofía vive el espíritu...

Las cuatro de la mañana, y el calor de la noche comienza a ser desplazado por una leve brisa refrescante que viene de la enorme montaña a los pies de la cual se ha expandido la ciudad que habito.

En el patio, sin sueño pero ansioso, permanezco con la vista a media altura buscando afanosamente un claro entre las densas nubes que se interponen entre mi objetivo y yo.

El Chipy, mi pequeño perro cruzado de corriente con de la calle me da la tercera revisada, husmea solo para asegurarse que sigo siendo yo el que rompe la soledad en sus territorios nocturnos, y se aleja a su casita después de darme unas lengüetadas de aprobación.

Casi resuelvo volver a mis deliciosas cama y mujer, cuando un golpe de fuerte turbulencia en lo alto desgarra la pared horizontal de los nubarrones, busco con interés el faro que lleve a mi mirada al objetivo primario de mis desvelos e intereses y busco primero a la Luna, esa rolliza compañera de cuitas nocturnas, aquella amiguita pecosa y con acné que acompaña siempre a las chicas bellas como nuestra princesa la Tierra.

Una pequeña copia de mi mano se desliza por mi pierna hasta asirse con seguridad de la mía propia, y la dulce voz de mi hijo me pregunta si ya se comienza a vestir para la escuela, lo que me saca de improviso de mis cavilaciones.

Es todavía muy temprano y estoy a punto de enviarlo a la cama cuando me pregunta que hago a medio patio y en medio de la madrugada, desvelando y enfriando a Chipy.

Veo el cielo y explico brevemente el acontecimiento que se está desarrollando ante mis ojos, sin querer evoco esas tantas conversaciones sostenidas con mi propio padre, a deshoras y en lugares raros, que hoy tanto recuerdo y valoro.

El chico escucha pacientemente y satisfecho asiente con intención de volver a la cama, le pido que le de una última mirada y me pregunto si, hoy hace 60,000 años, no sería uno de los que observara atentamente el fenómeno en compañía de su hijo y su perro, pero en la espesura de una selva o la fría humedad de un bosque; mucho antes del inicio de la regeneración humana. Duerme hijo, ve con tu madre y terminen juntos sus tiernos sueños.

Pícara Luna, cuantas aventuras habrás solapado en completa complicidad a tu adorada acompañante, aunque dicen por ahí que más que tu hermana ha sido tu madre y que has nacido de no se que inmensa entrega de Amor.

Mas hoy no eres objeto de mi búsqueda e interés, alguien del barrio pasará muy cerca del vecindario y la cortesía manda que se le reciba con toda la pompa a que alguien bien nacido y querido obliga.

A un lado, unos grados apenas, un lucero se ha encendido esplendoroso, compitiendo en belleza con nuestro satélite pero en otro tono, para no enfrentar sino crear armonías indescriptibles y dejando que su roja luz descienda como buen óleo de lo alto e inflame la parte alta de nuestra cabellera.

Marte, bienvenido en tu periplo a las vecindades de tu hermana la Tierra, tu joven y apasionada alumna. Tu bella luz enciende en nuestros corazones el fuego de la lucha de principios, de la lucha por Amor, has sido paciente maestro todos estos miles de siglos, y aunque no te ha tocado la mejor alumna, si has sido el más amado por ella, por tu propia redención, por tus propias heridas y tu resurgimiento en la Gran Comunidad que hoy reclamas para la bella Tierra.

Aquí estuviste hace 600 siglos, tan cercano que se podía tocarte, en la aun infancia de la Humanidad que vigilas y adiestras, estás presente hoy, día en que tocamos fondo en la maldad, pero con el objetivo de ahogar por fin a las pasiones y con pie en firme impulsarnos para brotar al aire limpio y puro de una Tierra renovada.

que volverás, un poco más de 200 años después, y ¡verás que sorpresa te tenemos preparada la mayoría de espíritus de este planeta! Y entonces podremos dar ese salto cuántico para comunicarnos y abrazarnos en lo material, pues espiritualmente ya sostenemos un tierno romance desde que se firma el acta del Juicio.

Saludos, mentor y amigo, saludos fraternales a tu humanidad y a tu esquiva, por nuestra ignorancia, cultura. La Tierra, la rebelde pero apasionada, te devuelve el saludo con nuestros deseos de Paz y Amor.

URTI  DEI  DE  GADA  BUGUI

Por Aducio de Lid

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