Sabes mamá, anoche guardé, tus zapatos, esos zapatos con la suela gastadas… esos zapatos que tanto te gustaban
Esos zapatos que no tiraste, que se quedaron ahí, arrinconadas, como defendiendo tus caminatas por calles y plazas.
Me lo puse,… ¡sabes mamá!!
Me puse tus zapatos
Me miré en el espejo, con tus zapatos grandes.
¡¡¡¡tan sola como ellos!!!!!, despeinada, extrañándote un montón.
Y sin saber que hacer y a quien decirle:
"Porque, porque, ¡¡¡¡¡Dios mío, te la llevaste tan pronto de mi lado!!!!"
Mi rabia, mi impotencia, mi llanto, mis insomnios, mis llamadas,
mis rezos en medio de la noche.
Me calcé tus zapatos, Y les pedí que me llevaran
Y me puse a esperar ese milagro,
¡¡que se yo!!, que me nacieran pasos tuyos en los pies, que me llevaran a recorrer tus mismos caminos.
¡¡¡¡¡Necesito que vuelvas mamá!!!!!
Yo sé, que nadie vuelve de la muerte. No importa, yo quiero igual que vuelvas.
Que hagas algo para volver, que te escapes en silencio
Que saltes de la fotografía que tengo en mi cuarto y me abraces, ¡¡ aunque sea en sueños!!!! Por favor mamá, me conformo con que vuelvas en sueño.
Y que te sientes frente a mí
Y que yo pueda mirar tus ojos
Y quejarme de tantas cosas
Y que me digas una y otra vez "te amo hija"
Sabes mamá, no me dejes aquí llorando, con los zapatos grandes, salgamos corriendo y dejemos la muerte atrás, debemos escondernos en un rincón en donde no pueda encontrarte jamás
"Tu sabes mamá, que me siento sola y que no hay nada más triste que te llamen "huérfana", que no hay nada más triste que una niña sin madre, sin pasos y con los zapatos grandes.
He pintado las paredes de azul mediterráneo para que en ellas cuelgues fotografías de barcos, al alba cuando despiertes creerás que estás soñando, al ver que tu isla amanece entre olas navegando.
Un café, un bollo de leche en la bandeja he dejado, porque quiero que recuerdes las mañanas de verano. El nogal pleno de nueces y los tiestos de geranios, el balcón mirando al este y el mar por todos los lados
En tu isla nuestro amor tiene el paraíso soñado. ¡¡¡¡Ay pídeme que me quede porque en ella he naufragado.
Por Elda Miltos Olmedo