El fracaso nos enseña, nos hace más sabios, más fuertes y más resistentes. Contiene energía que puede manejarse. Más importante aún: es probablemente a través del fracaso que conseguimos entender un poco acerca de la naturaleza de lo que va ocurriendo.
El fracaso tiene diferentes efectos de acuerdo con las distintas personalidades.
Para algunos el fracaso es algo que debe ser soportado. Estas personas consideran que solo soportándolo, estarán preparados para los posteriores desafíos de la vida.
Para otros, el fracaso es el final. Los cierra, y los deja menos capaces, con menor auto-confianza, con menores recursos para manejarse en la vida y mucho menos, para afrontar las adversidades o para re-iniciarse en algún asunto sea éste del plano laboral, amoroso, de estudios, etc.
No obstante, a diferencia de lo que se cree, el más grande beneficio que el fracaso puede aportar no es el de templar un espíritu o construir un temperamento. Ni siquiera esto es válido para un proceso de aprendizaje.
El fracaso puede constituirse en la parte única, la mágica y la más poderosa en la vida de alguien. El fracaso contiene las semillas del éxito decía una voz sabia.
Esto ocurre cuando permitimos que la parte sustancial del fracaso se convierta en bendición, en bisagra que abre esa puerta inadvertida. El fracaso contiene información valiosa.
Adecuadamente utilizados, los registros derivados del fracaso tienen el poder de definir el cierre y final de un suceso de larga data. Visto desde esta óptica, no es de extrañar el que el fracaso resulte en muchas historias de lucha y experimentación, ese elemento esencial que trajo frutos no previstos y sorpresas gratas jamás imaginadas.
Recorra la historia de cualquier área de interés humano: comprobará que ese monstruo tan temido llamado “fracaso” terminó muchas veces constituyéndose en el mejor aliado de un éxito no contemplado con anterioridad.
Cuando fallamos en algo, nos sentimos tristes, quebrados, desesperanzados. Lo que requiere coraje, trabajo, determinación, vigor resulta para mucha gente motivo suficiente para evitar.
De lo contrario, debe ser sostenido estoicamente. Aparece el orgullo, el encubrimiento que no siempre conducen a puertos deseados.
Ante el fracaso, suele surgir la necesidad de pedir disculpas, de justificar y junto con ello, la necesidad de encontrar cuanto antes maneras efectivas para salir de él
No caben dudas de que la experiencia de fracaso es desmoralizante, incómoda y algo que nadie quiere tener. Pero tampoco caben dudas de que en cierta forma y visto desde una determinada manera, trae dolores valiosos y beneficios indiscutibles.
Ante experiencias de fracaso, por lo general surge una pausa, uno se inclina a la reflexión porque se hace necesario revisar lo que de ninguna manera conviene repetir. El fracaso bien aprovechado conduce a hacer ajustes con vistas a mejorar.
Cuando surge esa idea orientada a la mejora, nos encontramos nuevamente energizados y esperanzados. Pero lamentablemente esto no siempre ocurre.
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