El miedo alerta pero su
acumulación, cuando no se enfrentan los problemas, es dañina y paraliza a un
alma en lo que la hace feliz que es el servicio. Así lo entendía San Francisco
cuando explica el noveno mandamiento, señalando: NO CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS NI
DESEOS IMPUROS.
En cierta ocasión, como relata el biógrafo contemporáneo de San Francisco Tomás
de Celano, “Francisco y sus Hermanos, deambulaban por las calles de Asís,
pobremente vestidos, como siempre, y exhortaban a los vecinos para que hicieran
el bien y de paso ganarse algunos mendrugos de pan para que pudiesen comer la
fraternidad de pobres y leprosos de Asís y su comarca.
El tiempo no era bueno, sino que más bien era frío y lluvioso, pero en esto que
uno de los hermanitos en vez de cantar y alabar al Señor, se encontraba apoyado
en una puerta que daba al patio trasero de una casa donde vivía una familia y no
paraba de llorar. Se acercó sigiloso, aunque ciertamente preocupado el Hermano
Francisco, y poniéndole una mano en el hombro le preguntó qué era lo que le
afligía tanto que le impedía estar con los demás hermanos.
Y este joven le dijo: Francisco, sufro mucho. Yo también quiero Honor y Gloria
viviendo con vosotros mis votos de Obediencia, Pobreza y Castidad, pero detrás
de esa puerta está mi amada de otros tiempos y se que en el pensamiento estoy
siendo infiel a Nuestra Amada la Hermana Pobreza. Por más que lo intento no
puedo separarla de mis pensamientos y de mi vida y esto me hace pecar ante Dios
y ante los demás Hermanos. En esto ya se habían juntado los demás y escuchaban
expectantes la respuesta de Francisco. Francisco le dio un abrazo al afligido y
le dijo: “tal vez tu destino está con esa mujer para que pobléis la comarca con
lindos cristianos, de lo cual Dios, se alegrará enormemente”.
El semblante del Hermano desconsolado y atribulado se transformó y cambió por
completo, y le dijo lleno de contento: ¿puedo entonces Hermano Francisco? ¿Es
por eso que nunca quisiste que yo me hiciera la tonsura? Francisco le dijo: ¡Los
caminos del Señor son muchos. Tu encuentra el tuyo y hazlo bien. Te imaginas que
todo el mundo siguiera nuestros pasos de manera radical.
El Amor a nuestro Dios pasa porque seas un padre responsable y un esposo
comprensivo y amoroso con tu esposa. Si tu vocación es la de fundar una familia
quienes somos nosotros para impedirlo. ¡Anda y se feliz y sigue haciendo a todos
felices con el Amor y la Bendición de Nuestro Señor Jesucristo! Y le abrazaron
todos con gran algarabía” despidiéndose de todos se adentró en la casa donde fue
recibido en seguida por esa familia. Pero antes Francisco le dijo: ¡Pero
recuerda, solo con una mujer”, y todos rieron y siguieron cantando y alabando al
Señor! “Francisco sabe convertir en dulce miel las lágrimas más amargas”.
Es un claro ejemplo de quien
intenta sugerir, no ordenar; inculcar, no exigir. Que enseña desde su alegría,
sin envidia, ni condenas. Francisco es portador de una experiencia de Dios muy
singular.
Carl Rogers distingue cuatro
actitudes de los hombres con espiritualidad no deshumanizada y traumatizada por
el miedo: Autenticidad, Empatía, Interés positivo incondicional, Poder
espiritual sutil que emana, a menudo de manera inconsciente.
Las personas erosionadas por el miedo no llegan a confiar en los propios
impulsos.
Y las personas que comienzan a escucharse a si mismas usualmente se encuentran
con esas emociones dolorosas que yacen justo debajo de la superficie de la
conciencia: enojo, vergüenza, culpa, soledad, depresión, tristeza, concusión.
Esto es normal, asustarse. Los sentimientos son estados temporales que se
encargan de si mismos cuando uno encuentra maneras apropiadas de expresarlos.
Los eventos desestabilizadores si se trabaja el miedo pueden despertar la
conciencia.
Retomando el ejemplo de San
Francisco, quien – está claro – no intentó detentar el poder por temor, sino por
amor.
Pero es necesario aclarar
que también muchas veces el “amor” a que refieren ciertas religiones, se
encuentra – lamentablemente – teñido por “una actitud de completa autonegación a
favor de otra persona y la entrega de los propios derechos y pretensiones han
sido alabados como ejemplos de un ´gran amor´.
Parecería que no existe mejor prueba de amor que el sacrificio y la disposición
a perderse por el bien de la otra persona. De hecho, en tales casos, el amor es
esencialmente un anhelo masoquista y se funda en la necesidad de simbiosis de la
persona en cuestión. Si entendemos por amor la afirmación apasionada y la
conexión activa con la esencia de una determinada persona, la unión basada sobre
la independencia y la integridad de los dos amantes, el masoquismo y el amor son
cosas opuestas.
El amor se funda en la igualdad y la libertad (y no hay libertad con temor). Si
se basara en la subordinación y la pérdida de la integridad de una de las
partes, no sería más que dependencia masoquista, cualquiera fuera la forma de
racionalización adoptada. También el sadismo aparece con frecuencia bajo ala
apariencia de amor.
Mandar sobre otra persona, cuando se pueda afirmar el derecho de “hacerlo por su
bien”, aparece muchas veces bajo el aspecto de amor, pero el factor esencial es
el goce nacido del ejercicio del dominio”. Erich Fromm. El dolor no es lo que
nos causa molestias; es la idea del dolor lo que nos angustia. No es la
situación en si la que nos causa inquietud, sino el temor a la situación, según
señala Sri Sri Ravi Shankar.
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