Cada letra minúscula del alfabeto posee significación especial que ayuda a la
comprensión profunda del inconsciente del escribiente: es la llave para penetrar
en su intimidad y profundizar en los rasgos de su personalidad.
Su
análisis nos permite saber cómo se desempeña el escribiente saber cómo se
desempeña el escribiente en el área que cada letra representa con sus
posibilidades, limitaciones, obsesiones o compensaciones.
La “a” minúscula es la expresión de los sentimientos más profundos del
escribiente y nos permite considerar el YO en su plena dimensión.
La “a” inflada muestra un corazón pleno de esperanzas, confiado,
pletórico mientras que la “a” estrecha o estrujada representa un
espíritu agobiado por el dolor, el sufrimiento, la angustia, la preocupación y/o
la incomodidad.
La “a” minúscula
brinda también datos sobre el grado de sensibilidad, sinceridad o hipocresía en
las relaciones sociales.
La “a” cerrada
habla de reserva, prudencia y reflexión en los contactos con el medio mientras
que la “a” abierta (hay que considerar dónde, cómo y cuánto se
abre) muestra la capacidad para adaptarse, con quién establece las relaciones,
la espontaneidad y la facilidad de expresión que puede llegar a la indiscreción
(“a” en forma de “u” minúscula).
La “a” minúscula
es una letra plena de datos biográficos pues devela secretos
muchas veces escondidos, disimulados y hasta ignorados por el escribiente.
Por ejemplo la “a” con trazo inicial largo y recto nos habla de una
necesidad inconsciente de ayuda y de afecto pero también de un sentimiento de
rebelión escondida o de pautas fijadas con rigor en la primera infancia y que
han marcado la personalidad del escribiente.
La “a” en arco muestra que las tradiciones familiares pesan aún en el
presente del escribiente y dificultan la expansión plena de su personalidad.
Existe una gran variedad de “a” clasificadas que permiten acceder a datos muy
profundos, valiosos y muchas veces ocultos que enriquecen el diagnóstico
grafológico.