El alimento nos sirve a los hombres de simbiosis, establece una interrelación con nosotros, entra en nuestro interior y nos transforma.
El alimento posee parte de los elementos necesarios para que nuestra estructura física permanezca, sobreviva y dé cumplimiento a la función que debe realizar.
En esta oportunidad presentamos un elemento que -si bien no forma parte de la tradición china– tiene un efecto sumamente transformador en el ser humano:
El vino
Desde hace ya algunos años, es conocido en la comunidad médica mundial , los beneficios del vino en la salud humana, principalmente porque contiene elementos antioxidantes que ayudan a prevenir enfermedades del tipo cardiovascular, entre otras.
Hoy por hoy está admitido, que dos vasos de vino son cardioprotectores y estimuladores del metabolismo celular. Eso si, tienen que ser dos vasos de buen vino, con la mínima contaminación posible.
El vino está unido a la historia del hombre. La cita más antigua se encuentra en la Biblia.
En la historia de Noé, después del Diluvio Universal se cuenta que soltó una paloma que llevaba en el pico una ramita de olivo . Y después, ¿qué fue lo que encontró?: una vid..
El vino junto con el aceite de oliva son dos elementos propios e indisolubles de la conocida dieta mediterránea.
El vino es un elemento transmutador por excelencia, en él se dan muchos procesos alquímicos en forma natural y rápida. Sólo hace falta ver la actividad que se produce cuando se está elaborando.
Es una bebida que da al hombre el calor suficiente y le permite dar un salto a otro estado de conciencia.
Es además un elemento importante en la alimentación, favorece la digestión, haciéndola más fácil y rápida. El vino estimula de forma general al cerebro, no como otros productos alcohólicos que estimulan partes específicas del cerebro. Por eso, las borracheras son menos dañinas si son de vinos.
Entre los vinos el más interesante es el tinto o rojo, pues a los blancos y rosados suelen añadirles conservantes, y en todo caso , se suben a la cabeza más rápido, son muy volátiles.
El vino tinto es más denso, más espeso, tiende hacia abajo, en general el nivel de tolerancia es mayor en cualquier organismo. Un buen vino de entrada, no solamente se “ sube a la cabeza “ sino que “despeja la cabeza “.
Los buenos vinos son aquellos que aclaran la mente, alegran el espíritu, hacen ver cosas que antes no se veían, sin perder la razón (no se trata de perder la conciencia), se pueden ver aspectos de la vida que antes no se veían, por la inducción que el vino hace en el cerebro. Además , esto viene acompañado de un bienestar digestivo.
Entonces, el vino es un elemento saludable. Tomado en dosis adecuadas es muy bueno, porque, por una parte, calienta el estómago y por otra parte, aclara la mente.
Esa es la clave secreta de un buen vino, el que ACLARA LA MENTE, el que anula la mente, es malo, no importa el precio o la marca.
Cada uno tiene que saber la dosis adecuada, el color, el bouquet, el sabor, que le lleve al efecto de aclarar el estado de conciencia y que le siente bien en el estómago.
Cada quien se forma su criterio de un buen vino, que es el que a cada uno le gusta y le sienta bien, independientemente de los estándares comerciales o de la opinión de los expertos, y tomando en cuenta que la función saludable que tiene el vino es el de aclarar la mente, no de anularla.
Por otro lado, el vino sirve como medio para reunir gente en torno a una buena comida, a una buena charla, a un encuentro de enamorados…
Así, pues el vino además de sabroso es saludable, alegra los corazones, y despierta la mente.
Por María Valentina Inglessis
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