También llamada Varanasi (cuyo significado es "el poder del mejor agua"), es considerada la ciudad de Shiva, el Dios destructor para la creación, aquel que exige morir para renacer a lo más sublime de uno mismo.
Una de las ideas fundamentales de la religión hindú es que el hombre tiene un cuerpo perecedero y transitorio y un alma eterna pasible de reencarnaciones indefinidas.
os hindúes, como los budistas, entienden que "la vida es sufrimiento", por ello su trabajo interno, espiritual, está dirigido a ser cada vez mejor para concretar el estado supremo, el nirvana, la iluminación y así, al no reencarnar mas, unirse definitivamente con Brahman, con Dios.
En esto Benarés se revela como una ciudad de la muerte. Describirla resulta casi imposible, ya que en ella todo es desorden y bullicio. Caminarla es el secreto.
En la Main Street, todo semeja un carnaval. Gritos, bocinas, bicirikshaws, vacas somnolientas, perros, yaks, motorickshaws, mulas, excrementos de animales y a veces de humanos, mucho color, verduras, frutas tropicales, zapatillas, farmacias, japamalas (rosarios).
El carnaval absoluto se completa con hombres y mujeres de trajes multicolores que llevan sobre sus cabezas tubos fluorescentes. Una carroza plateada con muchas flores y globos suele llevar a un novio que va en busca de una novia a la que, muchas veces, todavía no conoce.
Río Ganges: El Supremo
El "Ganga" despierta antes del amanecer y se duerme varias horas después de! atardecer. Cientos de personas se acercan a sus orillas antes de las 6 de la mañana y al introducirse en sus aguas, en la ablución matutina, repiten la oración "OM, yo me arrodillo delante de ti, Ganga, que tomas todas las formas".
Lo hacen a esa hora, a pesar de la baja temperatura (a veces entre 6 y 8 grados) para asistir al instante sagrado de la salida del sol. La mente y el alma se purifican así en cada amanecer.
El río prodigador de salud y prosperidad, purificador del pecado, emerge del Glaciar Gangoiri, en los Himalayas, a mas de 3.000 metros y hasta su desembocadura en la Bahía de Bengala, recorre 2.800 Km, por lo que riega un cuarto del territorio de la India.
En sus orillas se alzan, como hitos de historia, ciudades y centros de peregrinación y adoración. Benarés es uno de ellos.
Los ghats han sido descriptos como las raíces de la ciudad que muchos hindúes tienen la esperanza de visitar alguna vez en su vida. Allí hay "casas de peregrinos" -otrora palacios de Maharajas de otras regiones de la India, construidos para ir a morir-.
Hoy, en estado calamitoso, están a lo largo de la costa y los visitantes pueden alojarse sin cargo hasta cuatro días.
Todo hindú anhela que su alma suba al cielo por la gracia del fuego y si esto lo concreta en esta ciudad, cree que al momento de la ultima exhalación, Shiva Ie dirá al oído el mantra sagrado que elevara el alma hasta su iluminación.
Al atardecer se repiten los ritos y al navegar sus aguas o aun caminando por la orilla se van descubriendo a los "hombres santos" en plataformas y bajo enormes sombrillas, recitando los Libros Sagrados (el Mahabaratta, el Bhagavad Ghita y otros).
También las orillas muestran a jóvenes y chicos que juegan remontando barriletes por encima de las piras funerarias o zambulléndose entre yaks.
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