Uno de los problemas más
comunes al volante de un auto es el recalentamiento del motor. Si el calor
llega a punto tal de provocar un daño irreversible al motor, generalmente se
debe a la impericia del conductor. Es imprescindible chequear periódicamente el
indicador de temperatura y nunca dejar que llegue al rojo. Es más: cualquier
variación brusca respecto de la posición normal de la aguja en este verdadero
“termómetro” del auto, ya constituye una señal de alarma. En caso de verificar
un incremento sostenido en la temperatura, detenga el auto antes de que sea
demasiado tarde.
Luego de apagar el motor,
dése un momento para pensar con claridad y repasar los pasos a seguir. Recuerde
que una vez que el motor no está funcionando, es poco probable que el proceso
de calentamiento continúe al ritmo original. En este punto la rapidez no es tan
importante como la exactitud y la certeza de lo que se quiere hacer.
Si verifica que sale humo
del capot del auto, no lo abra inmediatamente. Aproveche esos momentos para
colocar una baliza e intentar pedir ayuda a otros automovilistas o a un
servicio contratado, mediante un teléfono celular. Recién cuando el auto se
haya enfriado por completo y el humo haya dejado de salir, proceda a revisar el
motor. Si el motor tarda mucho en recuperar una temperatura aceptable, una
forma de acelerar el proceso es echando agua fría sobre el radiador durante un
buen rato.
Cuando se está en
condiciones de empezar, lo primero es revisar el tanque de plástico que
contiene líquido refrigerante de reserva. Para ubicarlo sin lugar a errores, se
debe tener en cuenta que está unido al radiador por una pequeña manguera. Salvo
en modelos especiales (de autos alemanes y suecos), se puede agregar líquido
refrigerante aún cuando el motor esté algo caliente. De todas maneras, al
abrirlo –siempre cubriendo la mano con un trapo mojado, por las dudas- chequear
si presenta alguna resistencia o si deja escapar vapor. Si esto ocurre, este
tanque también está bajo presión, y no se debe manipularlo hasta que el auto
haya recobrado la temperatura normal.
Cuando las condiciones lo
permitan, proceder a verificar el radiador. Siempre con el trapo mojado en la
mano, abrirlo muy lentamente. De otra manera, corremos el riesgo de quemarnos
con vapor o líquido refrigerante recalentado. Si no se está seguro o presenta
mucha resistencia al intentar abrirlo, dejarlo descansar y enfriarse un rato
más.
Al examinar el radiador,
mirar con detenimiento su interior para ver cuánto refrigerante o agua le hacen
falta. En lo posible, respetar las proporciones agua/refrigerante sugeridas por
el fabricante. No eche más de uno o de otro ante la urgencia de llenar el
radiador hasta el tope.
Tener en cuenta además que
los refrigerantes no deben ser usados como un “antídoto mágico” para resolver
problemas de recalentamiento. El objetivo de este tipo de líquidos es prevenir
el calentamiento excesivo, no sirven como compresas heladas para bajar la
“fiebre” del motor. Esta acción –común, pero equivocada de cabo a rabo–
equivale a querer curar una infección con analgésicos.
Luego de terminar de llenar
el radiador, taparlo y verificar que las mangueras que lo comunican con el
resto del motor no estén rotas o tengan pérdidas. Si todo está en orden, volver
a la cabina y encender el motor para probar su funcionamiento. Con el auto en
marcha, prestar mucha atención a la aguja de temperatura. Apenas la aguja
amenace con acercarse a la zona roja, apagar el motor inmediatamente.
Si se logró estabilizar
medianamente la situación, pero no se cuenta con otro auxilio o forma de
restablecer el normal funcionamiento del auto a corto plazo, se debe actuar con
precaución. Una actitud responsable sería continuar manejando –con mucho cuidado–
el vehículo hasta llegar a una estación de servicio o un mecánico.
Sin embargo, la atención
debe repartirse sin distracciones entre la carretera y la aguja del termómetro.
En cuanto el rojo sea un destino previsible para la aguja, detener el coche y
echar más agua fría sobre el radiador. Probablemente llegar a destino lleve un
buen rato, pero esta espera será mucho mejor que caminar o pagar una jugosa
cuenta por un motor fundido.
Por último, si agregando
agua y líquido refrigerante el recalentamiento no parece solucionarse ni
siquiera un poco, es probable que el origen del problema se deba a otros
factores. Algunos de ellos pueden ser un radiador bloqueado, ventiladores rotos
o que no funcionan como deberían, mangueras con pérdidas (a veces no están a
lugares a la vista, haciéndose casi imposible detectarlas para alguien no
especializado), bomba de agua rotas, o la misma aguja del termómetro que puede
estar clavada en una temperatura inexistente, dando pistas falsas.
Lo central a tener en mente es
que si se mantiene la calma y se siguen estos consejos, casi con seguridad el
problema no pasará de una demora inconveniente o una quemadura leve con vapor
al abrir el radiador. Nada de motores fundidos ni arreglos costosos en el
horizonte.