Al sur de Egipto, a unos 300 km. de la ciudad de Asuán, se encuentran los templos de Abú Simbel que fueron construidos por el Faraón Ramses II para su propio culto.
Son construcciones enormes e impactantes, que pueden ponerse a la altura de las pirámides egipcias o de la famosa esfinge. Fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.
“Abu Simbel” significa “la montaña pura”. Son templos que fueron excavados en la roca, a modo de speos (santuarios fúnebres), en el año 1.284 a.C.
Su construcción duró aproximadamente 20 años y su objetivo era impresionar a los vecinos del Sur, así como reforzar la influencia de la religión egipcia en la región.
Con el paso del tiempo, estos templos fueron abandonados y olvidados y la arena del desierto los empezó a tapar. Fue en 1.813 cuando el suizo J. L. Burckhardt los redescubrió y en 1.917 cuando el explorador G. Belzoni pudo entrar en ellos.
Un dato no menos importante es que cuando llegó este explorador se llevó gran parte de los objetos de valor que había en su interior.
En 1.959 este templo fue trasladado en bloques a una zona próxima debido al peligro que corría de desaparecer bajo el agua, como consecuencia de la construcción de la presa de Asuán.
La operación de reubicación costó 36 millones de dólares y consistió en partir el majestuoso templo en partes más pequeñas, que fueran posibles de transportar, y rearmarlo como un rompecabezas, a 200 metros de donde estaba ubicado, en una zona 65 metros más alta.
Abu Simbel está compuesto por dos templos, que son considerados una de las construcciones más bellas de todo el reinado de Ramses II y unas de las más hermosas de Egipto.
El mayor de ellos tiene una fachada de 33 metros y está sostenido por dos estatuas de 20 metros de altura de Ramses II que fueron esculpidas sobre la roca.
En ellas, Ramses II se encuentra sentado en un trono, con una doble corona: la del Alto y la del Bajo Egipto.
La estatua de la izquierda fue dañada por un terremoto que se produjo en la zona, lo que provocó su partición.
Este templo está dedicado a los dioses Ra, Ptha y Amón, considerados los más venerados de la historia de Egipto.
Ra fue la cabeza de la Eneada de Heliópolis (una de las ciudades más importantes del Imperio Antiguo), Amón fue la cabeza de la Triada de Tebas (capital del Imperio Medio), y Ptha, el gran dios artesano de Menfis (capital del Imperio Antiguo).
En el interior del templo mayor, hay varias salas que disminuyen de tamaño a medida que uno se acerca al santuario. En ellas se pueden ver estatuas de dioses y pinturas que reflejan las batallas ganadas por el Faraón.
Una curiosidad es que la construcción del templo hace que los días 20 de febrero y 20 de octubre se iluminen las caras de los grandes dioses. Amon, Ra y Ramses. La cara del dios Ptah no se ilumina porque es considerado el dios de la oscuridad.
El otro templo, el menor, está dedicado a la diosa del amor y la belleza Hathor, personificada por la esposa favorita del Faraón, Nefertari.
Su fachada también está decorada por estatuas: cuatro de Ramses II y dos de Nefertari. En la sala principal hay seis columnas decoradas con las cabezas de la diosa Hathor.
Artículo redactado por Quehoteles.com
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